San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 16 de agosto de 2018

San Maximiliano Kolbe y su lucha contra la Masonería



En 1917 la masonería festeja en Roma el segundo centenario de su fundación. Como parte de los festejos, la Masonería imprimió carteles y pancartas en los que se invertía la tradicional imagen de San Miguel venciendo al Demonio: en la propaganda de la Masonería, se representaba a San Miguel vencido y derribado por Lucifer. Además, los masones se trasladaron en grupo hasta la plaza San Pedro, en donde entonaban el siguiente cántico provocador: “¡Satán tendrá que reinar en el Vaticano, el Papa formará parte de su guardia suiza!”[1].
En ese entonces, el Hermano Maximiliano María Kolbe, franciscano conventual polaco, se encontraba estudiando teología en la Universidad Gregoriana de Roma. Ante tal manifestación amenazante, San Maximiliano se pregunta: “¿Será posible que nuestros enemigos desplieguen tantas actividades para dominarnos, mientras que nosotros nos quedamos ociosos, abocados a lo sumo a rezar, sin pasar a la acción? ¿Acaso no tenemos armas más poderosas, siendo que podemos contar con el Cielo y la Inmaculada?”. Es decir, San Maximiliano no solo no era indiferente a las provocaciones de la Masonería, sino que, por una gracia especial, se dio cuenta que en realidad la Iglesia contaba con numerosas armas espirituales y toda la ayuda del Cielo, para vencer a la Masonería y se decidió pasar a la acción.
Luego de meditar las Sagradas Escrituras y las enseñanzas de los Padres de la Iglesia; inspirándose en la doctrina de los grandes santos marianos como San Luis María Grignion de Monfort y considerando también el dogma de la Inmaculada Concepción y las apariciones de Nuestra Señora en Lourdes, San Maximiliano escribió: “La Virgen sin mancha, vencedora de todas las herejías, no cederá el paso ante su enemigo amenazante si encuentra servidores fieles, dóciles a su mandato, Ella obtendrá nuevas victorias, más grandes de las que podríamos imaginarnos…”.
El paso a la acción de San Maximiliano Kolbe consistió en la respuesta a la gracia fundacional recibida de parte de Dios, fundando, en consecuencia, lo que él denominaría: “Milicia de la Inmaculada”. Lógicamente, la batalla que debía combatir esta milicia no era material, sino espiritual y su objetivo no era abatir al enemigo, sino convertirlo y arrebatarlo de las garras de la Masonería, la Iglesia de Satanás. En un artículo suyo titulado “¡Pobrecillos!”[2], escribía así, desenmascarando al Talmud: “El hombre ha sido redimido. Cristo ha fundado su Iglesia sobre la roca. Una parte del pueblo hebreo reconoció en Él al Mesías; los otros, sobre todo los fariseos soberbios, no quisieron reconocerlo, persiguieron a sus seguidores y dieron curso a un gran número de leyes que obligaban a los hebreos a perseguir a los cristianos. Estas leyes, junto a narraciones y a apéndices, hacia el año 500, formaron un libro sagrado (para ellos), el “Talmud”. En este libro, los cristianos son llamados: 
idólatras, peores que los turcos, homicidas, libertinos impuros, estiércol, animales de forma humana, peores que los animales, hijos del diablo, etc. Los sacerdotes son llamados adivinos y cabezas peladas (…) a la Iglesia se la llama casa de estulticia y suciedad. Las imágenes sagradas, las medallas, los rosarios, son llamados ídolos. En el “Talmud”, los domingos y las fiestas son considerados días de perdición. En este libro se enseña, entre otras cosas, que a un hebreo le está permitido engañar y robar a un cristiano, pues todos los bienes de los cristianos –está escrito– “son como el desierto: el primero que los toma se hace dueño”. Esta obra que recoge doce volúmenes y que respira odio contra Cristo y los cristianos, es considerada por estos fariseos un libro sagrado, más importante que la Sagrada Escritura”. Como vemos, el P. Maximiliano funda su Milicia para combatir espiritualmente a los fariseos, quienes consideran a los cristianos como “idólatras”, entre muchas otras cosas peores.
En ocasión del Congreso Internacional de los Masones, realizado en Bucarest en el año 1926, el Padre Kolbe, escribió un artículo, dirigido esta vez hacia quienes forman la “milicia del Diablo”, los masones. En dicho artículo el P. Kolbe advertía acerca de un documento llamado “Protocolos de los Sabios de Sión”, documento que el P. Kolbe llamaba: “el verdadero libro fundamental de la Masonería”.
Dice así San Maximiliano: “El protocolo número 11 afirma: “Crearemos y pondremos en vigencia las leyes y los gobiernos (…) y, en el momento oportuno, (…) bajo la forma de una revuelta nacional, (…) Es necesario que las poblaciones, desconcertadas por la revuelta, puestas todavía bajo la influencia del terror y de la incertidumbre, comprendan que somos de tal modo intocables, de tal modo llenos de poder que en ningún caso tendremos en cuenta sus opiniones y sus deseos sino, antes bien, que estamos en grado de aplastar sus manifestaciones en cualquier momento y en cualquier lugar (…) Entonces, por temor, cerrarán los ojos y permanecerán a la espera de las consecuencias (…) ¿Con qué objeto hemos ideado e impuesto a los masones toda esta política, sin darles a ellos la posibilidad de examinar el contenido? Esto ha servido de fundamento para nuestra organización masónica secreta (…) cuya existencia ni siquiera sospechan estas bestias engatusadas por nosotros en las logias masónicas”.
En este punto, el Padre Kolbe se dirige a los masones diciendo: “¿Habéis oído, señores masones? Los que os han organizado y secretamente os dirigen, los hebreos, os consideran bestias, reclutadas en las logias masónicas para fines que vosotros ni siquiera sospecháis (…) Pero ¿sabéis, señores masones, qué es lo que os espera el día en que os venga a la mente comenzar a pensar por vosotros solos? He aquí, escuchad el mismo protocolo: “La muerte es inevitable conclusión de toda vida (…) Ajusticiaremos a los masones de tal manera que ninguno (…) podrá sospechar, ni siquiera las mismas víctimas: morirán todos en el momento que sea necesario, aparentemente a causa de enfermedades comunes (…)”.
Y continúa el Santo: “Señores masones, vosotros que, recientemente, durante el Congreso de Bucarest, os habéis alegrado del hecho de que la Masonería se está fortaleciendo por doquier, reflexionad y decid sinceramente: ¿no es mejor servir al Creador en la paz interior (…), antes que obedecer las órdenes de quien os odia?”.
Finalmente, San Maximiliano se dirige a quienes denuncia como los Jefes Ocultos de la Masonería, con estas palabras: “Y a vosotros, pequeño escuadrón de hebreos, “Sabios de Sión”, que habéis provocado ya conscientemente tantas desgracias y todavía seguís preparando otras, a vosotros me dirijo con la pregunta: ¿qué ventaja obtenéis? (…) Gran cúmulo de oro, de placeres, de diversiones, de poder: nada de todo esto vuelve feliz al hombre. Y si aún esto diera la felicidad, ¿cuánto podría durar? tal vez una decena de años, quizás veinte (…) Y vosotros, jefes hebreos, que os habéis dejado seducir por Satanás, el enemigo de la humanidad, ¿no sería mejor si también vosotros os volviéreis sinceramente a Dios?”.
En otro artículo de 1926, el Padre Kolbe, citando siempre los “Protocolos de los Sabios de Sión”, escribía: “Ellos dicen de sí mismos: “¿Quién o que cosa está en grado de asestar una fuerza invisible? Nuestra fuerza es, precisamente, de esta clase. La Masonería externa sólo sirve para esconder sus objetivos, pero el plano de acción de esta fuerza será siempre desconocido para la gente”.
Pero el Santo subraya con sutil ironía: “Nosotros somos un ejército, cuyo “Comandante” os conoce uno a uno, ha observado y observa cada una de sus acciones escucha cada una de sus palabras, más aún… ni siquiera uno de vuestros pensamientos escapa a su atención. Decid vosotros mismos: en tales condiciones, ¿se puede hablar de secreto en los planes, de clandestinidad y de invisibilidad?” Y aquí el Padre Kolbe revela el nombre del “Comandante” de su ejército: “Es la Inmaculada, el refugio de los pecadores, pero también la debeladora de la serpiente infernal. ¡Ella aplastará su cabeza!”. La fundación de la Milicia de la Inmaculada es, entonces, para luchar y vencer, bajo la dirección y el auxilio de la Virgen Santísima, a la Iglesia de Satanás, la Masonería. Es una lucha que se desarrollará hasta el último día, pero cuyo resultado es el triunfo del Inmaculado Corazón de María, tal como la Virgen misma lo dijera en Fátima: “Al final, mi Inmaculado Corazón vencerá”.


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