San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 25 de julio de 2011

Santiago el Mayor

Martirio de Santiago el Mayor
Alberto Durero



“Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino” (cfr. Mt 20, 17-20).

En un primer momento, la petición de la madre de los Zebedeos –Santiago y Juan- puede parecer motivada por la vanagloria, ya que pide que sus hijos se sienten “a la derecha y a la izquierda” de Jesús, en su Reino.

De hecho, el resto de los discípulos así lo interpreta, puesto que se molestan con ella: “Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos” (Mt 20, 24.

Pero Jesús, lejos de reprocharle su presunta falta de modestia, y antes de condenarla por lo atrevido del pedido, les dice: “Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber del cáliz que yo he de beber?”.

Jesús les dice que estén bien atentos a lo que piden, y que no saben qué es lo que piden, porque no se trata de puestos de honor, a los que se accede por vanagloria, por acomodo o por favores de parentesco, como sucede en la tierra, sino de algo bien distinto, porque se accede por medio del martirio, de fe o de sangre.

Ocupar puestos de privilegio en el Reino de los cielos no es igual a los puestos de privilegio en la tierra, en donde se llega, generalmente, por vías turbias, ninguna relacionada con el sacrificio y el don de sí.

Por el contrario, acceder al Reino de los cielos implica “beber del cáliz” de la Pasión de Jesús, lo cual quiere decir seguir los pasos del Redentor, quien fue traicionado, golpeado, insultado, apresado, condenado injustamente, y muerto en cruz. Sólo quien siga, literalmente, sus pasos, podrá acceder al privilegio de la bienaventuranza del Reino de los cielos, porque la muerte en cruz de Jesús no finaliza en el Calvario, sino que se continúa con la Resurrección, Ascensión e ingreso al Cielo.

Al preguntarles si pueden “beber del cáliz que Él ha de beber”, les está diciendo que recuerden lo que les acaba de decir: su misterio pascual comprende sufrimiento, dolor, traición, e incluso muerte en cruz, para luego alcanzar la resurrección: “Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará” (cfr. Mt 20, 18-19).

Es decir, Jesús les dice que el privilegio que implica entrar a formar parte del Reino de los cielos no se consigue fácilmente y con acomodos, como sucede en los reinos de la tierra, sino que se alcanza por medio de su misterio pascual, que es misterio de dolor, de sufrimiento, de muerte y luego de resurrección. Sólo si están dispuestos a “beber de ese cáliz”, sólo entonces podrán acceder al Reino de los cielos. Jesús no esconde que a la gloria de la resurrección le precede el dolor de la Pasión.

La respuesta de Santiago y Juan es: “Sí podemos”. Es decir, están dispuestos a seguir a su Maestro camino de la cruz; están dispuestos a acompañarlo en las amargas horas de la Pasión –si bien luego defeccionarán momentáneamente, al inicio de la Pasión, pues se dormirán en el Huerto mientras Jesús suda sangre (cfr. Lc 20, 44-46), y luego, cuando Él sea apresado, huirán-; están dispuestos a renunciar a sus propias vidas –aunque Juan no haya muerto mártir, es considerado como mártir-, en pos del seguimiento de Jesús.

Esta disposición de Santiago y Juan, la disposición a “beber el cáliz” amargo de la Pasión, esto es, a compartir la cruz de Jesús para acceder al Reino, es la disposición espiritual que debe tener todo cristiano, en todo momento, y en toda situación, comenzando desde el asistir a misa, porque esta disposición espiritual cambia toda la perspectiva vital. Así, “beber del cáliz” al acudir a misa no es llegar a horario y ocupar un asiento, para asistir pasivamente; asistir a misa para “beber del cáliz” es ofrecer el propio ser, la propia vida, la propia existencia, con el pasado, el presente y el futuro, a Cristo que se inmola en la cruz, tal como lo hicieron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan.

Asistir a Misa y “beber del cáliz” implica dar testimonio de Cristo y de su cruz en todo momento, y es estar dispuesto a dar la vida por Cristo, si fuera necesario.

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