San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 28 de junio de 2019

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús


Imagen relacionada
Historia del Detente del Sagrado Corazón de Jesús
Supongamos que alguien, luego de escuchar acerca de las apariciones de Jesús como el Sagrado Corazón, quedara tan enamorado de este dulcísimo y suavísimo Corazón, que quisiera llevarlo consigo a todas partes. Supongamos que alguien, luego de conocer que Jesús se apareció como el Sagrado Corazón a Santa Margarita, quedara con el deseo de llevar consigo al Corazón de Jesús, las veinticuatro horas del día para, en tiempos de tribulación, pedir auxilio divino o, en tiempos de consolación, para decirle a este Corazón que lo amamos y que queremos ser suyos. Si existe un alma así, que haya quedado tan enamorada del Sagrado Corazón al punto de no querer separarse de Él ni por un instante en las veinticuatro horas del día, para esa alma ya pensó Dios, en su Sabiduría infinita y eterna, cómo solucionar su deseo: por medio del Detente.
¿Qué es un Detente?[1]
Es, ante todo, un sacramental y una “armadura espiritual” contra los enemigos, sobre todo, los enemigos del alma: el demonio, el pecado y la carne. El Detente o Escudo del Sagrado Corazón de Jesús es un sencillo emblema con la imagen del Sagrado Corazón y la divisa: “¡Detente! El Corazón de Jesús está conmigo. ¡Venga a nosotros el tu reino!”. El Detente surgió por inspiración divina, como un pequeño pero poderoso Escudo que la Divina Providencia colocó a nuestra disposición a fin de protegernos contra los más diversos peligros espirituales que enfrentamos en nuestra vida cotidiana. Para ello, basta llevarlo consigo, no siendo necesario que esté bendito, pues el Papa Pío IX extendió su bendición a todos los Detentes. El Detente entonces es una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, al que se lleva consigo las veinticuatro horas del día, para pedirle ayuda en la desolación y para decirle cuánto lo amamos en la consolación.
Origen del Detente del Sagrado Corazón de Jesús
El Detente no surgió por deseo humano, sino por explícito deseo del mismo Sagrado Corazón y esto lo sabemos por los escritos de Santa Margarita María de Alacoque[2]. En efecto, en su carta del día 2 de marzo de 1686, dirigida a su superiora, la Madre Saumaise, transcribe un deseo que le fuera revelado por Nuestro Señor: “(El Sagrado Corazón) desea que encargue una lámina con la imagen de ese Sagrado Corazón, a fin de que los que quieran tributarle particular veneración, puedan tener imágenes en sus casas, y otras pequeñas para llevar consigo”. Estas “láminas pequeñas para llevarlas consigo” son el Detente: como vemos, fue el mismo Jesucristo quien quiso que el Detente fuera un sacramental de la Iglesia Católica. De este modo fue como se originó la costumbre de portar estos pequeños Escudos.  Santa Margarita, devota del Detente, lo llevaba siempre consigo e invitaba a sus novicias a hacer lo mismo. Ella confeccionó muchas de estas imágenes y decía que su uso era muy agradable al Sagrado Corazón.
“El Sagrado Corazón será la salvación del mundo”
“La Iglesia y la sociedad no tienen otra esperanza sino en el Sagrado Corazón de Jesús; es Él que curará todos nuestros males. Predicad y difundid por todas partes la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, ella será la salvación para el mundo”. Esta afirmación del Bienaventurado Papa Pío IX (1846-1878) al padre Julio Chevalier, fundador de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, muestra que en esta devoción depositaba el Santo Padre toda su esperanza.
Milagros: curación del cuerpo y protección contra la peste espiritual, el pecado
Con el Detente se produjeron muchos milagros, como la desaparición de una peste en curso en la ciudad francesa de Marsella, en 1720: a la religiosa Venerable Ana Magdalena Rémuzat, Nuestro Señor le hizo saber anticipadamente el daño que causaría una grave epidemia en Marsella, así como el maravilloso auxilio que los marselleses recibirían con la devoción a su Sagrado Corazón. La Madre Rémuzat hizo, con la ayuda de sus hermanas de hábito, millares de estos Escudos del Sagrado Corazón y los repartió por toda la ciudad en donde se propagaba la peste.
La historia registra que, poco después, la epidemia cesó como por milagro. No contagió a muchos de aquellos que llevaban el Escudo, y las personas contagiadas tuvieron un extraordinario auxilio con esta devoción. El Detente, entonces, puede curar las enfermedades del cuerpo, como en este caso, aunque en primer lugar es un remedio contra la enfermedad espiritual que es el pecado.
Su uso por parte de los contra-revolucionarios, cristeros, requetés y cubanos anti-comunistas
En 1789 estalló en Francia, con trágicas consecuencias para el mundo entero, un flagelo muchísimo más terrible que cualquier epidemia: la calamitosa Revolución Francesa, cuyo objetivo explícito es destruir el orden cristiano y construir uno nuevo, basado en una humanidad sin Dios; en una humanidad libre de los Mandamientos Divinos –Libertad-; igual a Dios –Igualdad-, pero sin la gracia, lo cual es imposible; fraterna –Fraternidad-, pero sin la hermandad que da el Amor de Dios, por lo que lo que propone la Revolución Francesa es una utopía. En ese período los verdaderos católicos encontraron amparo en el Sacratísimo Corazón de Jesús, y el Escudo protector fue llevado por muchos sacerdotes, nobles y plebeyos que resistieron a la sanguinaria revolución anticatólica. El simple hecho de llevarlo consigo se transformó en señal distintiva de aquellos que eran contrarios a la Revolución Francesa. Entre las pertenencias de la Reina María Antonieta, guillotinada por el odio revolucionario, fue encontrado un dibujo del Sagrado Corazón, con la llaga, la cruz y la corona de espinas, y la expresión: “¡Sagrado Corazón de Jesús, ten misericordia de nosotros!”.
En la región de Mayenne (oeste de Francia), los Chouans —heroicos resistentes católicos, que enfrentaron con energía y ardor religioso a los impíos revolucionarios franceses de 1789— bordaron en sus trajes y banderas el Escudo del Sagrado Corazón de Jesús; como si fuese un blasón y, al mismo tiempo, una armadura: “blasón” usado para reafirmar su Fe católica; “armadura” para defenderse contra las embestidas adversarias.
También como “armadura espiritual”, este Escudo fue ostentado por muchos otros líderes y héroes católicos que murieron o lucharon en defensa de la Santa Iglesia, como los bravos campesinos seguidores del aguerrido tirolés Andreas Hofer (1767-1810), conocido como “El Chouan del Tirol”. Estos portaban el Detente para protegerse en las luchas contra las tropas napoleónicas que invadieron el Tirol.







A comienzos del siglo XX, el Detente fue usado en México por los Cristeros, que se levantaron en armas contra gobiernos anticristianos opresores de la Iglesia, y en España por los famosos tercios carlistas —los llamados requetés— célebres por su piedad como por su arrojo en el campo de batalla, cuya contribución fue decisiva para el triunfo de la insurgencia anticomunista de 1936-39.
Un hecho histórico semejante ocurrió, en la época actual, en Cuba. Los católicos cubanos que no se dejaron subyugar por el régimen comunista y lo combatieron, tenían especial devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Cuando estando presos eran llevados al “paredón” (donde eran sumariamente fusilados), enfrentaron a los verdugos fidelcastristas gritando “Viva Cristo Rey”.
El Papa Pío IX y el Detente
En 1870, una piadosa romana, deseando saber la opinión del Sumo Pontífice Pío IX acerca del Detente del Sagrado Corazón de Jesús, le presentó uno. Conmovido a la vista de esta señal de salvación, el Papa concedió aprobación definitiva a tal devoción y dijo: “Esto, señora, es una inspiración del Cielo. Sí, del Cielo”. Y, después de un breve silencio añadió: “Voy a bendecir este Corazón, y quiero que todos aquellos que fueren hechos según este modelo reciban esta misma bendición, sin que sea necesario que algún otro sacerdote la renueve. Además, quiero que Satanás de modo alguno pueda causar daño a aquellos que lleven consigo el Escudo, símbolo del Corazón adorable de Jesús”.
Para impulsar la piadosa costumbre de llevar consigo el Detente, el bienaventurado Pío IX concedió en 1872, cien días de indulgencia para todos los que, portando esta insignia, rezasen diariamente un Padrenuestro, una Avemaría y un Gloria.
Después de ello, el Santo Padre compuso esta bella oración: “¡Abridme vuestro Sagrado Corazón oh Jesús! …mostradme sus encantos, unidme a Él para siempre. Que todos los movimientos y latidos de mi corazón, incluso durante el sueño, os sean un testimonio de mi amor y os digan sin cesar: Sí, Señor Jesús, yo Os adoro… aceptad el poco bien que practico… hacedme la merced de reparar el mal cometido… para que os alabe en el tiempo y os bendiga durante toda la eternidad. Amen”.
El Sagrado Corazón de Jesús y
María
San Juan Eudes (1601-1680) —fundador de la Congregación de Jesús y María— de tal modo consideraba una sola las devociones al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, que solía referirse al “Sagrado Corazón de Jesús y María”. Nótese bien, la frase está en singular, como si fuese un solo corazón, para así acentuar la íntima unión de ambas devociones. Dos Corazones inseparables, tan unidos que no se puede pretender considerarlos separadamente. No ama verdaderamente al Sagrado Corazón de Jesús, quien no ama al Inmaculado Corazón de María. Por esta razón es que en el reverso de la Medalla Milagrosa, universalmente conocida, están acuñados los dos corazones: el de Jesús y el de María. El primero rodeado de espinas y el segundo traspasado por una espada.
La devoción al Detente
Es santa, como es santo el culto y el amor a Jesucristo.
Es fructuosa, por las virtudes que ejercita de fe, oración y esperanza en el mismo Jesús, y las grandes gracias y favores que se han obtenido y se pueden confiadamente esperar del culto y uso del Detente.

Llevemos con nosotros al Sagrado Corazón; llevemos el Detente, para pedirle al Sagrado Corazón consuelo en las tribulaciones y para decirle que lo amamos, cuando sea el tiempo de la consolación. Llevemos al Detente mientras vivimos en el tiempo, para el Sagrado Corazón nos lleve, al finalizar nuestra vida terrena, al Reino de los cielos, en su eternidad.



[2] El Sagrado Corazón de Jesús se apareció a una humilde religiosa, Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), del convento de la Visitación de Santa María, en Paray-le-Monial (Borgoña, Francia), el 16 de junio de 1675, mientras ella estaba rezando ante el Santísimo Sacramento.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario