San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 4 de agosto de 2011

San Juan María Vianney y la felicidad del hombre









¿Qué hay que hacer para encontrar la felicidad? Todo hombre desea ser feliz, y busca la felicidad desde que nace, pero es una realidad que, en el mundo de hoy, muy pocos se dicen plenamente felices.



El mundo, con sus atractivos -dinero, éxito, fama mundana, poder, placer, tener-, induce a buscar la felicidad en donde no se encuentra y, por esto mismo, aunque en el siglo XXI el hombre ha alcanzado logros científicos y tecnológicos que permiten la construcción -al menos teórica- de un "mundo feliz", los índices de depresión y de suicidio van en constante aumento.



Esto quiere decir que, a pesar de las estaciones espaciales; a pesar de los bio-fármacos; a pesar del aumento de expectativa de vida; a pesar de los televisores plasma y del fútbol omnipresente en directo; a pesar de las carreras de fórmula, de campeonatos de tenis y de copas "Champions" que llenan el día domingo; a pesar de los sistemas económicos y políticos -liberalismo y comunismo materialista- construidos a pedir del hombre; a pesar de las leyes pretendidamente "humanas" que legitiman, en la práctica, todo deseo del corazón humano -olvidando que "es del corazón humano de donde nacen todos los males" (cfr. )-; a pesar de este "mundo feliz", construido por la técnica, la ciencia y la tecnología, no hay felicidad en el corazón de los hombres.



¿Por qué?



Porque en el "mundo feliz" de hoy, materialista, relativista, ateo, hedonista, el hombre hace de todo para ser feliz, menos lo que debe hacer, según el cura de Ars: orar y amar. Dice así San Juan María Vianney en su "Catecismo sobre la oración: "El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo". Es en la oración en donde el alma encuentra a Dios, y al concederle Dios la dulzura de su Amor, el alma se siente capaz de amarlo cada vez más, encontrando aquí la felicidad, y así reza más, y al rezar más, recibe más amor para amar más a Dios, entrando en un círculo virtuoso del que no se quiere salir: oración-amor-felicidad.



La oración es gustar anticipadamente el cielo; es gustar algo dulce como la miel; es ver desaparecer las penas como la nieve desaparece ante el sol, según el Santo Cura de Ars: "La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo. En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol".



¿Por qué el hombre no es feliz? Porque no reza y, aún cuando reza, no lo hace "con fe viva y corazón puro": "Muchas veces pienso que, cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro".



En síntesis, "orar y amar". He aquí la "receta" de la felicidad del cura de Ars.

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