“Hemos encontrado al Mesías” (Jn 1, 45). El Evangelio de Juan nos cuenta que Felipe fue uno de
los primeros a los que Jesús llamó a su lado, precisamente al día siguiente que
a Andrés y a Pedro, y que era del mismo pueblo que ellos: “Al día siguiente,
Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: Sígueme.
Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro” (Jn 1, 43-44). Ahora bien,
de este encuentro con Jesús, Felipe no queda indiferente; de este encuentro con
Jesús, Felipe no vuelve a ser el mismo, nunca más; de este encuentro con Jesús,
Felipe inicia un camino de conversión que lo conduce, de la tierra, al cielo,
de la vida del pecado, a la vida de la gracia, de no conocer a Dios, a conocer
y amar a Dios encarnado y a dar la vida por Él. Jesús llama a Felipe y Felipe
convierte su corazón al Hombre-Dios y esa es la razón por la cual ya no es más el
mismo: iluminado por el Espíritu Santo, ve en Jesús al Hombre-Dios, al
Redentor, a Aquel que ha venido desde el cielo para buscarlo, para llevarlo a
la Casa del Padre, luego de lavarle sus pecados con su Sangre derramada en la
cruz y de concederle la vida eterna; ve en Jesús al Mesías anunciado por la Ley
y los Profetas, ve al Siervo de Dios sufriente, anunciado por Isaías, el Siervo
de Dios “molido por nuestros pecados”, ve en Jesús al “Varón de dolores” que
carga sobre sí nuestras iniquidades. Felipe, iluminado por el Espíritu Santo,
ve en Jesús a Dios hecho Hombre, al Salvador de los hombres y, movido por el
Amor del Espíritu Santo, que arde en su corazón, va en busca de su prójimo,
para compartir la alegría de haber encontrado al Mesías. Por esto, Felipe Apóstol
es el paradigma del adorador eucarístico, porque de la misma manera, el
adorador eucarístico es llamado por Jesús Eucaristía para estar a solas con Él,
para recibir de Él su Espíritu de Amor, para recibir de Él la Buena Noticia de
la vida eterna en el Reino de los cielos, y es por eso que el adorador
eucarístico, al igual que Felipe, luego de ser llamado por Jesús Eucaristía, debe
decir a sus hermanos: “He encontrado al Mesías: es Jesús Eucaristía”. El adorador
eucarístico es quien encuentra a Jesús y, una vez que lo encuentra, no se queda
de modo egoísta con eso que ha encontrado, sino que, como Felipe, corre al
encuentro de sus hermanos, para darlo a conocer, para que todos sepan que en la
Eucaristía está el Mesías, Jesús, el Cordero de Dios, el Redentor, el
Hombre-Dios, que ha venido no para solucionarnos los problemas de esta vida,
sino para lavar nuestros pecados con su Sangre derramada en la Cruz y para
llevarnos a la Casa del Padre.
Bienaventurados habitantes del cielo, Ángeles y Santos, vosotros que os alegráis en la contemplación y adoración de la Santísima Trinidad, interceded por nosotros, para que algún día seamos capaces de compartir vuestra infinita alegría.
San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
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