San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 11 de marzo de 2015

Los Siete Dolores y Gozos de San José - Tercer Dolor y Tercer Gozo de San José


Los dolores de San José son una participación a los dolores de la Cruz de su Hijo adoptivo Jesús; los gozos, son los gozos celestiales, y a todos los encontramos en la Sagrada Escritura. En preparación a su fiesta, el 19 de marzo, ofrecemos estas meditaciones, inspiradas en las ilustraciones del Santuario de Torreciudad. San Josemaría de Escrivá de Balaguer, entre otros santos, tenía gran devoción a San José.

Tercer Dolor y Tercer Gozo de San José

El Tercer Dolor de San José se produjo cuando, a pocos días de nacer, circuncidaron a su Hijo Jesús: “Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno” (Lc 2,21). Aunque los dolores de su Hijo –incalculables, como las estrellas; inmensos, como el océano- comenzaron desde el momento mismo de la Encarnación, con la circuncisión se produjo el primer derramamiento de su Preciosísima Sangre, para proteger a los jóvenes contra el primer pecado mortal y expiando de esa manera por los primeros pecados mortales, según Santa Brígida de Suecia. San José sufre al ver derramar la Sangre de su Hijo en la circuncisión, porque aunque todavía es pequeño, anticipa ya el derramamiento de su Sangre que brotará no ya de una pequeña herida, sino de miles de ellas, cuando siendo adulto, en la Pasión, su Cuerpo quede cubierto de golpes, hematomas, heridas abiertas, producto de los bastonazos, trompadas, patadas, flagelaciones, puntapiés, patadas, arañazos, bofetadas, e injurias de todo tipo, que recibirá desde el momento en que sea apresado en el Huerto de los Olivos, hasta ser crucificado en el Monte Calvario. San José sufre el Tercer Dolor porque la circuncisión anticipa el diluvio de Sangre que caerá desde el Cuerpo de Jesús, cuando no quede en Él ni una parte sana, desde la cabeza a los pies, a causa de la flagelación,  la corona de espinas y, por último, la crucifixión, culminando este Sagrado Diluvio de la Sangre del Cordero, con la lanzada del soldado romano, que traspasará su Costado, dejando escapar el torrente inagotable de la Misericordia Divina contenida en la Sangre y el Agua del Corazón de Jesús. Hoy el mundo vive sumergido en una ola de impureza y de impudicia, que asombra incluso al mismo infierno; hoy el mundo comete pecados que degradan a la naturaleza humana, rebajándola más bajo que las bestias, porque las bestias están movidas por su instinto y por lo tanto nada malo hacen, mientras que el hombre, ofuscada su razón por el pecado e inficionado su corazón por el veneno de la lujuria demoníaca, ha deformado tanto su naturaleza con estas aberraciones, que la han dejado irreconocible; hoy el mundo acepta las perversidades más atroces, como si se tratara de derechos humanos, sin tener en cuenta que así profana el cuerpo, creado para ser templo del Espíritu Santo y morada de la Santísima Trinidad, ofendiendo gravemente a Dios Trino, que lo ha creado para inhabitar en él y no para ser usado como mercancía de placer. Que San José, entonces, nos haga partícipes de su Tercer Dolor, para así participar también de la Redención del Salvador.
Pero el dolor que le provoca la circuncisión de su Hijo, se dulcifica y desaparece cuando recuerda en su corazón el nombre que el ángel le había dicho que debía ponerle a su Hijo, el Dulce Nombre de Jesús, el Único Nombre dado para la salvación de la humanidad: “Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 21), y es así como al Tercer Dolor,le sucede el Tercer Gozo de San José. El Nombre Santísimo de Jesús es el Nombre más dulce de la tierra, porque es el nombre del Hombre-Dios; su sola pronunciación, evoca su Presencia, que es la Presencia de Dios Hijo hecho hombre; pronunciar el nombre de Jesús no es pronunciar un nombre vacío: es evocar la Presencia de la Persona de Jesús, y como Jesús es la Persona Segunda de la Santísima Trinidad, se hace Presente, o más bien, se hace más presente, porque en cuanto Dios es omnipresente, y su Presencia se hace tanto más fuerte para el que lo invoca, cuanto más fuerte es el amor con el que pronuncia su nombre, porque Jesús escucha su Nombre cuando es el Amor el mueve al corazón el desear pronunciarlo. San José exulta de gozo, porque al ser su Hijo adoptivo Jesús, el Salvador, puede nombrarlo tantas veces quiera, y como su corazón de padre amoroso –y a la vez, de hijo de Dios piadoso, porque el mismo es hijo de su Hijo Dios, que es su Creador, Redentor y Santificador- ama con locura a su Hijo Dios, aunque no pronuncie su Nombre verbalmente, lo está pronunciando interiormente, en su corazón, de modo que cada latido del corazón de San José dice: “Jesús, Jesús”, y así su gozo sin límites se extiende hasta el cielo y va más allá todavía, hasta el trono mismo de Dios, en donde reposa. Que San José nos comunique de su amor por su Hijo Jesús, para que también nosotros pronunciemos el Santo Nombre de Jesús, el Único Nombre dado para nuestra salvación, con el mismo amor con el que lo pronunciaba San José.

Oración para el Tercer Dolor y Tercer Gozo de San José

Amado Padre adoptivo de Jesús, glorioso San José: por el dolor que te produjo en la circuncisión ver derramar la primera sangre al Mesías, sangre con la que expiaba los primeros pecados mortales y por el gozo que sentiste al oír su nombre de Jesús, Salvador, y por la alegría y el amor que experimentabas en tu corazón cada vez que lo pronunciabas; te suplico me alcances dolor de mis vicios y sensualidades, y el gozo de purificar mi espíritu practicando la mortificación y de nombrar con amor a Jesús, Presente en la Eucaristía, para mi consuelo y salvación. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.


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