San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

domingo, 3 de febrero de 2019

San Blas y la bendición de las gargantas



         San Blas era un santo que, en tiempos de persecución a la Iglesia en Capadocia, se había ido a refugiar a los montes, para allí vivir una vida de retiro, de oración y de penitencia. Según cuenta su biografía, tenía el don de curar a los enfermos humanos y también a las fieras salvajes, por lo que a la puerta de su cueva, se encontraban numerosos animales, esperando pacientemente su turno para ser curados. De hecho, fue así que lo encontraron, ya que una patrulla de soldados vio a este grupo de animales frente a una cueva, les llamó la atención y al ingresar, vieron a San Blas, al cual detuvieron por ser cristiano.
         En el camino a su ejecución, le salió a su encuentro una mujer desesperada que llevaba a su hijo que acababa de morir, asfixiado por habérsele atragantado una espina de pescado. El santo le dio la bendición al niño ya muerto y, de inmediato, éste recobró la vida[1]. A partir de entonces, es que surgió la piadosa costumbre de bendecir las gargantas. El santo finalmente fue conducido a prisión, en donde obtuvo la conversión de numerosos prisioneros; luego fue arrojado al lago para que se ahogara, pero el poder de Dios lo mantuvo a flote, permitiendo sin embargo que se ahogaran quienes adoraban a los ídolos[2]. Al llegar a tierra firme, el santo fue decapitado, muriendo mártir por Cristo e ingresando en el Reino de los cielos en el año 316 d. C.
          Ahora bien, debemos pedirle a San Blas que bendiga nuestras gargantas, pero no solo para protegerlas de cualquier enfermedad o daño físico, sino que debemos pedirle que bendiga nuestras gargantas para que de ellas no salgan sino palabras edificantes de amor, de consuelo, de paz, para nuestro prójimo y de piedad, adoración y amor para con Nuestro Dios. Es decir, debemos pedir que nuestras gargantas sean bendecidas para que no solo nunca digamos nada malo contra nuestro prójimo y contra nuestro Dios, sino que de ella solo salgan bendiciones para nuestros hermanos y alabanzas para nuestro Dios. Además, la bendición de las gargantas tiene otro objetivo, y es el de hacerlas dignas para que por ellas ingrese, por la comunión eucarística, Nuestro Salvador Jesucristo. Entonces, que de nuestras gargantas bendecidas, no salga nunca palabra desedificante alguna, sino solo bendiciones para nuestros hermanos y alabanzas de adoración para Jesús Eucaristía.

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