San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 14 de febrero de 2020

Santos Cirilo y Metodio


  Resultado de imagen de vida de los santos cirilo y metodio        

Vida de santidad[1].

          Cirilo, monje, es llamado también “Apóstol de los eslavos”. Nació en Tesalónica y se destacó de joven en los estudios en Constantinopla, para luego enseñar filosofía en esa ciudad. Evangelizó en Rusia con gran éxito. En el 863, se dirigió con su hermano Metodio a evangelizar a Moravia en la lengua nativa, desarrollando primero el alfabeto de la lengua eslava y traduciendo después la liturgia a este lenguaje.
De esta manera, entre los dos publicaron los textos litúrgicos en lengua eslava escritos en caracteres “cirílicos”, como después se designaron en honor a San Cirilo. Promovieron grandemente la cultura y la fe. Llamados a Roma, Cirilo murió allí el 14 de febrero del año 869. Metodio, consagrado obispo, marchó a Panonia, donde desarrolló una infatigable labor de evangelización. Tuvo que sufrir mucho a causa de los envidiosos, pero contó siempre con el apoyo de los papas.  Evangelizó en Moravia, Bohemia, Panonia y Polonia. Bautizó a San Ludmila y al duke Boriwoi. Fue arzobispo de Vellehrad, Eslovaquia, donde fue apresado en el 870 por la oposición del clero alemán. Algunos le acusaron de hereje, pero siempre fue liberado de cargos. Tradujo la Biblia a la lengua eslava. Murió el 6 de abril del año 885 en la ciudad eslovaca de Vellehrad.

Mensaje de santidad[2].

Se caracterizaba por su gran capacidad de trabajo y su incansable celo apostólico. Días antes de morir, Cirilo se enfermó y en uno de sus días en el lecho de enfermo tuvo una visión de Dios, en la que se le anticipaba su muerte y su ingreso en el Reino de los cielos, por lo que cantó así: “Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor»; se regocijan mi corazón y mi espíritu”. Se revistió con sus ornamentos y lleno de alegría, decía: “Desde ahora ya no soy siervo ni del emperador ni de hombre alguno sobre la tierra, sino sólo de Dios todopoderoso. Primero no existía, luego existí, y existiré para siempre. Amén”. Decía: “Existiré para siempre porque sabía que luego de morir, habría de vivir la vida eterna, la vida que es para siempre.
Cuando llegó el momento de pasar “de esta vida a la otra”, elevando sus manos hacia Dios, hizo esta plegaria, en la que nos deja parte de su profunda espiritualidad: “Señor Dios mío, que creaste todas las jerarquías angélicas y las potestades incorpóreas, desplegaste el cielo y afirmaste la tierra y trajiste todas las cosas de la inexistencia a la existencia, que escuchas continuamente a los que hacen tu voluntad, te temen y guardan tus preceptos: escucha mi oración y guarda a tu fiel rebaño, que encomendaste a este tu siervo inepto e indigno”. Sabiéndose próximo a la muerte, empieza comenzando por reconocer a Dios como Creador del universo visible e invisible y luego le encomienda a aquellos que “hacen su voluntad, lo temen y guardan sus preceptos”, es decir, los que cumplen la voluntad de Dios, tienen temor de Dios y se preocupan por observar sus Mandamientos.
Luego continuó: “Líbralos de la impiedad y del paganismo de los que blasfeman contra ti, acrecienta tu Iglesia y reúne a todos sus miembros en la unidad”. Es un pedido de unidad para la Iglesia, pero una unidad dada por Dios quien es quien, por su Misericordia, librará a los justos del supremo pecado que es la impiedad y de la suprema idolatría que es el paganismo, que lleva al hombre a blasfemar contra Dios. Cirilo le pide a Dios por todos ellos, para que se vean libres de estos males espirituales.
Su oración continúa de esta manera: “Haz que tu pueblo viva concorde en la verdadera fe, e inspírale la palabra de tu doctrina, pues tuyo es el don que nos diste para que predicáramos el Evangelio de tu Cristo, exhortándonos a hacer buenas obras que fueran de tu agrado”. Se dirige a Dios pidiéndole que su pueblo no se vuelva ni pagano ni idólatra, sino que, guiados por el Espíritu Santo, vivan en la verdadera fe en Jesucristo, el Hombre-Dios, cuyo Evangelio todo cristiano debe predicar, con santidad de vida. El paganismo y la idolatría son pecados espirituales que apartan al alma de la verdadera y única fe, la fe católica en Cristo Dios y es por eso que Cirilo pide a Dios por los fieles, para que no caigan en esos errores.
Finaliza su oración diciendo: “Te devuelvo como tuyos a los que me diste; dirígelos con tu poderosa diestra y guárdalos bajo la sombra de tus alas, para que todos alaben y glorifiquen el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. Se dirige a Dios como sacerdote, como pastor de la grey que le ha sido confiada, sabedor que no eran suyas las ovejas sino de Dios y es por eso que a Él se las devuelve y se las devuelve no de cualquier manera, sino habiéndolas custodiado del Lobo Infernal y luego de alimentarlas con el Pan de la Palabra de Dios encarnada, la Sagrada Eucaristía. Le pide a Dios que no solo no los abandone, sino que, conocedor de los peligros que encierra este destierro terreno, le suplica que los dirija con su “poderosa diestra” y que los “guarde bajo la sombra de sus alas, para que todos glorifiquen” a la Trinidad Santísima, Único Dios Verdadero.
Experimentando ya la cercanía de la muerte y su paso a la eternidad, dio a todos el ósculo santo diciendo: “Bendito el Señor, que no nos entregó en presa a sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador; la trampa se rompió, y escapamos”. Alaba a Dios, citando el salmo en el que Dios libra a los suyos de las trampas que tiende el Lobo Infernal. Luego de recitar este salmo, a la edad de cuarenta y dos años, murió a esta vida terrena para empezar a vivir en la vida eterna.
Al recordarlo en su día, obremos de manera tal de pertenecer a los justos por los que San Cirilo rezaba.


[2] Cap. 18: Denkschriften der kaiserl. Akademie der Wissenschaften 19, Viena 1870, 246.

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