San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 19 de enero de 2012

San Expedito y la celeridad de la respuesta a la gracia



         Lo que caracteriza a San Expedito, y por eso es llamado el santo de las “causas urgentes”, es su celeridad a la respuesta de la gracia, sin ceder a la tentación. Cuando recibe la gracia de la conversión, en la que él con su libertad debía decir que “sí”, inmediatamente se le aparece el demonio en forma de cuervo, para tentarlo con la pereza espiritual, la acedia, que lo inducía a postergar para otro momento la respuesta a la gracia, diciéndole: “Mañana, mañana… Deja la conversión para mañana, disfruta ahora, hoy, esta dulce tentación que te ofrezco a tus sentidos y a tu alma”.
         Lejos de ceder a la acedia espiritual, a la pereza del alma, a la que lo quería llevar el demonio, San Expedito responde inmediatamente: “Hodie, hodie, hodie”, “Hoy” seré santo; hoy lucharé contra esta tentación; hoy retiraré este acto; hoy dejaré este vicio.
Otra cosa que se destaca en la conversión de San Expedito, es que nunca se habría imaginado todo lo que recibiría por haber sido fiel al Espíritu Santo: por una fracción de segundo de su libertad, en la cual le dijo que “sí” al don de Dios, San Expedito ganó una eternidad de felicidad, de alegría inimaginable, de dicha interminable, de paz, de amor, de vida, para siempre, por los siglos de los siglos.
Por responder rápidamente a la gracia, por no decir que “no” a lo que Dios le pedía en ese momento, que era luchar contra la tentación de la pereza, que inducida por el demonio, lo tentaba para dejar para más adelante la conversión, San Expedito gana toda una eternidad de felicidad.
Es lo opuesto al pecado: en el pecado, se dice que no a la gracia, y se dice que sí a la tentación, que es la que hace caer en el pecado, en el mal. Y las consecuencias también son distintas: por unos segundos de disfrute del mal, del pecado, de la tentación consentida, el daño producido al alma es letal, mortal, puesto que le provoca la pérdida de la gracia y la coloca en estado de condenación y, si el alma muere en ese estado, se condena irremediablemente en el infierno.
La Santísima Virgen, en sus apariciones en Fátima, el 13 de julio de 1917, les hizo ver a los pastorcitos el infierno y cómo caían las almas en el lago de fuego: “Nuestra Señora extendió sus manos y de repente los niños vieron un agujero en el suelo. Ese agujero, decía Lucía, era como un mar de fuego en el que se veían almas con forma humana, hombres y mujeres, consumiéndose en el fuego, gritando y llorando desconsoladamente. Lucía decía que los demonios tenían un aspecto horrible como de animales desconocidos. Los niños estaban tan horrorizados que Lucía gritó. Ella estaba tan atemorizada que pensó que moriría. María dijo a los niños: “Ustedes han visto el Infierno a donde los pecadores van cuando no se arrepiente”.
El mundo de hoy tiende muchas trampas a los cristianos que quieren vivir en gracia, a través de la televisión, a través de internet, a través de lo que se ve en la calle todos los días, y los cristianos tienen la oportunidad, a cada momento, de invocar a San Expedito para que interceda ante Dios y les conceda el poder responder rápidamente a la tentación, diciendo que no a programas de televisión indecentes, como los de bailes; diciendo que no, en el caso de los jóvenes, a la moda indecente, a la música indecente –cumbia, wachiturros, Lady Gagá, y tantos otros-; diciendo que no al permisivismo sexual; diciendo que no a la pereza espiritual de preferir un programa de televisión antes que la oración.
Muchos, muchísimos cristianos, caen en el pecado y viven en estado de condenación por no responder rápidamente a la gracia. Muchos, muchísimos cristianos, hacen lo opuesto a San Expedito: se dejan llevar por la pereza espiritual, la acedia, y ceden a la tentación, ven programas indecentes de televisión y dejan de rezar. Muchos se darán cuenta muy tarde el no haber imitado a San Expedito en su respuesta rápida a la gracia. 

1 comentario:

  1. Pido a San Expedito la curación de mi hermana Sita con alzeimer.
    La conversión de mis hermanos de Madrid.
    Tener paz en la residencia de la tercera edad, donde vivimos mi hermana y yo.
    La curación de todos mis males físcos y espirituales.
    Que me toque hoy la lotería

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