San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

sábado, 29 de junio de 2019

Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo



(Ciclo C – 2019)

Los dos Apóstoles, San Pedro y San Pablo, tienen muchos elementos disímeles entre sí: por ejemplo, Pedro predica preferentemente a los  hebreos, mientras que Pablo a los gentiles y también sus tipos de prédica  oratoria son distintas, porque sus personalidades y capacidades eran distintas entre sí. Sin embargo, hay algo que estos dos Apóstoles tienen en común y es el martirio, es decir, el dar la vida en testimonio de Jesucristo. Ésa es la razón por la cual el color litúrgico en esta solemnidad es el rojo, para traer al recuerdo la sangre por ellos derramada al dar testimonio de Jesús de Nazareth, el Hombre-Dios.
El martirio, elemento común en la vida de los Apóstoles Pedro y Pablo, es una gracia y en cuanto tal, debe ser concedida por el Cielo: esto implica también que quien se arriesga a morir martirialmente, sin haber recibido la gracia, está cometiendo una temeridad. El martirio se caracteriza por ser el máximo testimonio que un alma pueda dar acerca de Jesucristo. ¿Cuál es la razón que hace que el martirio sea el máximo testimonio de Jesús, el Hombre-Dios? Lo que le da esta característica es que el martirio implica la entrega de la vida.
Es decir, por fuera del martirio, el alma puede hacer muchos actos de amor a Dios –por ejemplo, oración, obras de misericordia- y estos actos, necesariamente, estarán divididos y separados uno del otro por el tiempo; en el martirio, por el contrario, todos los actos de amor a Dios se entregan de una vez y forma simultánea, a lo que se le suman el don de la vida propia y el hacerlo en nombre de Cristo.
Al recordar a los santos Apóstoles Pedro y Pablo, les pidamos que intercedan por nosotros para que, si no recibimos la gracia del martirio cruento, seamos al menos capaces de vivir la fe cotidiana de modo heroico, hasta el martirio.


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