San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 28 de septiembre de 2017

Fiesta de los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael


         Los ángeles de Dios, entre los cuales la Iglesia celebra a tres de ellos, los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, se caracterizan por su amor a Dios y por su servicio a Dios. De hecho, en eso consistió la prueba a la que Dios los sometió, luego de crearlos como personas angélicas, es decir, como seres espirituales puros y libres. Dios los creó para que sus inteligencias angélicas se deleitaran en la Verdad divina, y para que sus voluntades vivieran en un acto de continuo amor a Dios. Es decir, un ángel cumple el objetivo para el que fue creado, tanto más, cuanto más conoce y ama a Dios. Su intelecto fue creado para contemplar la Verdad Increada que es Dios, y su voluntad fue creada para amar al Amor Increado, que es Dios. Es por eso que los ángeles que no se rebelaron, son inmensamente felices y lo serán por la eternidad, porque cumplen el fin para el que fueron creados. De igual manera sucede con el hombre, la otra creatura creada como persona inteligente y con capacidad de amar: el hombre fue creado para contemplar la Verdad de Dios y para amar al Amor de Dios, y como tanto la Verdad de Dios como el Amor de Dios se nos manifiestan en la Persona divina de Jesús, cuanto más contemplamos a Jesús en la Cruz y cuanto más lo amamos y adoramos en la Eucaristía, tanto más cumplimos el fin para el que fuimos creados.
         Al haber sido creados para Dios y por Dios, los ángeles no encuentran mayor gozo y alegría que en el cumplimiento de las órdenes de Dios y en el ser instrumentos para su obra divina. Esa es la razón por la cual los ángeles, en la Escritura, aparecen siempre secundando las órdenes divinas, órdenes todas que redundan en beneficio del hombre. Así, por ejemplo, San Miguel lucha en el cielo contra Lucifer; Gabriel anuncia a la Virgen que será Madre de Dios; Rafael bendice a los esposos.
Es importante tener en cuenta la actividad de los santos Arcángeles que están al servicio de Dios, porque esta actividad benéfica está contrarrestada por la actividad de los ángeles caídos, que obran de modo contrario a los ángeles de Dios: Lucifer pretende desplazar a Dios del corazón del hombre, y para eso envía a sus servidores, los ídolos demoníacos como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte, además de la magia, la brujería, la hechicería; Asmodeo, el demonio de la impureza, contrarresta el anuncio de Gabriel a la Inmaculada, y es así que, por medio de la ideología de género, de la promoción de la anti-natura en todas sus formas, la perversión de la niñez y de la juventud por medio del erotismo, a través de ritmos musicales indecentes e inmorales –entre otros, cumbia, rap, reggaetón, rock pesado-, pretende instaurar la impureza corporal desde la infancia, para apartar a niños y jóvenes de Dios, que es la Pureza Increada; también este mismo demonio, Asmodeo, ataca a las familias, contrariando la acción de Rafael, y la forma en que lo hace es seduciendo a los hombres para que acepten cualquier modelo de familia que no sea la familia querida por Dios, la familia natural, formada por el varón, la mujer y los hijos. Sin embargo, lo que persiguen las potencias infernales, es destruir la Iglesia Católica, la única y verdadera Iglesia de Dios, y para eso, buscan destruir el culto eucarístico, para borrar de la mente y el corazón de los bautizados el Santo Nombre de Jesús; además, combaten a la Virgen y promueven todo tipo de sectas peligrosas y de devociones paganas. Así como los arcángeles de luz buscan nuestra eterna salvación, así los ángeles caídos buscan nuestra eterna condenación y para que no los podamos reconocer, se disfrazan de ángeles de luz y adoptan el nombre de entidades oscuras, como Azrael, Uriel, etc.: son los ángeles de la Nueva Era, y son demonios y no ángeles de Dios, por lo que un católico nunca debe rendirles culto ni dirigirse a ellos en la oración.
“¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios!”, grita San Miguel Arcángel, en los cielos, ante la primera mentira jamás pronunciada en los cielos, por parte de Lucifer: “¡Yo soy como Dios!”. De inmediato, comienza la lucha en los cielos, que finaliza con la expulsión, para siempre, de Lucifer y sus ángeles rebeldes, de la Presencia de Dios, porque nadie con un corazón perverso y maligno puede estar ante la Presencia de la Santísima Trinidad.
Esa batalla, librada en los cielos, continúa en la tierra, en donde el Demonio vaga y “ronda como un león, buscando a quien devorar”. Hoy, como nunca antes en la historia, los ángeles de la oscuridad están más activos que nunca, por medio de sus agentes, los brujos, los curanderos, los hechiceros, y por medio de sus servidores, los ídolos demoníacos paganos. Y también hoy, como nunca, los cristianos católicos parecen adormecidos en su religión, porque no solo no la practican, sino que muchos se pasan al bando de Lucifer y sus ángeles rebeldes, dando culto a estas entidades demoníacas,

Al recordar a los Santos Arcángeles de Dios, les pidamos que intercedan para que no solo no nos desviemos nunca de la verdadera y única religión, sino que, contemplando a Jesús en la Cruz y amándolo y adorándolo en la Eucaristía, nuestras mentes se iluminen con la Verdad Increada y nuestros corazones se enciendan en el Amor de Dios, cada día más, hasta que por la Misericordia Divina, lleguemos al feliz encuentro con el Cordero en la eternidad. 

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