En
uno de sus escritos, San Carlos Borromeo nos da la fórmula para asistir a Misa
con provecho. Hablando de los sacerdotes y de su preparación para la Santa Misa,
como así también para rezar la Liturgia de las Horas, el santo afirma que, para
no perder la concentración en lo que se está por hacer, hay que prepararse
previamente, rechazando los pensamientos que nos distraen. Si no hacemos así,
dice San Carlos, el “fuego de amor divino” que se ha encendido en nuestros
corazones, corre el riesgo de enfriarse o de apagarse. Dice así: “Algún otro (sacerdote)
se queja de que, cuando va a salmodiar o a celebrar la misa, al momento le
acuden a la mente mil cosas que lo distraen de Dios; pero éste, antes de ir al
coro o a celebrar la misa, ¿qué ha hecho en la sacristía, cómo se ha preparado,
qué medios ha puesto en práctica para mantener la atención? ¿Quieres que te
enseñe cómo irás progresando en la virtud y, si ya estuviste atento en el coro,
cómo la próxima vez lo estarás más aún y tu culto será más agradable a Dios?
Oye lo que voy a decirte. Si ya arde en ti el fuego del amor divino, por
pequeño que éste sea, no lo saques fuera en seguida, no lo expongas al viento,
mantén el fogón protegido para que no se enfríe y pierda el calor; esto es,
aparta cuanto puedas las distracciones, conserva el recogimiento, evita las
conversaciones inútiles”[1].
Esta
recomendación es especialmente válida para muchos cristianos –niños, jóvenes,
adultos- que afirman que no asisten a la Santa Misa –principalmente la
dominical- porque es “aburrida”. Además de que esto es un grave error, porque
la Misa no es ni “aburrida” ni “divertida” y por lo tanto no hay que asistir a
la misma como si se tratara de un entretenimiento, si se piensa bien en lo que
es la Santa Misa, no hay lugar para el “aburrimiento”. En efecto: ante todo,
hay que recordar que la Santa Misa no solo no es un entretenimiento –por eso es
decimos que es equivocado plantearla en términos de “aburrimiento” o “diversión”-,
sino que es un gran misterio sobrenatural, el misterio más grande de todos los
grandes misterios de Dios, porque se trata de la renovación incruenta y
sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, en donde Jesús hace en el altar lo
mismo que hace en el Calvario, esto es, entregar su Cuerpo en la Eucaristía
como lo entregó en la Cruz y derramar su Sangre en el cáliz como lo derramó en
la Cruz; además, tenemos que considerar que no están sólo las personas que
vemos con los ojos del cuerpo: también están los ángeles de luz, la Virgen, los
santos, las almas del Purgatorio, que esperan nuestras oraciones y el
ofrecimiento que para ellas hagamos de la Santa Misa, y también están los
demonios, todo lo cual es algo que supera infinitamente nuestra capacidad de
entendimiento y de razonamiento.
Ahora
bien, lo que nos dice San Carlos Borromeo es que, para participar con fruto de
lo que hacemos –en este caso, la Santa Misa-, rechacemos los pensamientos que
nos distraen, pero esto quiere decir al mismo tiempo, que debemos concentrarnos
en los pensamientos que nos acercan al misterio de la Santa Misa, y para eso,
es conveniente utilizar la imaginación, iluminada con la luz de la fe. Es
decir, si utilizamos la imaginación para tantas cosas que son del mundo,
entonces, pidamos a la Virgen, antes de venir a Misa, que ilumine nuestra
mente, nuestro corazón y también nuestra imaginación, para que recreemos las
escenas de la Pasión del Señor sobre el altar eucarístico, sobre todo la
crucifixión, porque de eso se trata la Santa Misa. Esto es lo que nos aconseja
San Borromeo: “poner los medios” para “mantener la atención”, lo cual quiere
decir no solo no dejarnos distraer por pensamientos mundanos e inútiles, si
estamos por asistir al Calvario de Jesús, sino concentrarnos, con la mente, el
corazón y la imaginación, en la Pasión y en el Calvario, pidiendo al mismo
tiempo la luz del Espíritu Santo, para disponernos a participar dignamente de
tan grande misterio. Para esto, es conveniente reflexionar de la siguiente
manera: si estuviéramos el Viernes Santo, a los pies de la cruz de Jesús,
arrodillados ante Jesús en la cruz, al lado de la Virgen, que está de pie, al
lado de la cruz, mientras su Hijo agoniza y muere por nosotros, ¿estaríamos así
de distraídos? ¿Estaríamos pensando todas las cosas vanas e inútiles que
pensamos cuando venimos a Misa, en vez de concentrarnos en el Santo Sacrificio
del Altar?
Al
recordar a San Borromeo, consideremos sus enseñanzas acerca de rechazar los
pensamientos inútiles y de concentrarnos, para así poder participar con máximo provecho
en el evento más importante que podamos asistir en toda nuestra vida, el gran
misterio de la Santa Misa, la renovación incruenta del Santo Sacrificio de la
Cruz.
[1] Del sermón pronunciado por san
Carlos Borromeo en el último sínodo; Acta
Ecclesiae Mediolanensis, Milán 1599, 1177-1178.
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