San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 5 de febrero de 2019

Santa Águeda



         Vida de santidad[1].

Santa Águeda provenía de una familia distinguida y además era una joven de gran belleza. Sin embargo, poseía algo más valioso todavía y era su fe en Jesucristo. En esa época, se desencadenó una de las persecuciones a la Iglesia por parte del emperador Decio (250-253). Un senador romano, llamado Quintianus, trató de aprovechar la situación para retener a Águeda para sí, pero esta lo rechazó sin miramientos, aduciendo que ya tenía otro esposo y ese Esposo era Jesucristo.
Quintianus no se dio por vencido y la entregó en manos de Afrodisia, una mujer de mala vida, para tratar de corromper a la joven con las tentaciones del mundo, pero las virtudes de Santa Águeda y su fidelidad a Cristo fueron más fuertes que las tentaciones a las que la sometía la mujer.
Quintianus entonces, al ver que no podía corromper y poseer a la joven, se dejó llevar por la ira, por lo que decidió torturar a la joven virgen con toda clase de crueldades, llegando al extremo de ordenar que se le corten los senos. La respuesta de Santa Águeda se volvió célebre: “Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?”. En medio de sus torturas, la santa fue consolada con una visión de San Pedro quien, milagrosamente, la sanó. Sin embargo, las torturas continuaron y fueron tan intensas que finalmente terminaron con la vida de la santa, cuyo cuerpo ya sin vida fue arrojado sobre un lecho de carbones encendidos. Esto sucedió en Catania, Sicilia (Italia). Desde la antigüedad su culto se extendió por toda la Iglesia y su nombre fue introducido en el Canon romano.

Mensaje de santidad[2].

Ya desde antiguo, se le atribuyen a la santa numerosos milagros. Uno de ellos es el de la detención de la lava del volcán Etna, que había hecho erupción en el año 250: según la tradición, debido al ruego de los habitantes a la santa, la lava se detuvo milagrosamente antes de llegar a la ciudad, salvándose la misma de ser arrasada por el fuego volcánico. Por esta razón es que la ciudad de Catania la tiene como patrona y las regiones aledañas al Etna la invocan como patrona y protectora contra fuego, rayos y volcanes. Además de estos elementos, la iconografía de Santa Águeda suele presentar la palma, que significa la victoria del martirio, como también algún símbolo que recuerde las torturas que padeció. Y es que la santa es ejemplo para nosotros no por los milagros que pueda haber hecho o continúe haciendo, porque los continúa haciendo con toda seguridad, sino que lo que nos deja a nosotros como mensaje de santidad es su gran amor a Jesucristo, el Hombre-Dios, manifestado no meramente de palabras, sino con obras –se destacaba por su gran bondad- y por el don de su vida, además de haberse consagrado virginalmente a Nuestro Señor. Es decir, Santa Águeda es ejemplo para nosotros porque ofrendó su vida por amor a Jesucristo y esto es sumamente válido en nuestros tiempos, en los que la gran mayoría de las personas ofrendan sus vidas a los ídolos. Así, Santa Águeda nos demuestra que vale la pena perder la vida por Cristo y que, como dice la Escritura, “todo lo que hay en este mundo es nada en comparación con Cristo”. El otro ejemplo que nos deja Santa Águeda es el de su castidad y virginidad, sobre todo en un tiempo, como el nuestro, en el que la sensualidad, el hedonismo, la búsqueda del placer y la exaltación de las pasiones, se han convertido en norma de vida, siendo las primeras víctimas de esta concepción hedonista del mundo los niños y los jóvenes, que crecen creyendo que el hedonismo y la satisfacción de las pasiones –a través de la ideología de género, de la ESI y del feminismo- es el objetivo de la vida, desconociendo las delicias y la bienaventuranza que la castidad y la virginidad por Cristo conceden al alma.
Por su martirio y por su castidad, Santa Águeda es doblemente ejemplo para los niños y jóvenes de hoy.






[1] Cfr. https://www.corazones.org/santos/agueda.htm ; Butler, Vida de Santos, vol. IV.  México, D.F.: Collier’s International - John W. Clute, S.A., 1965; The Catholic Encyclopedia; Kirsch, J. P., Saint Agatha, Catholic Encyclopedia, Encyclopedia Press. 1913; Sgarbossa, Mario y Giovannini, Luigi. Un Santo Para Cada Día. Santa Fe de Bogotá: San Pablo. 1996.
[2] Fuentes antiguas: Su oficio en el Breviario Romano se toma, en parte de las Actas de latinas de su martirio. (Acta SS., I, Feb., 595 sqq.). De la carta del Papa Gelasius (492-496) a un tal Obispo Victor (Thiel. Epist. Roman. Pont., 495) conocemos de una Basílica de Santa Águeda. Gregorio I (590-604) menciona que está en Roma (Epp., IV, 19; P.L., LXXVII, 688) y parece que fue este Papa quien  incluyó su nombre en el Canon de la Misa. Solo conocemos con certeza histórica el hecho y la fecha de su martirio y la veneración pública con que se le honraba en la Iglesia primitiva.  Aparece en el Martyrologium Hieronymianum (ed. De Rossi y Duchesne, en el Acta SS., Nov. II, 17) y en el Martyrologium Carthaginiense que data del quinto o sexto siglo (Ruinart, Acta Sincera, Ratisbon, 1859, 634). En el siglo VI, Venantius Fortunatus la menciona en su poema sobre la virginidad como una de las celebradas vírgenes y mártires cristianas (Carm., VIII, 4, De Virginitate: Illic Euphemia pariter quoque plaudit Agathe Et Justina simul consociante Thecla. etc.).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario