San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 2 de agosto de 2019

El Sagrado Corazón y las tres armas para la lucha espiritual



         En el libro de Job se dice: “Lucha es la vida del hombre sobre la tierra”[1], es decir, esta vida no es para “pasarla bien”, sino para luchar, pero no para luchar por causas ideológicas, sino para luchar para salvar el alma de la eterna condenación y así entrar en el cielo. Para lograr este objetivo, el Sagrado Corazón le dio a Santa Margarita María de Alacquoque tres armas espirituales: una conciencia despierta que detecte el pecado y desee la gracia; la obediencia a los superiores y, por último, la Santa Cruz[2].
         Con relación a la primera arma, Jesús le revela a Santa Margarita el valor que tiene una conciencia delicada, porque por la conciencia delicada, el alma se da cuenta que por la gracia está delante de Dios y que si falta a la gracia, si comete pecado, sale de la presencia de Dios y lo ofende. Dice así Jesús: “Sabed que soy un Maestro santo, y enseño la santidad. Soy puro, y no puedo sufrir la más pequeña mancha. Por lo tanto, es preciso que andes en mi presencia con simplicidad de corazón en intención recta y pura. Pues no puedo sufrir el menor desvío, y te daré a conocer que si el exceso de mi amor me ha movido a ser tu Maestro para enseñarte y formarte en mi manera y según mis designios, no puedo soportar las almas tibias y cobardes, y que si soy manso para sufrir tus flaquezas, no seré menos severo y exacto en corregir tus infidelidades”. Entonces, cuando estemos en falta, acudamos a la confesión, porque estar en gracia es el equivalente a estar en la gloria en el Reino de los cielos, contemplando a Dios cara a cara.
         Con relación a la segunda arma, la santa obediencia, Jesús le hace ver a Margarita el valor de la obediencia, porque así lo imita a Él que, por obediencia, se encarnó y murió en la cruz. De otra manera, desobedeciendo, el alma se asemeja más al Ángel Desobediente, el Demonio, que por no querer obedecer la orden de amar y adorar a Dios Trino, perdió el cielo para siempre. Todos tenemos un superior a quien obedecer, incluso el Papa, pues tiene que obedecer a Dios, de manera que todos tenemos y debemos utilizar esta arma espiritual de la obediencia, que nos acerca y nos hace imitar al Sagrado Corazón de Jesús.
Por último, la tercera arma espiritual, la Santa Cruz, la más importante de todas, porque sin Cruz no hay Jesús y sin Jesús no hay Cielo ni salvación. Si Jesús, el Hijo de Dios, pasó de esta vida a la otra por medio de la Cruz, entonces todo el que quiera ir al Cielo, lo debe hacer por medio de la Cruz. Sin la Cruz de Jesús, es imposible, de toda imposibilidad, llegar al Cielo.
Practiquemos estas tres armas espirituales que nos da el Sagrado Corazón –conciencia delicada, santa obediencia, Santa Cruz- para poder obtener el triunfo más importante de nuestras vidas, la salvación de nuestras almas y evitar la eterna condenación.

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