Si
bien San José fue un padre y esposo terreno y experimentó, como todo padre y
esposo de esta tierra, gozos y dolores en los distintos sucesos de su familia,
estos adquirieron una dimensión sobrenatural, desde el momento en que San José
era Esposo casto y puro, meramente legal, de la Madre de Dios, y era Padre pero
no biológico, sino adoptivo, de su Hijo, Quien era desde la eternidad el Hijo
de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad. Sus gozos y dolores se comprenden
entonces al interno de la historia de la salvación y en ella adquieren su
trascendencia sobrenatural. Su recuerdo no es un mero traer a la memoria, sino
una participación, por el misterio del Cuerpo Místico de Jesús, a la vida de San
José y al misterio salvífico de su Hijo adoptivo, Jesucristo, el Hombre-Dios.
Según una tradición, los Siete Dolores y Gozos de San José se realizan en siete
Domingos sucesivos. Ofrecemos, en honor de San José y en su Novena, las
siguientes meditaciones, con la intención de participar, con fe y con amor, de
los misterios de su paternidad, prolongación en la tierra y por un instrumento
humano, de la Paternidad divina de Dios Padre.
Segundo Dolor: el Segundo Dolor lo experimentó cuando, llegada ya
la Hora de su Nacimiento, estando la Sagrada Familia en Belén, San José se dio
cuenta que su Hijo, Dios, no tenía lugar en las ricas posadas de Belén y que
por lo tanto, deberían buscar un lugar pobre, oscuro, frío, el Portal de Belén.
San José experimentó un agudo dolor al comprobar, en carne propia, el egoísmo
del corazón humano sin Dios, representado en las ricas posadas de Belén, llenas
de gente, de cantos, de risas, de bailes, abrigadas con el fuego de las
chimeneas, comiendo y bebiendo despreocupadamente. Estas posadas representan
los corazones humanos sin Dios: aunque por fuera parecen alegres y
despreocupadas, la alegría es sólo aparente, porque han dejado fuera de las
puertas de sus corazones al Dios de la Alegría infinita, Jesús de Nazareth,
para volcarse en las falsas alegrías mundanas. San José experimenta dolor por
la condición de estas almas, porque nada bueno puede suceder a un alma, cuando
cierra la puerta de su corazón a Dios Hijo Encarnado, como lo hicieron las
ricas posadas de Belén. A su vez, el pobre Pesebre en donde finalmente nació el
Redentor, un lugar oscuro y frío, un refugio de animales, carente de todo
atractivo y belleza, representa al corazón del hombre pecador, que en cuanto
tal, es oscuro y frío, pero que, en su pobreza, en su oscuridad, en su
frialdad, no duda en albergar a Dios que viene a Él a través de María y José,
como un Niño humano. Y así, el corazón del pecador que acepta la gracia, cuya
Medianera es María Santísima, y abre su corazón para que en él nazca el Hijo de
Dios, el Salvador, ve cómo su corazón se transforma: de oscuro y frío y carente
de todo atractivo, al nacer en Él el Hijo de Dios por la gracia, se ve inundado
de la luz de su gloria divina y ve incendiado su corazón en el Fuego del Divino
Amor, a la par que su alma se cubre de la belleza y hermosura que le otorga la
divina gracia.
Segundo Gozo: San
José experimenta el segundo gozo o alegría cuando, al nacer el Niño de María,
ve al pobre Portal de Belén iluminarse con la luz de la gloria divina del Ser
trinitario del Niño Jesús, al tiempo que escucha el grandioso coro angélico que
canta en la tierra las maravillas de la gloria de Dios, anunciando la paz del
corazón para los hombres de buena voluntad que aman al Señor. San José se llena
de gozo porque el Portal de Belén -representación del corazón humano-, que antes del Nacimiento era sólo un refugio
de animales –figura de las pasiones sin el control de la razón y de la
gracia-; oscuro –por la ausencia de la Luz de Dios, Jesucristo-; y frío –porque
no tenía el Fuego del Divino Amor en él-, ahora, al nacer milagrosamente el
Hijo adoptivo de José, Cristo Jesús, este mismo corazón del hombre se llena de la luz
de la gracia, del Fuego del Espíritu Santo y todo en él es armonía, quedando
sus pasiones en paz al ser convertidos, su alma y su cuerpo, en templos del
Espíritu Santo.
Oh glorioso y bienaventurado
patriarca San José, elegido por Dios Padre para ser Padre adoptivo de Dios Hijo
Encarnado; te pedimos que por el dolor que experimentaste al ver a tu Hijo
rechazado por muchos, y por el gozo de verlo ensalzado por los coros de los
ángeles y recibido por los pobres y humildes de corazón, que intercedas para
que nuestros corazones, pobres y oscuros como el Portal de Belén reciban, a
través de María, Medianera de todas las gracias, a la Fuente de toda gracia y
la Gracia Increada en sí misma, Cristo Jesús en la Eucaristía. Amén.
Padrenuestro,
Ave y Gloria.
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