San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 27 de enero de 2012

Santa Ángela de Mérici



         Los santos, por ser lo que son –santos-, nos hablan siempre de otro mundo, el mundo que existe más allá de este mundo nuestro, terreno; y nos hablan también de otra vida, la vida que está más allá de esta, que es caduca, y es la vida eterna, la vida que no termina nunca.
         La vida de los santos no se explica sin tener en cuenta que obraron de acuerdo a lo que esperaban: esperaban en la vida eterna, obraban conforme a esa vida que esperaban.
         Eso es lo que explica que Santa Ángela haya fundado la Compañía de Santa Úrsula, cuya misión era asistir espiritual y materialmente a las jóvenes, sobre todo huérfanas. No fundó una institución de asistencia social, sino un instituto religioso secular, al estilo de los modernos. Se dedicaban a la asistencia no solo del cuerpo, sino también del alma, haciendo conocer a las jóvenes el destino de vida eterna al que estaban llamadas, como todo ser humano. Santa Ángela se preocupaba no solo del alimento corporal, sino también del alimento espiritual, pues tenía clara conciencia de que el cuerpo, mortal, es solo el envoltorio del alma inmortal, y que cuando termina esta vida, da inicio la eterna.
        Todos sus actos trasuntaban este anhelo de eternidad, desde los más importantes, como la fundación de una compañía religiosa, hasta aquellos que pueden parecer más intrascendentes, como un diálogo sostenido en plena calle, en un día más como otros, con un transeúnte desconocido. En esa ocasión, el hombre le preguntó “¿Qué consejo me recomienda para comportarme debidamente?” Y ella le respondió: "Compórtese cada día como desearía haberse comportado cuando le llegue la hora de morirse y de rendirle cuentas a Dios". Es un consejo que también lo da San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, para ayudarnos a discernir cuando tenemos que tomar una decisión en algún asunto: vernos en el día de nuestra muerte, y pensar cómo querríamos haber obrado en ese momento, para no tener que arrepentirnos delante de Dios, en el juicio particular, cuando ya sea demasiado tarde.
            Santa Ángela tenía presente a Dios en todo momento, y lo buscaba a cada instante de su vida. Y si alguien busca a Dios, Dios se hace el encontradizo, y así premia con la gracia de tenerlo siempre presente a quien lo busca de todo corazón. Y lo más importante de todo, es tenerlo presente en la hora de la muerte, como le sucedió a Santa Ángela, cuyas últimas palabras fueron: “Dios mío, yo te amo”.
         Que el ejemplo de Santa Ángela, de tener en todo momento presente nuestro destino de eternidad, nos lleve a dejar de lado las cosas de la tierra y a elevar los ojos al cielo. Y en donde lo podemos hacer, es ante en la Santa Misa, al elevar los ojos hacia algo que es más grande que los cielos infinitos, Jesús Eucaristía.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario