Debido a que están en contacto con la eternidad y el tiempo
-enviando mensajes de Dios, desde la eternidad, a los hombres, que viven en el
tiempo, y llevando la respuesta de los hombres a Dios-, los ángeles realizan,
por así decirlo, dos tipos de actividades, en el cielo y en la tierra.
¿Qué hacen en el cielo? En el cielo, adoran al Cordero, que
está en el trono de Dios, postrándose en su Presencia, cantando y exultando de
alegría, y pasan de éxtasis en éxtasis de amor por siglos sin fin. También
transmiten los mensajes de Dios a los hombres –y por eso “ángeles” quiere decir
“mensajeros”-, pero su tarea principal es contemplar, adorar y amar al Cordero
en su trono, el altar de los cielos.
¿Y en la tierra? En la tierra, nuestros Ángeles Custodios adoran
al Cordero, que está en su trono, la Cruz sacrosanta, que se eleva majestuosa y
radiante de gloria divina en el altar eucarístico y junto con el sacerdote
ministerial, recogen en el cáliz, en cada Santa Misa, la Sangre preciosísima
que mana de sus manos, de sus pies y de su costado traspasado, para darla de
beber a quienes, como ellos, adoran y aman al Hombre-Dios. Nuestros Ángeles
Custodios adoran también al Cordero en los sagrarios, sobre todo en los
sagrarios en los que Él ha sido abandonado y dejado solo, y cuando no están
adorando, van presurosos hasta los hombres que viven en las tinieblas, para
susurrarles al oído que el Cordero está solo y esperando por ellos en su
Prisión de Amor y, una vez entregado el mensaje, regresan a su puesto de
adoración. Algunas veces, su mensaje es escuchado; otras, las más, es ignorado.
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