Con mucha frecuencia sucede,
entre los cristianos, que frente a las pruebas y tribulaciones de la vida,
sobrevengan el desánimo y el desaliento, como consecuencia de la incomprensión
del misterio pascual de Jesús, de Muerte y Resurrección. A raíz de esta incomprensión,
los cristianos acuden a la oración para pedir a Dios que les sea quitada la
tribulación y que la prueba finalice cuanto antes. Entre los escritos de Santa
Rosa, existe un texto en el que Nuestro Señor no solo reafirma el valor de la
tribulación y de la prueba, sino que advierte que es el único camino para
acceder al cielo:
Así narra Santa Rosa las palabras
de Jesús: “El divino Salvador, con inmensa majestad, dijo: «Que todos sepan que
la tribulación va seguida de la gracia; que todos se convenzan que sin el peso
de la aflicción no se puede llegar a la cima de la gracia; que todos comprendan
que la medida de los carismas aumenta en proporción con el incremento de las
fatigas. Guárdense los hombres de pecar y de equivocarse: ésta es la única
escala del paraíso, y sin la cruz no se encuentra el camino para subir al
cielo».
Las palabras de Jesús a Santa
Rosa de Lima explicitan lo que Él nos reveló en el Evangelio: “Si alguien
quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue su Cruz de todos los
días, y me siga” (Lc 9, 22-25). ¿Por qué nos dice esto Jesús? Porque el
cristiano está en esta vida para salvar su alma, pero la salvación solo viene
por Cristo y Cristo crucificado, muerto y resucitado. De ahí la importancia de
cargar la Cruz de cada día y de seguir a Jesús por el Camino Real de la Cruz,
el Via Crucis; de ahí la importancia de la negación de uno mismo, porque
en la cima del Calvario debe morir el hombre viejo, para que renazca el hombre
nuevo, el hombre regenerado por la gracia; de ahí la importancia de aceptar las
tribulaciones, las aflicciones, las fatigas, porque son dones del cielo que nos
hacen participar de la Cruz de Jesús, porque la Cruz es tribulación -Suprema
Tribulación-, aflicción -Suprema Aflicción-, fatiga -Suprema Fatiga-. Esto
quiere decir que el cristiano no solo no debe jamás rechazar la tribulación -la
que viene de la Cruz-, sino por el contrario, debe postrarse en acción de
gracias por tan inmenso don, puesto que al ser una participación a la Cruz de
Jesús, es un signo de predilección divina.
Esto es lo que explica también
que en el camino opuesto al de la salvación, en el camino de la perdición, los
réprobos no experimenten tribulación ni prueba alguna, porque allí no hay
redención ni salvación. Es muy mala señal que alguien de rienda suelta a las
pasiones y que su único objetivo en la vida sea obtener éxitos mundanos y
bienes materiales: éste no es el camino de la Cruz, y no es el camino de la
salvación, el camino que conduce al cielo.
Ahora bien, el cristiano debe saber
que la tribulación no es un fin en sí mismo, y que nada termina en la
tribulación; por el contrario, "a la tribulación", le dice Jesús a
Santa Rosa de Lima, "le sigue la gracia"; "con el peso de la
aflicción, se llega a la cima de la gracia"; "los carismas aumentan
con el incremento de las fatigas", y esto es así porque a la Cruz le sigue
la Luz, a la Muerte de Cristo en la Cruz, le sigue la Resurrección en la gloria
divina. Y tal como le dice también Jesús a Santa Rosa, la tribulación de la
Cruz no es un "camino alternativo" u "opcional", sino el
único camino: "Ésta es la única escala del paraíso, y sin la Cruz no se
encuentra el camino para subir al cielo".
Meditando sobre las palabras de
Jesús, más adelante, Santa Rosa agrega: "¡Ojalá todos los mortales
conocieran el gran valor de la divina gracia, su belleza, su nobleza, su
infinito precio, lo inmenso de los tesoros que alberga, cuántas riquezas, gozos
y deleites! Sin duda alguna, se entregarían, con suma diligencia, a la búsqueda
de las penas y aflicciones. Por doquiera en el mundo, antepondrían a la fortuna
las molestias, las enfermedades y los padecimientos, incomparable tesoro de la
gracia. Tal es la retribución y el fruto final de la paciencia. Nadie se
quejaría de sus cruces y sufrimientos, si conociera cuál es la balanza con que
los hombres han de ser medidos".
Si las vidas de los santos son
propuestas por la Iglesia para que aprendamos de ellos, la vida de Santa Rosa de
Lima nos deja esta gran enseñanza: debemos agradecer la tribulación, signo de
predilección del Amor divino, que nos hace participar de la Cruz de Jesús,
Puerta abierta al cielo, a la eterna felicidad.
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