San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 29 de julio de 2011

Santa Marta



“Yo soy la Resurrección y la vida” (cfr. Jn 11, 19-27). No es fácil determinar de qué se trate esta “vida de resucitados” que Jesús promete a Marta para su hermano Lázaro -y para toda la humanidad- puesto que, debido a que el conocimiento humano es eminentemente, al menos en sus inicios, experimental, y necesita de la experiencia para poder subir paulatinamente en grados de abstracción, por lo mismo, al no tener experiencia de la eternidad, se puede tener un conocimiento teórico y abstracto de la eternidad, pero de ninguna manera, un conocimiento experiencial. Podemos definir la vida eterna, pero no sabemos de qué se trata, porque no la hemos experimentado.
Sí sabemos, en cambio, qué es la vida humana, puesto que de la misma tenemos un conocimiento experiencial, al vivirla todos los días: una suma de percepciones aisladas, de sentimientos que se suceden, de imágenes y sonidos, de pensamientos que también se suceden unos a otros sin solución de continuidad, que a veces parecen ser inconexos pero que tienen unidad en el “yo” personal, todo desencadenado por el aparecerse del mundo que está fuera del espíritu y que es uno pero que ingresa, debido a la percepción subjetiva que cada uno posee, como fragmentado y en movimiento, aunque en realidad es uno solo.
Ese es el conocimiento de la vida humana, y la experiencia de vida que el ser humano tiene: una vida puramente humana.
La resurrección y vida eterna que nos trae Jesús es algo absolutamente distinto, porque se trata de una vida infinitamente más perfecta que la vida natural del espíritu humano, pues es la misma vida eterna que brota del Ser divino.
¿En qué consiste esta vida que nos trae Jesús? Es algo imposible de experimentar, hasta que se llegue a la eternidad. Mientras tanto, se puede saber, teóricamente, que la vida eterna es “inmutabilidad”, que es “posesión de la vida en un todo perfecto y simultáneo”, que es “Acto de Ser puro y perfectísimo”, pero no se sabe, experimentalmente, qué cosa sea la vida eterna.
Esta vida eterna, absolutamente inalcanzable para el hombre, imposible de ser experimentada naturalmente e imposible de ser apreciada con las solas fuerzas naturales, es la vida que Jesús nos concede, sin que nos demos cuenta, en la donación sacramental de sí mismo como Pan de Vida en el altar. Quien recibe la comunión en gracia recibe, aunque no la experimente, la vida eterna en germen, la cual aparecerá en todo su divino esplendor justo después de producido el ocaso de esta vida natural.

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