San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

domingo, 29 de noviembre de 2020

San Andrés, Apóstol

 



Vida de santidad[1].

San Andrés nació en Betsaida, población de Galilea, situada a orillas del lago Genesaret. Andrés tiene el honor de haber sido el primer discípulo que tuvo Jesús, junto con San Juan el evangelista. Los dos eran discípulos de Juan Bautista, y este al ver pasar a Jesús (cuando volvía el desierto después de su ayuno y sus tentaciones) exclamó: “He ahí el cordero de Dios”. Andrés se sorprendió al oír semejante elogio y se fue detrás de Jesús (junto con Juan Evangelista), Jesús se volvió y les dijo: “¿Qué buscan?”. Ellos le dijeron: “Señor: ¿dónde vives?”. Jesús les respondió: “Venga y verán”. Y se fueron y pasaron con Él aquella tarde. Nuca jamás habría de olvidar Andrés el momento y la hora y el sitio donde estaban cuando Jesús les dijo: “Vengan y verán”. Esa llamada cambió su vida para siempre. Andrés se fue luego donde su hermano Simón y le dijo: “Hemos encontrado al Salvador del mundo” y lo llevó a donde Jesús.

El día del milagro de la multiplicación de los panes, fue Andrés el que llevó a Jesús el muchacho que tenía los cinco panes, además, Andrés presenció la mayoría de los milagros que hizo Jesús y escuchó todos sus maravillosos sermones, viviendo junto a Él por tres años. En Pentecostés, Andrés recibió junto con la Virgen María y los demás Apóstoles, al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, y en adelante se dedicó a predicar el evangelio con gran valentía y obrando milagros y prodigios.

Una tradición muy antigua cuenta que el apóstol Andrés fue crucificado en la provincia de Acaya, en Grecia: se afirma que lo amarraron a una cruz en forma de X y que allí estuvo padeciendo durante tres días, los cuales aprovechó para predicar e instruir en la religión a todos los que se le acercaban. Dicen que cuando vio que le llevaban la cruz para martirizarlo, exclamó: “Yo te venero, oh cruz santa, porque me recuerdas la cruz donde murió mi Divino Maestro. Mucho había deseado imitarlo a Él en este martirio. Dichosa hora en que tú al recibirme en tus brazos, me llevarán junto a mi Maestro en el cielo”. La tradición coloca su martirio en el 30 de noviembre del año 63, bajo el imperio de Nerón.

         Mensaje de santidad.

         Tal vez el episodio más significativo en la vida de Andrés Apóstol sea su encuentro personal con Jesús, cuando después de preguntarle a Jesús dónde vivía, Jesús les dice: “Vengan y verán” y van detrás de Él. Después de este encuentro personal con Jesús, comienza para Andrés una nueva etapa de su vida, que culminará en los cielos, puesto que dará su vida por Jesús, muriendo crucificado como Él. El encuentro con Jesús enciende en Andrés el deseo de comunicar a los demás la gran noticia de Jesús y es por eso que va a decírselo a su hermano Simón: “Hemos encontrado al Salvador”.

         En todo esto, Andrés es nuestro ejemplo de vida y de apostolado: como Andrés, nosotros preguntamos a la Iglesia: “¿Dónde vive Jesús?” y la Iglesia nos responde: “Vayan al sagrario y verán”. Al ir al sagrario, encontraremos a Jesús en Persona, oculto en las apariencias de pan y de vino y desde la Eucaristía, Jesús nos infundirá su Espíritu Santo, que hará que deseemos comunicar a los demás la alegre noticia de haber encontrado al Salvador del mundo en la Eucaristía. Entonces, parafraseando a Andrés, luego de ir adonde se encuentra Jesús Eucaristía y luego de hacer adoración eucarística, saldremos en busca de nuestros hermanos para decirles, igual que Andrés: “Hemos encontrado al Salvador del mundo, Cristo Dios, y está en la Eucaristía”. Por último, no sabemos si hemos de morir mártires como Andrés, porque eso es una gracia particular que Dios da a cada uno, pero sí debemos, como Andrés, abrazar la Santa Cruz de Jesús cada día y decirle a la Cruz: “Yo te adoro, oh Cruz Santa, porque me recuerdas donde murió mi Divino Maestro. Recíbeme en tus brazos, amada Cruz, para que seas tú la que me lleves al cielo”. Entonces, éste es el mensaje de santidad que nos deja Andrés: amor a Cristo Dios en la Eucaristía y amor a la Santa Cruz, camino seguro que conduce al cielo.

        

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