San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 8 de febrero de 2019

Santa Josefina Bakhita



         Vida de santidad.

         Nació en Darfur, África, en 1869. Era una niña de nueve años cuando en su África natal fue raptada por esclavistas. Quedó tan impresionada por el rapto, que se olvidó su nombre y por eso le pusieron el nombre “Bakhita” que significa “afortunada”[1]; a su vez, “Josefina” fue el nombre con el que fue bautizada. Creció junto con sus padres, tres hermanos y dos hermanas, una de ellas su gemela. Bakhita fue capturada por unos esclavistas, aunque antes de ella, fue capturada su gemela: la captura de su hermana por unos negreros que llegaron al pueblo de Olgossa, marcó mucho en el resto de la vida de Bakhita, tanto así que más adelante en su biografía escribiría: “Recuerdo cuánto lloró mamá y cuánto lloramos todos”.
En su biografía Bakhita cuenta su propia experiencia al encontrarse con los buscadores de esclavos. “Cuando aproximadamente tenía nueve años, paseaba con una amiga por el campo y vimos de pronto aparecer a dos extranjeros, de los cuales uno le dijo a mi amiga: “Deja a la niña pequeña ir al bosque a buscarme alguna fruta. Mientras, tú puedes continuar tu camino, te alcanzaremos dentro de poco”. El objetivo de ellos era capturarme, por lo que tenían que alejar a mi amiga para que no pudiera dar la alarma. Sin sospechar nada obedecí, como siempre hacia. Cuando estaba en el bosque, me percaté que las dos personas estaban detrás de mí, y fue cuando uno de ellos me agarró fuertemente y el otro sacó un cuchillo con el cual me amenazó diciéndome: “¡Si gritas, morirás! ¡Síguenos!”.
Después de ser capturada, Bakhita fue llevada a la ciudad de El Obeid, donde fue vendida a cinco distintos amos en el mercado de esclavos y a pesar de que siempre quiso escapar, nunca lo logró. Con quien más sufrió de humillaciones y torturas fue con su cuarto amo, cuando tenía más o menos 13 años. Fue tatuada, le realizaron 114 incisiones y para evitar infecciones le colocaron sal durante un mes. “Sentía que iba a morir en cualquier momento, en especial cuando me colocaban la sal”, cuenta en su biografía. Bakhita fue comprada por quinta vez por el comerciante italiano Calixto Leganini en 1882, y fue la primera vez que Bakhita fue tratada bien. “Esta vez fui realmente afortunada – escribe Bakhita – porque el nuevo patrón era un hombre bueno y me gustaba. No fui maltratada ni humillada, algo que me parecía completamente irreal, pudiendo llegar incluso a sentirme en paz y tranquilidad”.
En 1884 Leganini se vio obligado a marcharse y partió para Italia con su amigo Augusto Michieli; Bakhita se negó a dejar a su amo y se fue con él a Italia. Allí, los esperaba la esposa de Michieli, y sabiendo la llegado de varios esclavos, exigió uno, dándosele a Bakhita. Con su nueva familia, Bakhita trabajo de niñera y amiga de Minnina, hija de los Michieli.
Bakhita y Minnina ingresaron al noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia, congregación fundada en 1808 y conocida como Hermanas de Canossa.
En el Instituto, Bakhita conoció a Dios y fue así como supo que “Dios había permanecido en su corazón” y le había dado fuerzas para poder soportar la esclavitud, “pero recién en ese momento sabía quién era”. Recibió todos los sacramentos -el bautismo, primera comunión y confirmación- al mismo tiempo, el 9 de enero de 1890, por el Cardenal de Venecia. En este momento, tomó el nombre cristiano de Josefina Margarita Afortunada. En el momento en que era bautizada, exclamó, llena de alegría: “¡Aquí llego a convertirme en una de las hijas de Dios!”. Ella misma cuenta en su biografía que mientras estuvo en el Instituto conoció cada día más a Dios, “que me ha traído hasta aquí de esta extraña forma”. Bakhita permaneció en el Instituto y su vocación la llevó a convertirse en una de las Hermanas de la Orden el 7 de diciembre de 1893, a los 38 años de edad.
Fue trasladada a Venecia en 1902, para trabajar limpiando, cocinando y cuidando a los más pobres. Nunca realizó milagros ni fenómenos sobrenaturales, pero obtuvo la reputación de ser santa. Siempre fue modesta y humilde, mantuvo una fe firme en su interior y cumplió siempre sus obligaciones diarias. La salud de Bakhita se fue debilitando hacia sus últimos años y tuvo que postrarse a una silla de ruedas, la cual no le impidió seguir viajando, aunque todo ese tiempo fue de dolor y enfermedad. Se dice que le decía la enfermera: “¡Por favor, desatadme las cadenas… es demasiado!”. Falleció el 8 de febrero de 1947 en Schio, siendo sus últimas palabras: “Madonna! Madonna!”, que en italiano significa: “¡Virgen! ¡Virgen!”.
Ante su féretro desfilaron miles de personas, quienes le expresaron así el respeto y admiración que sentían hacia ella. Fue velada por tres días, durante los cuales, cuenta la gente, sus articulaciones aún permanecían calientes y las madres tomaban su mano para colocarla sobre la cabeza de sus hijos para que les otorgase la salvación. Su fama de santa llevó a que fuera recordada como Nostra Madre Moretta, en Schio. El 17 de mayo de 1992 fue beatificada por Juan Pablo II y se declaró día oficial de culto el 8 de febrero.

         Mensaje de santidad.

En la ceremonia de beatificación, el Santo Padre reconoció el gran hecho de que transmitiera el mensaje de reconciliación y misericordia. En efecto, esto es lo que transmitió Bakhita con su vida, porque cuando le preguntaron qué les diría a sus captores, dijo: “Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa”. Tengamos en cuenta qué es lo que le hicieron sus captores, para valorar sus palabras: la raptaron cuando era niña; la separaron de sus seres queridos, a los que nunca más volvió a ver; la azotaron en la espalda tantas veces, que le arrancaron la piel con los azotes; en vez de curarla, le arrojaron sal, para que le doliera más y en consecuencia le quedó la espalda marcada de por vida con cicatrices gigantes; la trataron como esclava, humillándola permanentemente; la vendieron como esclava a cinco distintos amos en el mercado de esclavos, siendo el cuarto amo el que peor la trató. Así y todo, Bakhita, al serle preguntado qué les diría a sus captores si los viera, Bakhita respondió eso, que les besaría las manos, porque gracias a que la raptaron, se hizo cristiana. Aquí vemos no solamente la imitación de Cristo en la Pasión, sobre todo en la flagelación y en el perdón a los enemigos –“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”-, sino que vemos un gran amor y aprecio por la gracia santificante, que la hizo cristiana, le quitó el pecado original y la convirtió en hija adoptiva de Dios. Para Bakhita, ser hija de Dios era algo tan grande, que aun obteniendo esta filiación al precio de prácticamente su vida –porque sus captores le arruinaron la vida, humanamente hablando-, eso era nada en comparación con el don tan inmensamente grande de haber sido bautizada, esto es, el haber recibido la gracia de la filiación divina.
         Perdón a los enemigos, amor a los enemigos, amor a Cristo y su gracia hasta el extremo de despreciar la propia vida, son algunos de los ejemplos que nos brinda Santa Josefina Bakhita.

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