Muerte de San José en brazos de Jesús y María.
San José, Esposo legal
de María Virgen y Padre adoptivo del Hijo de Dios
San José es uno de los más grandes santos de la Iglesia, en
quien resplandecen todo tipo de virtudes. Fue por esto, precisamente, que Dios
lo eligió para que fuera el encargado, en la tierra, de custodiar los dos más
grandes tesoros de Dios: María Santísima y el Niño Dios.
Con
respecto a María Santísima y a su matrimonio con la Virgen, hay que decir que
San José fue Esposo de la Virgen, pero un esposo meramente legal de María,
puesto que él mismo fue virgen, de manera tal que se le puede decir: “Padre
Virgen”, que conservó intacta su virginidad antes y durante el matrimonio legal
con María Santísima. Al respecto, dice así San Pedro Damián: “No parece que
fuese suficiente que sólo la Madre fuese virgen; es de fe de la Iglesia que
también aquel que hizo las veces de padre ha sido virgen. Nuestro Redentor ama
tanto la integridad del pudor florido, que no sólo nació de seno virginal, sino
también quiso ser tocado por un padre virgen”. Con relación a María, JAMÁS hubo
trato carnal, tal como sucede con los esposos humanos: todos los santos
coinciden en que San José era más bien, hacia María, un custodio, y no esposo
en el sentido terreno. Es en este sentido en que se pronuncia un santo como San
Francisco de Sales: “María y José habían hecho voto de virginidad para todo el
tiempo de su vida y he aquí que Dios quiso que se uniesen por el vínculo del
santo matrimonio, no para que se desdijeran y se arrepintieran de su voto, sino
para que se confirmasen más y más y se animasen mutuamente juntos durante toda
su vida”. Entonces, siendo San José Padre Virgen y Esposo Casto y Puro, el amor
profesado a María Virgen no era, de ninguna manera, un amor carnal, sino que era
como un amor de hermanos, un amor casto, puro, de afecto fraterno, y no podía
ser de otra manera, porque así como la Madre de Dios debía ser Virgen antes,
durante y después del parto, porque no podía estar contaminada con amores
profanos y mundanos, así también el Padre adoptivo de Jesús, debía ser, por la
dignidad del Hijo a quien debía adoptar, y por la dignidad de la Esposa, Madre
y Virgen a la que debía esposar, virgen, casto y puro. En algunos evangelios
apócrifos –falsos- se afirma que San José era ya anciano cuando desposó a María
y que había enviudado, porque había estado desposado previamente y de este
matrimonio previo habría tenido hijos, todo lo cual es absolutamente falso[1]. Dice
Santo Tomás de Aquino: “Se debe creer que José permaneció virgen, porque no
está escrito que haya tenido otra mujer y la infidelidad no la podemos atribuir
a tan santo personaje”.
Es
por esto que repudiamos, con todas las fuerzas de nuestro ser, las impías
declaraciones de Sor Lucía Caram[2],
acerca de que San José y la Virgen María “tuvieron relaciones sexuales”, al
tiempo que rezamos y pedimos para que la hermana se arrepienta de estas
blasfemias y pida perdón a la Iglesia, a los fieles y, sobre todo, a la Virgen
y a Nuestro Señor Jesucristo. Nosotros, de nuestra parte, rezamos en
reparación, proclamamos la única verdad con relación al matrimonio meramente
legal de María y José, y pedimos nuestra conversión y la de la hermana Lucía
Caram.
Retomando
nuestra semblanza sobre San José, podemos decir que, por sus virtudes como
Esposo Fiel, es modelo y ejemplo para todo esposo que verdaderamente ame a su
esposa: el amor verdadero y puro es fiel, único, indisoluble, ya que de ninguna
manera, quien ama a su esposa con todo su corazón, puede llegar a tener lugar
para otra mujer que no sea su esposa. San José es el Padre Virgen, el Esposo
Fiel, caso y puro, modelo admirable de amor esponsal para todo esposo
cristiano. La infidelidad revela que el amor es tan débil y escaso, que en el
corazón del esposo infiel, hay lugar para otros amores, que no sean su esposa
legítima, lo cual no sucede, absolutamente hablando, en San José.
San
José es modelo también de Padre, porque si bien es Padre adoptivo de Jesús,
puesto que el Padre verdadero de Jesús es Dios Padre -ya que Jesús es Dios Hijo
y por lo tanto procede del Padre desde la eternidad-, San José fue elegido por
Dios Padre para que lo representara, en la tierra, en su rol paterno, para que
ejerciera la paternidad en la tierra con su Hijo encarnado, así como Dios Padre
es Padre de Dios Hijo en la eternidad, en los cielos. Esto es un privilegio que,
por sí mismo, habla de las virtudes, en grado excelso, de San José, porque es
Dios Padre quien lo elige para que sea Custodio y Padre adoptivo de su Hijo, el
Verbo Eterno encarnado. San José es modelo para todo padre, porque dedica toda
su vida, todos sus esfuerzos, todo su amor, a la educación de su Hijo y a la
atención de su Esposa, trabajando incansablemente, arduamente, todos los días
de su vida, incluso hasta su muerte, para que no les faltara el pan de cada día
a su familia. Al respecto, hay que notar cómo San José trabaja para conseguir
el pan material, para alimentar a Aquél que es el Pan de Vida eterna, que
alimenta nuestras almas con la substancia misma de Dios. Y con respecto al
trabajo –es ejemplo de cómo santificarnos en el trabajo, consagrándolo a Dios,
porque su trabajo está dedicado a la Virgen y a Jesús-, según un libro que, se dice
que fue dictado por la Virgen[3],
San José murió precisamente, trabajando o a causa del trabajo. Según este
libro, San José y Jesús habían salido a hacer un trabajo de carpintería,
encargado en un pueblo vecino, para lo cual debían atravesar una montaña y
recorrer un camino relativamente largo. Lo que sucedió fue que, como era
invierno, y habiendo ya recorrido un largo trecho, comenzó a nevar y la
temperatura descendió mucho, con lo cual San José enfermó de neumonía. Jesús,
con todo el dolor de su Corazón, trató de abrigar a su Padre con su mismo
Cuerpo, y lo llevó de regreso a Nazareth, donde esperaba la Virgen, que algo
presentía. Al llegar, ya era tarde, porque la neumonía había avanzado mucho, y
San José terminó muriendo, por esta causa, pero su muerte fue la más hermosa de
todas las muertes, porque murió en brazos de Jesús y María, llenándose su alma
de paz y amor celestial en el momento de morir, como anticipo del amor, la
alegría y la paz que habría de experimentar en el Reino de los cielos, para
siempre. Por que vivió y murió con Jesús y María, San José es Patrono de la
vida bienaventurada y de la muerte cristiana y santa.
Por
último, San José es modelo y maestro para todo adorador eucarístico, porque en
su tarea de ser Padre adoptivo de Jesús, San José, al tiempo que educaba a Dios
Hijo, no podía dejar de asombrarse y de maravillarse, al comprobar que ese Niño,
al cual él educaba y criaba, era su mismo Dios, Creador, Santificador y
Redentor. Es decir, San José, podemos decir, vivía en un estado de “adoración eucarística
perpetua”, porque el Niño al cual él educaba y contemplaba con todo el amor de
su corazón, era su propio Dios, el Dios que lo había creado, el Dios que lo
habría de redimir con su Cruz, el Dios que lo habría de santificar y glorificar
en el Reino de los cielos. Así como San José contemplaba, amaba y adoraba a su
Hijo Jesús, que era Dios pero que estaba oculta su divinidad por el velo de su
humanidad, así también entonces nosotros debemos contemplar, amar y adorar a
Cristo Dios, que es el Dios de la Eucaristía, Presente en Persona con su
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Eucaristía, aunque oculta su divinidad a
los ojos corporales, bajo la apariencia de pan. Por esta razón, todo el que
desee ser Adorador Eucarístico –o si, ya lo es, pero quiere adorar más y mejor
la Eucaristía-, debe encomendarse a San José, Modelo y Maestro de los Adoradores
Eucarísticos, para que en el silencio de la oración y en lo más profundo del
corazón, enseñe a los Adoradores a amar, contemplar y adorar a su Hijo Jesús,
Presente en la Eucaristía.
[1] Cfr. Historia de José el carpintero; Protoevangelio
de Santiago; Evangelio de Tomás.
[2] Para conocer un poco más acerca
de las penosas y lamentables declaraciones de Sor Lucía Caram, consultar el
siguiente sitio: https://www.aciprensa.com/noticias/dominica-lucia-caram-asegura-que-la-virgen-maria-y-san-jose-tenian-sexo-38832/
[3] Cfr. Santiago Marín, El
Evangelio secreto de la Virgen María, Editorial Planeta Testimonio,
Barcelona 1996.
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