San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 28 de diciembre de 2017

Fiesta de los Santos Inocentes mártires


         La Iglesia celebra la Fiesta litúrgica de los Santos Inocentes, los niños asesinados por el cruel rey Herodes, y considera que en ellos se cumple la palabra del Profeta Jeremías: “Una voz se escucha en Ramá, gemidos y llanto amargo: Raquel está llorando a sus hijos, y no se consuela, porque ya no existen” (31, 15). Ahora bien, un aspecto que se destaca en esta festividad, es que los Santos Inocentes se consideran, precisamente, santos, y además, son considerados “mártires”, lo cual plantea una pregunta o más bien, dos: si los santos son tales porque se santificaron por la gracia santificante, ¿cómo pueden ser santos, si Jesucristo, que es el Dador de la gracia, aún no había nacido? Similar pregunta surge con relación a su martirio: si mártir es el que da su vida por Jesucristo, ¿cómo pueden ser mártires, si ellos no conocían a Jesucristo, no sabían quién era?
         Las respuestas las podemos vislumbrar si contemplamos el misterio de María, la Virgen y Madre de Dios: Ella fue concebida Inmaculada y Purísima, además de Llena del Espíritu Santo, porque estaba destinada a ser la Madre de Dios y, al mismo tiempo, permanecer Virgen, porque no habría de concebir por obra humana, sino por obra del Espíritu Santo. Ambos privilegios los obtuvo la Virgen Santísima en previsión a los méritos de su Hijo quien, si bien era Dios Eterno y en cuanto tal, inhabitaba en el seno del Padre desde la eternidad, todavía no había nacido en cuanto Hombre. Es decir, debido a que estaba en los planes de Dios que la Virgen fuera su Madre, aun continuando siendo Virgen, Jesús, desde la eternidad, creó su Alma Inmaculada y su Cuerpo Purísimo, como un anticipo de los infinitos bienes celestiales que Él habría de granjearnos con su sacrificio en la Cruz.
De manera similar, entonces, sucedió con los Santos Inocentes y Mártires asesinados por Herodes: en virtud de los méritos de su Pasión redentora, Nuestro Señor se dio a conocer a los Santos Inocentes, de un modo sobrenatural y desconocido para nosotros, les hizo ver el destino de gloria que les esperaba si daban la vida por Él, les hizo ver la eternidad de gloria y felicidad celestial que les esperaba si daban su “sí”, ellos dieron su “sí”. Este aspecto, del darse a conocer Nuestro Señor a niños de muy corta edad y sin uso todavía de la razón, al menos exteriormente, es muy importante, pues no podrían ser santos y mucho menos mártires, sino conocieran a Jesucristo, Rey de los Santos y de los Mártires. Al haber aceptado con su razón y al haber amado a Jesús en su condición de Redentor, los Niños fueron incorporados, con pleno derecho, al plan de redención del Señor y esa es la razón por la cual están en el cielo y son Santos y Mártires, condición que alcanzaron luego de ser asesinados por los esbirros de Herodes. Esta es la razón por la cual la Iglesia, en la Antífona del Benedictus de este día, canta así: “Los niños Inocentes murieron por Cristo, fueron arrancados del pecho de su madre para ser asesinados: ahora siguen al Cordero sin mancha, cantando: “Gloria a ti, Señor””.
“Una voz se escucha en Ramá, gemidos y llanto amargo: Raquel está llorando a sus hijos, y no se consuela, porque ya no existen”. En nuestros días, se lleva a cabo un genocidio silencioso, en el que, por manos de los modernos Herodes, se da muerte en el seno materno a los niños por nacer, y este genocidio se llama “aborto”. ¿Se da, en estos niños inocentes, la misma situación de santidad y martirio que con los Santos Inocentes, mártires? No lo sabemos, pero podemos aventurar que, al igual que los Santos Inocentes, ellos son creaturas de Dios; al igual que los Santos Inocentes, Nuestro Señor se da a conocer a ellos, de modo tal que lo reconozcan como su Rey, Señor y Salvador. Por lo tanto, nos atrevemos a decir que sí, que estos niños también son Santos e Inocentes, como los “hijos de Raquel”, y por ellos rezamos y a ellos nos encomendamos y a ellos les pedimos que intercedan por quienes llevan a cabo este cruel genocidio, en todas partes del mundo. Que junto con nosotros, exclamen, por los que cometen el aborto y les quitaron la vida y continúan haciéndolo con miles de niños, día a día: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).
A los Santos Inocentes y Mártires, que recibieron la gracia santificante y la Sangre Preciosísima del Cordero y así entraron en el Cielo, le pidamos que intercedan por nosotros ante Cristo, “que venció a un tirano, no con un ejército de soldados, sino con un blanco escuadrón de niños”, para que también nosotros seamos capaces de dar testimonio de Jesucristo ante los hombres, tanto con la palabra como con el testimonio de vida. Jesús dio el triunfo a niños pequeños, porque la fuerza del hombre no está en él, sino en el Hombre-Dios, y es por eso que confiamos en que también nosotros, como ellos, que recibieron la fuerza divina del Hombre-Dios, también saldremos triunfantes en esta lucha que mantenemos “contra las fuerzas oscuras de los cielos” y que, ayudados por su intercesión y fortalecidos por la Sangre Preciosísima del Cordero, llegaremos al Reino de los cielos, a pesar de nuestra debilidad. Los Niños Inocentes lavaron sus vestiduras en la Sangre del Cordero y por esta misma razón, les pedimos que intercedan para que esta misma Preciosísima Sangre del Cordero, impregne nuestras almas, mentes y corazones, y así seamos capaces de presentarnos, al final de nuestra vida terrena, puros e inmaculados, ante el Trono de Dios Uno y Trino, para cantar eternamente las misericordias del Señor” (Sal 88).


No hay comentarios.:

Publicar un comentario