Vida
de santidad.
Nacido
en Lydda, Palestina, la tierra de Jesús, era hijo de un agricultor –aunque algunos
afirman que su padre, que se llamaba Geroncio, era oficial del ejército romano—muy
estimado[1]; su
madre, de nombre Policromía, lo educó en la fe cristiana[2]. Poco
después de cumplir la mayoría de edad se enroló en el ejército y debido a su
carisma, Jorge no tardó en ascender y, antes de cumplir los 30 años fue nombrado
capitán, siendo entonces destinado a Nicomedia como guardia personal del
emperador Diocleciano (284-305) [3]. Falleció
a principios del IV, probablemente en la ciudad de Lydda, la actual Lod de
Israel. Está atestiguado que murió mártir: San Jorge fue decapitado por
profesar el cristianismo hacia el año 303. El martirio fue ordenado por el
propio Diocleciano, después de que San Jorge le recriminara la cruenta
persecución de los cristianos que el emperador había iniciado ese mismo año[4].
Mensaje
de santidad.
La
iconografía de San Jorge lo representa, casi exclusivamente, en su lucha contra
un dragón, y esto en detrimento de su condición de mártir, puesto que las
representaciones en cuanto tal son muy escasas. ¿Qué significado tiene la
imagen de San Jorge con el dragón? ¿Se trata de un hecho real, o de una
alegoría que remite a una realidad sobrenatural? La respuesta más probable es
la segunda, es decir, que sea una alegoría, lo cual no significa que sea un
relato imaginario, sino una representación sensible de una realidad invisible,
sobrenatural.
Si
se tratara de un suceso real, lo cual es poco probable, podría decirse que el
dragón sería, en realidad, un caimán de grandes proporciones, pero siempre un
caimán, es decir, una creatura animal; otros afirman que se trataría de un
tiburón, también de gran tamaño. En todo caso, este animal gigantesco tenía
aterrorizada a una población de Libia, exigiendo dos corderos diarios para
alimentarse, lo cual debía ser satisfecho por la población, puesto que el
animal emanaba un hedor insoportable, al tiempo que, por la escasa higiene de
su cuerpo, contaminaba el terreno a su paso. Luego de que los habitantes del
poblado se quedaran sin animales para calmar a la bestia, decidieron que se
entregaría una persona viva, la cual sería elegida por sorteo, tocándole en
suerte a la hija del rey[5]. Es
aquí en donde interviene San Jorge quien, arremetiendo a la carrera con su lanza,
atravesó al animal de lado a lado, dándole muerte. Al enterarse del hecho, los
vecinos, llenos de admiración, agradecieron a San Jorge quien, aprovechando la
ocasión –como dice la Escritura: “Predica a tiempo y a destiempo”-, les predicó
acerca de Jesucristo, haciendo que muchos de ellos se hicieran cristianos.
La
otra posibilidad es que la iconografía se refiera a un hecho real pero
sobrenatural, representado por símbolos e imágenes, es decir, que se trate de
una alegoría. En este caso, los distintos elementos de la imagen, darían lugar
a distintas realidades sobrenaturales y preternaturales (relativas al mundo de
los ángeles). Así, el caballo blanco sería representación de la Iglesia que, en
cuanto Esposa de Cristo, es inmaculada y pura, por la gracia del Espíritu Santo
que inhabita en sus miembros y que brota de su Cabeza, Jesucristo; el dragón,
sería el Demonio, el Ángel caído, que es nombrado como “dragón” en las
Escrituras; también representaría aquello detrás de lo cual se oculta el
Demonio, esto es, el paganismo y la idolatría[6] –en
nuestros días, el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte, y tantos
otros ídolos demoníacos-, lo cual implica la brujería, la magia, la
superstición –cinta roja, cruzar los dedos, etc.-, los adivinos, el ocultismo,
y muchos otros trucos del Demonio; la hija del rey a punto de ser sacrificada
al Dragón, puede significar, con su inocencia, juventud y hermosura, el alma en
gracia, que es hija adoptiva de Dios y que por la gracia participa de la eterna
juventud de Dios, de su inocencia y de su hermosura; el sacrificio de la hija
del rey, significa la entrega de la juventud, por parte de la sociedad sin
Dios, al Demonio, mediante la ofrenda de los jóvenes a los ídolos demoníacos de
la sociedad materialista y atea: la droga, el dinero, la sensualidad, la fama,
el poder; San Jorge, que atraviesa con su lanza la garganta del Dragón dándole
muerte, representa al mismo santo que, con su prédica y participando de la
fuerza celestial de Jesucristo, da muerte al Dragón y salva a la princesa, es
decir, impide que el Demonio se apodere de las almas de los jóvenes, cuyas
almas, por el bautismo, pertenecen a Jesucristo, y si no son bautizadas,
pertenecen a Dios, por ser creaturas suyas creadas a su imagen y semejanza;
también representaría la victoria del cristianismo sobre el paganismo, es
decir, sobre la brujería, la wicca,
la hechicería, el satanismo, propios de la Nueva Era; por último, la lanza de
San Jorge, representaría las armas espirituales con las que el santo arrebata
las almas al Demonio: el Santo Rosario, la Misa, la gracia santificante de los
sacramentos.
En
cuanto a su muerte, sucedió de la siguiente manera: en el año 303, el emperador
Diocleciano emitió un edicto mediante el cual todos tenían que adorar ídolos o
dioses falsos; además, se prohibía adorar a Jesucristo y se autorizaba la
persecución de los cristianos por todo el imperio, persecución que continuó luego
con Galerio (305-311). Jorge, que recibió órdenes de participar, confesó que él
también era cristiano, que nunca dejaría de adorar a Cristo y que jamás
adoraría a los ídolos paganos del imperio. Una vez conocida la decisión de San
Jorge, Diocleciano ordenó que lo torturaran a fin de lograr su apostasía, pero
debido a que no pudieron hacerlo renegar de la fe en Jesús, el emperador lo
mandó matar por decapitación. Al enterarse de su condena a muerte, San Jorge se
alegró enormemente, pues aquello que había deseado desde el momento de su
conversión, el encuentro cara a cara con Jesucristo en el Reino de los cielos,
estaba al fin por cumplirse éxito. De paso para el sitio del martirio lo llevaron
al templo de los ídolos para ver si los adoraba, pero en su presencia varias de
esas estatuas cayeron derribadas por el suelo y se despedazaron. Por ello se
ordenó su ejecución y fue decapitado frente a las murallas de Nicomedia el 23
de abril de 303.
Mientras
lo azotaban, meditaba en los azotes recibidos por Jesús en su lugar y, en
acción de gracias, no se quejaba ni siquiera mínimamente. Al verlo sufrir por
Cristo, muchos exclamaban: “ss valiente. En verdad que vale la pena ser
seguidor de Cristo”. En el camino a la ejecución, recitaba las palabras de
Jesús antes de morir: “Señor, en tus manos encomiendo mi alma”, lo cual nos da
una idea del alto grado de mística participación de San Jorge en la Pasión del
Señor.
La
vida de santidad y su muerte martirial, constituyen un modelo invalorable para
nuestros días, en los que el Demonio, escondido en las sectas multicolores de
la Nueva Era, tiende trampas de todo tipo a la juventud. Al recordarlo en su
día, debemos implorar su intercesión ante el Rey de los mártires, Jesucristo,
para que envíe a su Iglesia grandes santos que, como San Jorge, enfrenten al
Ángel caído con las armas espirituales de la Iglesia y así pongan a salvo a los
hijos adoptivos de Dios, los bautizados en la Iglesia Católica.
[1] https://www.aciprensa.com/recursos/san-jorge-4548/
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_de_Capadocia
[3] http://www.santopedia.com/santos/san-jorge
[4] http://www.biografiasyvidas.com/biografia/j/jorge_san.htm
[5] https://www.aciprensa.com/recursos/san-jorge-4548/
[6] https://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_de_Capadocia
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