San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 6 de noviembre de 2020

San Josafat, obispo y mártir


 


         Vida de santidad[1].

         Desde niño, su madre le enseñó a contemplar el Santo Crucifijo, cosa que hacía con gran devoción. Al llegar a la juventud, a pesar de tener la posibilidad de contraer matrimonio, eligió ingresar en el seminario, para ser sacerdote de Jesucristo. Tomada la decisión, ingresó en el monasterio de la Santísima Trinidad en Vilma, capital de Lituania, en 1604. En el convento se destacó por su gran fervor hacia la Sagrada Escritura, la oración y la penitencia, además de su caridad para con los más necesitados. Tenía el don del consejo y de la paz y así lograba que muchas abandonaran el cisma y se convencieran de que la verdadera iglesia de Jesucristo era la Iglesia Católica. Corría el año 1595 y los principales jefes religiosos ortodoxos de Lituania habían propuesto unirse a la Iglesia Católica de Roma, pero los más intransigentes dentro de los ortodoxos se habían opuesto violentamente, llegándose incluso a producirse desórdenes callejeros. Al ingresar al convento, el santo se decidió a trabajar y sacrificarse para lograr que su nación se pasara a la Iglesia Católica. En 1617, fue nombrado arzobispo de Polotsk, dedicándose a reconstruir templos y a obtener que los sacerdotes se comportaran de la mejor manera posible. Visitó una por una todas las parroquias. Redactó un catecismo y lo hizo circular y aprender por todas partes. Sucedió que un tal Melecio se hizo proclamar de arzobispo en vez de Josafat (mientras este visitaba Polonia) y algunos revoltosos empezaron a recorrer los pueblos iniciando una revuelta contra el santo, diciendo que no querían obedecer al Papa de Roma. El santo decidió acudir para llamar a los revoltosos a la unidad con la Iglesia de Roma; fue recibido con piedrazos e insultos e incluso intentaron matarlo. El santo les dijo: “Sé que ustedes quieren matarme y que me atacan por todas partes. En las calles, en los puentes, en los caminos, en la Plaza Central, en todas partes me han insultado. Yo no he venido en son de guerra sino como pastor de las ovejas, buscando el bien de las almas. Pero me considero verdaderamente feliz de poder dar la vida por el bien de todos ustedes. Sé que estoy a punto de morir, y ofrezco mi sacrificio por la unión de todas las iglesias bajo la dirección del Sumo Pontífice”. Sus enemigos rechazaron la oferta de paz de San Josafat y se dispusieron a asesinar a sus colaboradores, para luego asesinarlo a él. Cuando el santo vio que iban a linchar a sus colaboradores, salió al patio y gritó a los atacantes: “Por favor, hijos míos, no golpeen a mis ayudantes, que ellos no tienen la culpa de nada. Aquí estoy yo para sufrir en vez de ellos”. Al oír esto, los jefes de la rebelión gritaron: “¡Que muera el amigo del Papa!” y se lanzaron contra él. Le atravesaron de un lanzazo, le pegaron un balazo, y arrastraron su cuerpo por las calles de la ciudad y lo echaron al río Divna. Era el 12 de noviembre de 1623 cuando el santo dio su vida por la unidad de la Iglesia bajo el Romano Pontífice.

         Mensaje de santidad.

         En nuestros días, la nación de Lituania es de gran mayoría católica, pero en un tiempo en ese país la religión era dirigida por los cismáticos ortodoxos que no obedecen al Sumo Pontífice: la conversión de Lituania al catolicismo se debe en buena parte a San Josafat, aunque tuvo que derramar su sangre, para conseguir que sus compatriotas aceptaran el catolicismo. Es por esta razón que el Papa ha declarado a San Josafat, Patrono de los que trabajan por la unión de los cristianos. El verdadero ecumenismo es el proclamado por San Josafat: la verdadera iglesia de Jesucristo es la Iglesia Católica, presidida por el Santo Padre, que reside en Roma. Es por esta verdad de fe que San Josafat entregó su vida al martirio. Le pidamos al santo estar también nosotros dispuestos a dar la vida por la unidad de la verdadera iglesia, la Iglesia Católica, pues en esto consiste el verdadero ecumenismo, el estar todos bajo la guía del Vicario de Cristo, el Papa. Cualquier ecumenismo que coloque al Papa a la altura de un jefe religioso más entre tantos, es un ecumenismo falso y por lo tanto, no debemos seguirlo. Sólo el ecumenismo que reúna a las iglesias cristianos bajo la guía y el cayado de Pedro, es el verdadero ecumenismo y sólo así se cumplen las palabras de Jesús: “Que todos sean uno, como Tú y Yo, Padre, somos Uno” (Jn 17, 20-26).

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