San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 16 de octubre de 2013

San Ignacio de Antioquía y el testimonio de su amor a Cristo


         San Ignacio de Antioquía sufrió el martirio en tiempos del Emperador Trajano, quien decidió la persecución de todos aquellos que no adoraran a los dioses del panteón romano, a quienes atribuía la victoria sobre sus enemigos. En las Actas del martirio de San Ignacio, se puede leer el interrogatorio al que fue sometido por el emperador en persona y el testimonio de fe en Jesucristo que resulta de este diálogo:
-¿Quién eres tú, espíritu malvado, que osas desobedecer mis órdenes e incitas a otros a su perdición?
-Nadie llama a Teóforo espíritu malvado, respondió el santo.
–¿Quién es Teóforo?
-El que lleva a Dios dentro de sí.
-¿Quiere eso decir que nosotros no llevamos dentro a los dioses que nos ayudan contra nuestros enemigos?, preguntó el emperador.
-Te equivocas cuando llamas dioses a los que no son sino diablos, replicó Ignacio. Hay un solo Dios que hizo el cielo y la tierra y todas las cosas; y un solo Jesucristo, en cuyo reino deseo ardientemente ser admitido.
-¿Te refieres al que fue crucificado bajo Poncio Pilato?.
-Sí, a Aquél que con su muerte crucificó el pecado y a su autor, y que proclamó que toda malicia diabólica ha de ser hollada por quienes lo llevan en el corazón.
-¿Entonces tú llevas a Cristo dentro de ti?
-Sí, porque está escrito, viviré con ellos y caminaré con ellos.
Cuando lo mandaron a encadenar para llevarlo a morir en Roma, San Ignacio exclamó: “Te doy gracias, Señor, por haberme permitido darte esta prueba de amor perfecto y por dejar que me encadenen por Tí, como tu apóstol Pablo”.
         San Ignacio de Antioquía demuestra, con el don de su vida, que aquello que decía con sus palabas, de que llevaba a Dios dentro de sí, era realidad, y por esto muere como “Teóforo”, es decir, como “Portador de Dios”. San Ignacio vive y hace carne las palabras de Cristo: “Donde esté tu tesoro, ahí estará tu corazón” (Mt 6, 19-23): su tesoro es Cristo crucificado y por eso su corazón está al pie de la Cruz, mereciendo así compartir la muerte martirial del Rey de los mártires.
El ejemplo de este mártir, con sus palabras, vida y obras, es válido para todo tiempo, pero mucho más para nuestro tiempo, en el que el mundo ha logrado desplazar del corazón de los hombres a Cristo Dios, para colocar en su lugar a los ídolos del neo-paganismo imperante que parece triunfar por todas partes. Al recordar a San Ignacio de Antioquía, le pedimos que interceda por nosotros para que en nuestros corazones arda el Amor de Cristo, ese Amor que es depositado en el alma en cada comunión sacramental, para que así encendidos en el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús seamos convertidos en “Cristóforos”, es decir, “Portadores de Cristo”.


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