San Expedito fue un soldado romano que vivió en tiempos del
emperador Diocleciano, a principios del siglo IV d. C. En un momento
determinado, el emperador obligó a todos los oficiales de su ejército a
realizar sacrificios a los dioses del panteón romano y a encarcelar y ejecutar
a quienes se opusieran. Con esta medida, pretendía hacer renegar a los
cristianos de su fe en Jesucristo, el Verdadero y Único Dios. Puesto que San Expedito había recibido la
gracia de la conversión, se negó rotundamente a abandonar su fe en Jesús, por
lo que fue martirizado el 19 de abril del año 303 d. C.
Desde
su martirio, San Expedito es representado con aquello que recuerda su proceso
de conversión y su martirio: aparece sosteniendo una cruz en lo alto, con una
palma en la otra mano; con un cuervo aplastado bajo su pie y con el casco
romano en el suelo. San Expedito alza en alto la cruz victoriosa de Jesucristo,
con la inscripción “Hodie”, que significa “Hoy”, puesto que venció, con la
ayuda de la cruz de Jesús, la tentación del Demonio, que lo trataba de
convencer de que dejara su conversión para después. Asistido por la gracia
santificante que brota de la cruz de Jesús, San Expedito tuvo la sabiduría y la
fortaleza divina necesarias para elegir a Jesucristo en vez del Demonio, haciéndolo
inmediatamente y sin demoras, y es por esta razón que se convirtió en el “Patrono
de las causas urgentes”. Al recibir la gracia de la conversión, en el mismo
momento fue tentado por el Demonio para que la aplazara, pero fue la cruz de
Jesús la que le dio la fortaleza necesaria para elegir a Jesús (es esta la primera "causa urgente" por la que debemos pedir a nuestro santo su intercesión: la propia conversión y la conversión de los seres queridos y de los pecadores más empedernidos).
El santo aparece también con su pie aplastando a un cuervo,
que es en realidad el Demonio, el cual se le había aparecido bajo la figura de
ese animal, pretendiendo tentarlo para que continuara su vida de pagano y para
que postergara la decisión de convertirse, dejándola para un incierto futuro. La proposición del Demonio era una falsedad y una temeridad, pues no sabemos si hemos amanecer "mañana"; no sabemos si Dios no nos llamará ante su Presencia para recibir nuestro Juicio Particular dentro de una hora, lo cual quiere decir que debemos estar preparados, en todo momento, para el día de la muerte, para atravesar con toda tranquilidad la comparecencia ante el Sumo Juez, para lo que se necesita, a su vez, estar convertidos o, al menos, haber iniciado el camino de la conversión del corazón a Jesucristo. San Expedito se nos muestra como un gran ejemplo al no cometer la temeridad que le proponía el Demonio -postergar la conversión para un incierto "mañana"-, al tiempo que, asistido por la gracia, dice: "Hodie", "Hoy, hoy mismo comienzo a ser cristiano, a cargar la cruz, a seguir a Jesús, a cumplir sus mandamientos; hoy y no mañana".
El casco de la legión en el suelo, indica que San Expedito
dejó su servicio en el ejército romano, para comenzar a militar como soldado de
Cristo; la palma en su mano derecha indica, a su vez, su condición de mártir,
es decir, de aquel que derramó su sangre por proclamar a Jesucristo, el
Hombre-Dios, como el Único Salvador de los hombres.
La
vida y el ejemplo de santidad de San Expedito, un mártir del siglo IV a. C.,
son valiosísimos para todos los tiempos, pero lo son en especial para los
nuestros, en los que el Demonio no se nos aparece como un cuervo negro, sino
bajo múltiples ídolos: ateísmo, agnosticismo, relativismo, materialismo, brujería,
magia, ocultismo, sectas, espiritismo, culto a ídolos demoníacos -como el
Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte-, música que exalta las pasiones
e induce a todo tipo de pecados –como la cumbia, el reggaetón, el rock satánico-, la drogadicción, la satisfacción sensual de las pasiones, etc. El Demonio es como un cocinero perverso, que prepara platos que, en apariencia, son apetitosos, pero que en realidad esconden el veneno del pecado. Lo que pretende el Demonio, a través de estos ídolos, es hacer olvidar al
hombre que se encuentra en esta vida sólo de paso, que esta vida es una prueba
para ganar el cielo y evitar la eterna condenación en el infierno y que sólo a
través de Jesús crucificado podrá salvar el alma. Por estas razones, la vida y
el martirio de San Expedito son sumamente actuales y valiosísimas para los
hombres del siglo XXI.
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