En la Tercera Revelación, el Sagrado Corazón de Jesús le
pide a Santa Margarita María de Alacquoque que se levante “entre las once y las
doce de la noche” para “postrase con Él durante una hora, con la cara en el
suelo, tanto para apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores, como
para endulzar de algún modo la amargura” que Él sentía “por el abandono” de sus
apóstoles, lo cual lo había llevado a “reprocharles que no habían podido velar
una hora” con Él[1].
Este pedido de Jesús, realizado a Santa Margarita, si bien
fue realizado en el siglo XVII, conserva toda su actualidad y, por lo tanto,
debemos considerarlo como realizado a todo el Cuerpo Místico, es decir, a toda
la Iglesia, a todos los bautizados. El Sagrado Corazón, desde el
sagrario, nos pide a todos que reparemos por las tremendas ingratitudes, por
los sacrilegios, por las indiferencias, que Él recibe de continuo, día a día,
en el sagrario. Eso es lo que les dice el Ángel de Portugal, cuando en la
Tercera Aparición, antes de darles a comulgar la Eucaristía y de beber el
Cáliz, se postra con la frente en el suelo ante la Hostia suspendida en el aire
que mana Sangre sobre el Cáliz y pronuncia la oración de adoración a la
Santísima Trinidad y de reparación al Santísimo Sacramento del Altar: “Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por
los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”. Al darles de
comulgar la Hostia a Lucía y de beber del Cáliz a Jacinta y Francisco, el Ángel
les dijo al mismo tiempo: “Tomad el Cuerpo y bebed la Sangre de Jesucristo,
horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y
consolad a vuestro Dios”[2].
Tanto el pedido de Nuestro Señor Jesucristo a Santa
Margarita, como el del Ángel a los Pastorcitos, hablan de una misma cosa: la
necesidad de reparación, la cual se puede hacer con actos de amor y de adoración, en el momento de la
comunión eucarística, por la ingente cantidad de sacrilegios, ultrajes,
crímenes, desprecios, ingratitudes, que no solo recibió el Sagrado Corazón en
su Pasión, por parte de los Apóstoles, que no pudieron velar con Él ni siquiera
una hora, sino también por los que continúa recibiendo, hora a hora, minuto a minuto, segundo a
segundo, por la inmensa mayoría de los cristianos de hoy, dormidos por el
indiferentismo, el relativismo, el materialismo y el neo-paganismo. La reparación de consuelo que quiere Jesús es la reparación del amor y de la adoración a su Presencia
Eucarística y el Amor necesario para hacer esta reparación se lo obtiene de las
Llamas de Amor que envuelven a su Sagrado Corazón Eucarístico.
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