10 de febrero
Vida
y milagros de Santa Escolástica[1]
Religiosa, era hermana
gemela de San Benito de Nursia, el santo que fundó la primera comunidad
religiosa de occidente. Nació en el año 480, en Nursia, Italia. Al igual que su
hermano, entró en religión muy joven, y mientras él dirigía un convento para
hombres en el Monte Casino, Escolástica fundó un convento para mujeres a los
pies de ese mismo monte.
La acción evangelizadora de
ambos santos hermanos supuso no solo un avance cultural para Occidente, en una
época caracterizada por el dominio de pueblos bárbaros e incultos, sino ante
todo, sus monasterios y conventos constituyeron grandiosos faros de luz divina
que iluminaron, y continúan iluminando aún hoy, las tinieblas espirituales de
los hombres caídos en el pecado.
Tanto San Benito como Santa
Escolástica hermosearon, a la par que santificaron, Europa y el mundo entero,
no solo en la Baja Edad Media, sino en toda época. De la rama benedictina, del
gran árbol de la Santa Iglesia Católica, maduraron maravillosos frutos de santidad:
Santa Hildegarda, Santa Matilde, Santa Gertrudis, y muchísimos otros santos más.
Aunque eran hermanos y se
amaban mucho, San Benito, en cumplimiento de las estrictas normas conventuales,
iba a visitar a Escolástica solo una vez al año, y el día de la visita lo
pasaban los dos hablando de temas espirituales.
Sucedió que pocos días antes
de la muerte de la santa fue su hermano a visitarla y después de haber pasado
el día entero en charlas religiosas, y al llegar el atardecer, San Benito se
despidió de su hermana con la intención de regresar al monasterio. Era el
primer jueves de Cuaresma del año 547. El Papa San Gregorio Magno es quien nos
refiere siguiente diálogo mantenido entre San Benito y su hermana Santa
Escolástica[2].
Sin embargo, y a pesar de
saber que era contrario a las reglas conventuales, Escolástica le pidió a San
Benito que se quedara aquella noche charlando con ella acerca del cielo y de
Dios. El santo le respondió: “¿Cómo se te ocurre hermana semejante petición? ¿No
sabes que nuestros reglamentos nos prohíben pasar la noche fuera del convento?”.
Entonces ella juntó sus manos y se quedó con la cabeza inclinada, orando a
Dios. Y en seguida se desató una tormenta tan fuerte y un aguacero tan
violento, que San Benito y los dos monjes que lo acompañaban no pudieron ni
siquiera intentar volver aquella noche a su convento. Entonces le dijo
Escolástica a su hermano: “¿Ves hermano? Te rogué a ti y no quisiste hacerme
caso. Le rogué a Dios, y El sí atendió mi petición”.
Y pasaron toda aquella
noche rezando y hablando de Dios y de la Vida Eterna, quedando cada uno gozoso
de las palabras que escuchaba a su hermano.
Al día siguiente, San Benito
volvió a su convento de Monte Casino y a los tres días, al asomarse a la
ventana de su celda vio una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo.
Entonces por inspiración divina supo que era el alma de su hermana que viajaba
hacia la feliz eternidad. Envió a unos de sus monjes a que trajeran su cadáver,
y lo hizo enterrar en la tumba que se había preparado para él mismo. Pocos días
después murió también el santo. Así estos dos hermanos que vivieron toda la
vida tan unidos espiritualmente, quedaron juntos en la tumba, mientras sus
almas cantan eternamente las alabanzas a Dios en el cielo.
Mensaje de santidad de Santa Escolástica
Santa Escolástica, al igual
que su hermano San Benito, eligió la vida monástica, lo cual quiere decir
ocultamiento a los ojos del mundo. Para el mundo, un monje es alguien que
prácticamente no existe, que ha desaparecido de toda actividad, y por lo tanto
es ignorado y no cuenta. Sin embargo, si el monje desaparece para el mundo, es
en cambio conocido por Dios y amado por Él, y es tan amado por Dios, que Él le
devuelve con creces todo lo que el contemplativo le ofrendó a Él. Santa
Escolástica le dio a Dios su vida y también a su hermano, a quien tanto quería,
y Dios le dio a cambio la vida eterna, y el tener a su hermano para siempre en
la feliz eternidad.
Desde hace catorce siglos,
las reliquias de Santa Escolástica y de San Benito, germinan incesantemente en
frutos de santidad. A pesar del paso del tiempo, San Benito continúa presente
en los santos de la orden y en sus conventos y religiosos, porque “todo lo que
nace de Dios vence al mundo”. Y también se perpetúa y continúa viva Santa
Escolástica, cuya vida oculta encarna el poder de la oración contemplativa,
razón de ser de los claustros conventuales[3].
Santa Escolástica, estando
oculta al mundo, no era escuchada ni por su propio hermano, que quería regresar
a toda costa al monasterio, pero sí era escuchada por Dios, quien le concedió
su petición de una tormenta para que su hermano se quedase, para así poder
hablar de la eternidad a la que pronto habrían de ingresar.
Unidos por el amor
fraternal, y por el amor que concede la gracia divina, ambos hermanos,
sepultados en la misma tumba, viven ahora para siempre, en la alegría eterna de
los cielos, en la contemplación gozosa de Dios Uno y Trino. Ambos se entregaron
a Él en esta vida, para amarlo en la oración contemplativa, en la oscuridad
luminosa de la fe, y ambos lo aman ahora, por la eternidad, en la alegre
contemplación cara a cara.
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