Cuando se lee la biografía del Beato Cura Brochero, no puede
uno menos que asombrarse, cuando se considera la enormidad del progreso
material que su presencia trajo a las Sierras de Córdoba: su Curato –San
Alberto-, poseía una extensión de 4.336 kilómetros cuadrados y sus parroquianos
eran un poco más de 10.000 habitantes que vivían en lugares distantes sin
caminos y sin escuelas[1].
En efecto, su tarea fue inmensa: con sus feligreses construyó más de 200
kilómetros de caminos y varias iglesias, fundó pueblos y se preocupó por la
educación de todos. Solicitó ante las autoridades y obtuvo mensajerías,
oficinas de correo y estafetas telegráficas. Proyectó el ramal ferroviario que
atravesaría el Valle de Traslasierra uniendo Villa Dolores y Soto para sacar a
sus queridos serranos de la pobreza en que se encontraban (“abandonados de
todos pero no por Dios”, como solía repetir).
Sin
embargo, a pesar de la grandeza de sus obras de infraestructura, estas son solo
una anécdota, cuando se considera su labor apostólica, lo cual demuestra que el
principal interés de Brochero no era el mero avance material y económico de sus
parroquianos, sino su conversión y su eterna salvación. Para procurar llevar el
Evangelio a los miembros de su extensa parroquia, comenzó a llevar a hombres y
mujeres a Córdoba, para hacer los Ejercicios Espirituales, para lo cual debían
recorrer él y los ejercitantes, durante tres días a lomo de mula, los 200
kilómetros del trayecto. Luego decide, en 1875, y con la ayuda de sus
feligreses, comenzar la construcción de la Casa de Ejercicios de la entonces
Villa del Tránsito (que hoy se llama Cura Brochero). En esa Casa de Ejercicios
hicieron retiros espirituales ignacianos, durante el ministerio parroquial del
Siervo de Dios, más 40.000 personas. Además, construyó la casa para las
religiosas, el Colegio de niñas y la residencia para los sacerdotes[2].
En
su afán de predicar la Buena Noticia de Jesucristo, el Cura Brochero realizó
una verdadera inculturación del Evangelio, asumiendo el lenguaje de sus
feligreses para hacerlo comprensible a sus oyentes. Nunca dejó de celebrar los
sacramentos –incluso estando ya ciego, en sus últimos tiempos, celebraba la
Misa de la Virgen, a la que sabía de memoria- y su entrega a los enfermos, a
los pobres y a los pecadores, fue total, pues a todos buscaba para acercarlos a
Dios. Precisamente, fue en este afán apostólico que se contagió de lepra
–enfermedad que finalmente lo llevó a la tumba-, al compartir su mate con un
leproso, buscando su conversión y su salvación. Así lo afirmaba el diario
católico de Córdoba: “Es sabido que el Cura Brochero contrajo la enfermedad que
lo ha llevado a la tumba, porque visitaba largo y hasta abrazaba a un leproso
abandonado por ahí”. Murió enfermo de lepra y ciego el 26 de enero de 1914.
El
inmenso legado del Cura Brochero no es, entonces, el avance económico de la
zona –lo cual, por otra parte, es innegable-, sino su obra de apostolado y
evangelización, principalmente a través de la realización de los Ejercicios
Espirituales según el método de San Ignacio de Loyola, en los que el alma,
encontrándose a solas con Dios crucificado, recibe la gracia de la conversión y
elige, si así lo desea, imitar a Cristo y seguirlo por el Via Crucis, el camino de la cruz que conduce al Calvario, Puerta
abierta al Reino de los cielos. Y puesto que el hombre caído en pecado, es el
mismo hoy que ayer, cuando Adán y Eva perdieron el Paraíso por su soberbia y
desobediencia, imitando así al Ángel caído, el método de evangelización del
Cura Brochero sigue siendo vigente, incluso hoy más que nunca, en el que la
situación espiritual de una inmensa mayoría de hombres y mujeres es mucho peor
que en la época de Brochero, pues los males espirituales que acechan a la
humanidad se han multiplicado de modo exponencial, a lo cual se le suma un gran
desconocimiento, por parte de los cristianos, de las verdades esenciales de la
Fe Católica (pecado, gracia, salvación, condenación, muerte, juicio,
purgatorio, cielo, infierno, sacramentos, etc.). El método ignaciano de los
Ejercicios Espirituales, practicado por Brochero para llevar a la conversión a
decenas de miles de almas, mediante el cual el alma se da cuenta de su pecado y
del Amor de Dios que le ha enviado a su Hijo Unigénito a morir en cruz para la
salvación de los hombres, es completamente válido para nuestros oscuros días,
caracterizados por la ausencia de Dios y su Mesías, Cristo Dios, de
prácticamente todos los órdenes de la vida social.
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