San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 28 de octubre de 2013

Santos Simón y Judas, Apóstoles


En su Carta, San Judas Tadeo sostiene la necesidad de conservar la fe en su pureza original, sin contaminarla con elementos extraños a la misma, como el gnosticismo, que niega la necesidad de la gracia santificante. Los gnósticos son aquellos católicos que, dentro de la Iglesia, eligen creer en lo que quieren creer y dejan de creer en lo que quieren dejar de creer: de esta manera, permanecen dentro de la Iglesia Católica, pero deforman de tal manera la fe verdadera en Cristo, que al final terminan creyendo en otra iglesia, en otro cristo, en otra fe. Esto es lo que sucede cuando se contamina la fe de la Iglesia Católica con ideologías como la Teología de la Liberación, la Teología feminista, la Teología de la prosperidad, etc.
A quienes pervierten la fe en Cristo, San Judas Tadeo los compara con aquellos considerados como los más impíos en el Antiguo Testamento: los que quitan la vida material de sus hermanos, como Caín (Gn 4, 1-24) y los que cometen impurezas, como las ciudades de Sodoma y  Gomorra (Gn 19, 1-29). Con esto San Judas Tadeo nos quiere decir que la impureza de la fe, es decir, la fe contaminada con razonamientos humanos, es comparable -y peor aún- a los crímenes cometidos contra el hombre, como el asesinato, y es reprobable como la impureza carnal.
Adulterar la fe verdadera, la fe que nos dice que Cristo es Dios Hijo encarnado, nacido, muerto y resucitado para nuestra salvación, que prolonga su sacrificio redentor en el Santo Sacrificio del altar, la Santa Misa, y que está en Persona en la Eucaristía, es comparable, según San Judas Tadeo, a asesinar el alma de nuestros hermanos, así como Caín asesinó a su hermano.
Adulterar la fe verdadera, la fe que nos dice que la Virgen María es la Madre de Dios, concebida en gracia y sin mancha de pecado, e inhabitada por el Espíritu Santo, es equivalente a cometer impurezas peores que las que cometieron los habitantes de Sodoma y Gomorra, según San Judas Tadeo.
Adulterar la fe, que se deriva del misterio trinitario y por lo tanto las consecuencias morales y de conducta que se derivan son inalterables, y que es lo que justifica, por ejemplo, que el matrimonio monogámico y la familia que de éste se deriva, sean los únicos posibles para el género humano, equivale a ser considerados como merecedores del mismo castigo reservado a los ángeles rebeldes: “A los ángeles que no conservaron su dignidad, sino que abandonaron su morada, los reservó para el día del juicio, en el abismo tenebroso con cadenas eternas. Así también Sodoma y Gomorra y las ciudades comarcanas, siendo reas de los mismos excesos de impureza y entregados al pecado aborrecible, resultaron a servir de advertencia, sufriendo la pena del fuego eterno. De la misma manera amancillan estos también su carne, desprecian la dominación, y blasfeman contra la majestad”.

El mensaje de santidad de San Judas Tadeo es, entonces, el de conservar la pureza de la fe, sin contaminarla con ideologías extrañas.

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