San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

sábado, 14 de marzo de 2015

Los Siete Dolores y Gozos de San José - Sexto Dolor y Sexto Gozo de San José


Los dolores de San José son una participación a los dolores de la Cruz de su Hijo adoptivo Jesús; los gozos, son los gozos celestiales, y a todos los encontramos en la Sagrada Escritura. En preparación a su fiesta, el 19 de marzo, ofrecemos estas meditaciones, inspiradas en las ilustraciones del Santuario de Torreciudad. San Josemaría de Escrivá de Balaguer, entre otros santos, tenía gran devoción a San José.

Sexto Dolor y Sexto Gozo de San José

El Sexto Dolor de San José se produce cuando, una vez muerto Herodes y desaparecido, por lo tanto, el peligro de la persecución injusta, puede volver a su patria con María y el Niño, siendo advertido por el ángel en sueños de que ya podía regresar: “"Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel; porque han muerto ya los atentaban contra la vida del niño" (Mt 2, 19-20)”. Sin embargo, al enterarse de que reinaba Arquelao, hijo de Herodes, en Judea, vuelven a San José los temores por la vida de su Hijo y la seguridad de su familia: “Él se levantó, tomó al niño y a su madre y regresó a la tierra de Israel. Pero al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, temió ir allá” (Mt 2, 21-22). El Sexto Dolor de San José, que es este temor que experimenta ante la noticia del reinado de Arquelao, se origina porque confía en su propia razón humana y en su propia capacidad humana, más que en los designios divinos: a pesar de haber recibido la indicación, de parte del cielo, de regresar, porque Herodes había muerto, la noticia de la presencia de Arquelao paraliza a San José porque, por un momento, confía más en sus planes humanos y en sus razonamientos humanos, antes que en la Divina Providencia, y es así como, un obstáculo –Arquelao-, que en realidad no es un obstáculo, se le presenta como un muro infranqueable, y le provoca un gran temor y dolor. El dolor y el temor de San José se originan entonces porque se olvida de que es Dios quien nos sostiene en el ser a cada segundo, a cada instante, y que sin Él “nada podemos hacer” (cfr. Jn 15, 5); San José se olvida que es Dios quien dirige nuestras vidas, que es Él quien “humilla y enaltece”; San José piensa, por un momento, que es él, y no Dios, quien puede gobernar el universo, y por eso teme y el temor le provoca dolor, el Sexto Dolor. Al confiar excesivamente en su propia razón y en sus propias fuerzas, San José se olvida que no hay que temer a los hombres, sino “a Aquel que puede condenar a la Gehena” (cfr. Mt 10, 24-33), y es así que teme a Arquelao, un simple hombre, que ni siquiera puede respirar por sí mismo, que no subsistir ni permanecer en el ser, si Dios no se lo permite. Al confiar en sí mismo y olvidarse de Dios, por un momento, San José exagera la figura y el poder del hombre, que no es más que una simple creatura, que no tiene más capacidad que la que le concede Dios, y es así como se origina en San José el Sexto Dolor, que le provoca temor.
Pero al Sexto Dolor, producto de la excesiva confianza en su razón y en la desconfianza en la Divina Providencia y en los planes de Dios, le sucede el Sexto Gozo de San José, cuando regresa la confianza en los planes de Dios y la desconfianza en su propio parecer, obrando la voluntad de Dios, al ser tranquilizado por el ángel, quien le dice que vaya a Nazareth: “Y fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por los profetas: será llamado Nazareno” (Mt 2, 23).

Oración para el Sexto Dolor y Sexto Gozo de San José


Ángel de la tierra, que tuviste a tus órdenes al Rey del cielo, glorioso San José: Por el dolor que te infundió el temor de Arquelao, y por el gozo con que te tranquilizó el Ángel, de volver a Nazareth; te suplico me alcances dolor por mis cobardías y respetos humanos, y el gozo de confesar a Cristo en toda mi vida pública y privada. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. 

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