Santa Pelagia antes de su conversión,
entre sus cortesanos,
mientras el obispo San Nono reza por ella
(manuscrito del Siglo XIV)
Santa
Pelagia, antes de su conversión, era una mujer joven y atractiva que vivía una
vida desprejuiciada y disoluta. Una vez, al pasar por el frente de una iglesia,
escuchó el sermón de un obispo -San Nono-, en el que se narraban las atroces penas del
infierno, que les esperaban a quienes, como ella, inducían a otros al pecado.
Tocado su corazón por la gracia, experimentó un profundo y repentino
arrepentimiento perfecto, que la llevó a postrarse delante del obispo para,
entre lágrimas, suplicar el bautismo, el cual le fue concedido. A partir de
entonces, Pelagia –llamada Margarita por sus padres- repartió todos sus bienes
entre los pobres y fue a recluirse en una gruta en el Monte de los Olivos, en
Jerusalén, llevando una vida de intensa penitencia y austeridad hasta el día de
su muerte.
Santa
Pelagia, luego de narrar su conversión, nos dice cuál es el camino para obtener
la paz del alma en esta vida y la eterna felicidad en la otra: “Tal vez pocos
comprendan lo feliz que se puede ser con una vida austera, de penitencia,
renunciamiento y oración, porque así encontré el verdadero camino hacia Dios”.
El mensaje de santidad de Santa Pelagia es un mensaje en donde se nos da la
“clave de la felicidad” y como todo ser humano desea ser feliz, su mensaje es
válido y actual: nos dice que, para ser felices, el camino es la renuncia a la
satisfacción de las pasiones desordenadas y la renuncia a la acumulación
innecesaria de inútiles bienes materiales, a lo que se suman la penitencia y la
oración.
El
camino para la paz del alma y para la eterna felicidad que nos propone Santa
Pelagia está al alcance de cualquiera; lo único que se necesita es, de parte de
Dios, la gracia de la conversión, que permite iniciar este camino, y de parte
del hombre, un corazón contrito y humillado, arrepentido de sus pecados y
deseoso de ser verdaderamente feliz. El camino a la felicidad de Santa Pelagia
es el opuesto al camino que nos muestra el mundo, porque para el mundo,
gobernado por el Maligno, la felicidad está en todo lo opuesto: la satisfacción
de las pasiones, la acumulación de bienes y de dinero, la diversión
desenfrenada -y desesperada- como contrapartida a la oración.
“Tal
vez pocos comprendan lo feliz que se puede ser con una vida austera, de
penitencia, renunciamiento y oración, porque así encontré el verdadero camino
hacia Dios”. La felicidad de la austeridad, la penitencia y la oración que
propone Santa Pelagia, se fundamenta en que son los escalones, los peldaños, de
la escalera que nos lleva al cielo, en donde se encuentra la Fuente inagotable de la
felicidad y la Alegría
en sí misma, Dios Uno y Trino. Renunciar a las pasiones, hacer penitencia,
hacer oración, son los peldaños que nos conducen a Aquel que es el Único que
puede hacernos verdaderamente felices, Dios Trinidad.
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