San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 22 de julio de 2013

Santa María Magdalena


“Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” (Jn 20, 1-3. 11-18). María Magdalena acude al sepulcro el Día de la Resurrección; ve la piedra de la entrada corrida; se da cuenta de que Jesús no está en el sepulcro, y comienza a llorar, porque piensa que “se han llevado el Cuerpo”, y ella no sabe dónde lo han puesto; incluso, se encuentra con Jesús en Persona, pero no lo reconoce, ya que lo confunde con el jardinero; le pregunta a Jesús “donde lo han puesto” a su Señor, que ella lo irá a buscar.
María Magdalena busca a Jesús, pero busca a un Jesús muerto; ha quedado anclada en la Tragedia del Viernes Santo; el Deicidio la ha conmovido, pero no ha sido capaz de trascender la Muerte de la Cruz, que finaliza en la Resurrección del Sepulcro. María Magdalena busca a Jesús, pero llora, porque no busca a Jesús resucitado; no busca al Jesús vivo, al Jesús Victorioso, que ha vencido a los enemigos mortales del hombre, el demonio, el mundo y el pecado; María Magdalena llora porque busca a un Jesús muerto, que es un Jesús inexistente, porque es verdad que Jesús murió en la Cruz, pero es también verdad que resucitó y que ya no muere más, y por eso el llanto de María Magdalena no está justificado y no se entiende a la luz de la Resurrección; el llanto de María Magdalena es el llanto de quien no ha recibido la gracia de ser iluminado por el Espíritu Santo, para contemplar el misterio pascual de Jesucristo en su totalidad.
El estado de congoja de María Magdalena; el estado de angustia, y el llanto que la embarga, es lo que motiva la pregunta de Jesús: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. En la misma pregunta de Jesús, está ya la respuesta que calma su llanto: María Magdalena llora porque no encuentra a Jesús, y ya lo tiene delante; María Magdalena busca a Jesús, y ya lo ha encontrado, porque está delante suyo. Con su Presencia, Jesús calma el llanto y la desazón de María Magdalena, porque le dice: “No llores, aquí estoy, Soy Yo, he resucitado. Alégrate, y ve a anunciar a tus hermanos que he vencido a la muerte, al demonio y al mundo; ve a anunciarles a tus hermanos que las puertas del cielo están abiertas para todo aquel que quiera seguirme por el Camino Real de la Cruz; ve a decirles que la felicidad eterna ya está disponible para todo aquel que quiera compartir mi Pasión, mi Muerte y mi Resurrección; ve a anunciar a tus hermanos que la tristeza de este mundo ha sido vencida para siempre por la Alegría del Señor resucitado, y que ya no hay motivos para llorar, porque Yo he resucitado”.
“Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. La misma pregunta que Jesús le dirige a María Magdalena, la dirige a muchos en la Iglesia, que al igual que ella, buscan a un Jesús muerto pero no resucitado; muchos, en la Iglesia, buscan a Jesús como si estuviera muerto, como si nunca hubiera resucitado el Domingo de Resurrección, y es así que se dejan abatir por las tribulaciones de la vida, sin pensar en la vida eterna y sin detenerse a contemplarlo resucitado en la Eucaristía. Y al igual que a María Magdalena, también a ellos, desde la Eucaristía, Jesús les dice: “¿Por qué lloran? ¿Acaso no estoy vivo en la Eucaristía?”.



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