San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 28 de agosto de 2013

El martirio de San Juan Bautista y el misterio de Cristo Esposo


          Si se observa de modo superficial, sin considerar el misterio de Cristo, puede interpretarse que San Juan Bautista da su vida por un determinado orden moral, el que se deriva de la ley natural. En efecto, el Bautista muere como consecuencia de su enfrentamiento con Herodes, el cual cometía el pecado de adulterio con la mujer de su hermano (cfr. Mt 14, 1-12). De esta manera, el Bautista aparecería como ofrendando su vida por una causa noble, como lo es la defensa del orden natural, según el cual el hombre debe unirse a su esposa en matrimonio monogámico, quedando vedado todo tipo de relación fuera de esta. Si Juan el Bautista hubiera muerto por esta razón, no sería de ser una muerte por una causa loable, visto que el matrimonio entre el varón y la mujer es una institución de derecho natural, cuya alteración y/o destrucción conllevan graves peligros para la familia y la sociedad humana.
          Sin embargo, Juan el Bautista da su vida por algo infinitamente más grande que la unión esponsal monogámica entre el varón y la mujer, y es el misterio de Cristo: Juan el Bautista da su vida por un matrimonio, pero no por el matrimonio terreno, entre el hombre y la mujer, sino por la unión esponsal mística entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa. Cristo, en cuanto Dios Hijo encarnado en el seno virgen de María Santísima, es el Esposo de la humanidad, que se une en nupcias místicas precisamente en la Encarnación, al asumir una naturaleza humana. La Encarnación del Verbo de Dios, esto es, la unión en la hipóstasis o Persona divina del Verbo de la humanidad de Jesús de Nazareth, es descripta por los Padres de la Iglesia, por la Tradición y por el Magisterio de la Iglesia, en términos de amor nupcial y de bodas místicas, lo cual explica que uno de los nombres de Jesús sea el de "Esposo", tal como Él mismo se lo aplica -"Los amigos del esposo no ayunan mientras este está con ellos"-, y explica que la Iglesia sea llamada "Esposa mística del Cordero", por cuanto la Iglesia está formada por las almas humanas, a las cuales Cristo las une a sí mismo por medio de la gracia santificante. Cristo entonces es el Esposo divino de la Iglesia Esposa, que se une a ella por la Encarnación y que da la suprema muestra de amor esponsal, al ofrendarse por ella en la Cruz.
          Es esta unión esponsal entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa, llevada a cabo por el Amor divino en la Encarnación, lo que da fundamento a la unión esponsal terrena entre el varón y la mujer, ya que convierte a esta unión en un espejo o reflejo de la unión esponsal entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa. Además, la unión entre Cristo y la Iglesia en nupcias místicas es lo que explica las características del matrimonio monogámico, al tiempo que hace imposible que la unión verdaderamente esponsal sea otra distinta a la del varón con la mujer. El esposo-varón y la esposa-mujer, unidos de modo indisoluble, cuyo fin del matrimonio es el fruto que son los hijos, adquiere estas características -unidad, indisolubilidad, heterosexualidad- como consecuencia de estar enraizado el matrimonio terrenal entre el varón y la mujer en un misterio infinitamente más grande, el misterio de la unión nupcial entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa. En otras palabras, las características del matrimonio monogámico no se derivan de arbitrios eclesiásticos, sino de la naturaleza misma del matrimonio místico entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa, de cuyo matrimonio es un reflejo en el mundo y un testigo ante la sociedad humana, el matrimonio entre el varón y la mujer.

          El martirio de Juan el Bautista, por lo tanto, no es por el mero testimonio del orden natural que debe observarse en el matrimonio; su muerte martirial debe leerse a la luz de las palabras de San Pablo a los Efesios: "Gran misterio es este, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia" (5, 12).

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