Vida
y obra de San Lorenzo de Brindis
César
de Rossi nació en Brindis, ciudad del reino de Nápoles, en el año 1559; a los
seis años se destacaba por una memoria prodigiosa, que le permitía memorizar
páginas enteras, que recitaba en público. A los dieciséis años, pidió ingresar en
la Orden de Capuchinos, donde debido a su gran capacidad intelectual y a su
profunda vida espiritual, enseñó teología a sus hermanos de religión y ocupó
varios cargos de responsabilidad, siendo posteriormente delegado del Papa en
muchos asuntos importantes, pero manteniendo sin embargo en todo momento una profunda
humildad. Con el hábito religioso, César de Rossi recibió el nombre de Lorenzo.
Predicó con asiduidad y eficacia en varios países de Europa y también escribió
muchas obras de carácter doctrinal. Murió en Lisboa el año 1619.
Mensaje de santidad
Una
anécdota ocurrida al inicio de su profesión religiosa, da cuenta de dónde
obtenía San Lorenzo su fuente de su energía vital, la luz de su gran
inteligencia, y la profundidad de su vida espiritual. Cuando San Lorenzo, a los dieciséis años de
edad pidió ser admitido en la orden religiosa, el superior le advirtió que la
vida religiosa no iba a ser fácil, sino que, por el contrario, iba a ser muy
difícil, porque se trataba de una vida muy diferente a la vida del mundo, en la
que todo es comodidad y deleite; la vida del claustro, por el contrario, es todo
austeridad y sobriedad. Entonces San Lorenzo le preguntó al superior: “Padre, ¿en
mi celda habrá un crucifijo?” “Sí, lo habrá”, respondió el superior. Entonces San Lorenzo le contestó: “Entonces eso
me basta. Al mirar a Cristo Crucificado
tendré fuerzas para sufrir por amor a Él, cualquier padecimiento”. La
meditación favorita de San Lorenzo era la Pasión y Muerte de Jesucristo, y esta
es la razón por la cual el santo encontraba, en el crucifijo, la fuente de la
fortaleza para la vida religiosa.
Esto
es acorde a lo que dice Santo Tomás, cuando da la clave para la felicidad: dice
Santo Tomás de Aquino, que si alguien quiere ser feliz, tanto en esta vida,
como en la otra, no tiene más que hacer, que “desear lo que Cristo deseó en la
cruz, y despreciar lo que Cristo despreció en la Cruz”, y eso es lo que San
Lorenzo hizo durante toda su vida, y fue lo que le dio luz a su intelecto,
profundidad en su vida espiritual y fortaleza en las tribulaciones. Puesto que
la Iglesia nos da a este gran santo para que lo contemplemos y lo imitemos,
también nosotros debemos imitar a San Lorenzo de Brindis, y decir como él,
frente a las tribulaciones de la vida: “¿Hay un crucifijo?¿Tengo la Misa, en
donde está Cristo en Persona, renovando para mí su sacrificio en la cruz? ¿Hay
una Eucaristía, en donde está Cristo en Persona? Entonces, eso me basta. Contemplar
a Cristo en la cruz, contemplarlo en la Santa Misa, invisible, renovando para
mí su sacrificio incruento, y donándose todo entero, con su Cuerpo, Sangre,
Alma, Divinidad, y con su Sagrado Corazón Eucarístico, que contiene todo el
Amor de Dios, en cada Eucaristía, es lo que me basta para superar, con creces,
cualquier tribulación que se me pueda presentar en esta vida terrena, en este
valle de lágrimas, hasta que llegue el día feliz del encuentro con Él, cara a
cara, en la feliz eternidad”.
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