San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 5 de marzo de 2015

Las tres armas espirituales que el Sagrado Corazón le dio a Santa Margarita para que alcanzara la santidad


Santa Margarita María de Alacquoque recibió del Sagrado Corazón de Jesús tres armas espirituales, necesarias e indispensables para alcanzar su santidad[1]. Estas armas eran: una conciencia delicada y odio y dolor ante la más pequeña falta; la santa obediencia y el amor a la Santa Cruz. Si bien Santa Margarita era religiosa y por lo tanto estas armas espirituales le correspondían con mayor razón, no deja de ser cierto que estas armas espirituales son válidas para cualquier alma, en cualquier estado de vida, por lo que las consideraremos como un preciosísimo tesoro dado por el mismo Jesús en Persona.
La primera arma espiritual consistía, como dijimos, en una conciencia delicada y un profundo odio y dolor ante la más pequeña falta. Una vez le dijo el Señor cuando había Margarita cometido una falta: “Sabed que soy un Maestro santo, y enseño la santidad. Soy puro, y no puedo sufrir la más pequeña mancha. Por lo tanto, es preciso que andes en mi presencia con simplicidad de corazón en intención recta y pura. Pues no puedo sufrir el menor desvío, y te daré a conocer que si el exceso de mi amor me ha movido a ser tu Maestro para enseñarte y formarte en mi manera y según mis designios, no puedo soportar las almas tibias y cobardes, y que si soy manso para sufrir tus flaquezas, no seré menos severo y exacto en corregir tus infidelidades”. Esto se debe a que Jesús, siendo Dios, es la santidad personificada, por lo que cualquier no ya pequeño pecado venial, sino imperfección, queda en gran evidencia. Para darnos una idea, imaginemos un mar de un cristal limpidísimo, en el cual arrojáramos una pequeñísima gota de tinta negra: inmediatamente, la gota negra resaltaría; ese mar de cristal limpidísimo, es Dios en su santidad; la gota de tinta negra, es cualquier imperfección; de esta manera, nos damos cuenta de cómo, frente a Dios, no ya nuestros pecados, sino nuestras imperfecciones, quedan completamente al descubierto. Cuando Santa Margarita cometía una imperfección, acudía a pedir penitencia a su superiora cuando cometía una falta, pues sabía que Jesús solo se contentaba con las penitencias impuestas por la obediencia.
La segunda arma espiritual que le dio el Sagrado Corazón era la santa obediencia y si bien Santa Margarita, al ser religiosa, tenía superiores inmediatos a quien obedecer, un laico también puede obedecer a sus superiores. Por ejemplo, un hijo, a sus padres, o un fiel bautizado, a su director espiritual, o los parroquianos, a su párroco, etc.
Santa Margarita sostiene que lo que más severamente le reprendía Jesús a ella eran sus faltas en la obediencia, ya sea a sus superiores o a su regla y que no le agradaba cuando Santa Margarita lograba, a costa de su terquedad, doblegar la voluntad de sus superiores. Una vez, Jesús le dijo: “Te engañas creyendo que puedes agradarme con esa clase de acciones y mortificaciones en las cuales la voluntad propia, hecha ya su elección, más bien que someterse, consigue doblegar la voluntad de las superioras. ¡Oh! yo rechazo todo eso como fruto corrompido por el propio querer, el cual en un alma religiosa me causa horror, y me gustaría mas verla gozando de todas sus pequeñas comodidades por obediencia, que martirizándose con austeridades y ayunos por voluntad propia”.

Es decir, a Jesús le agrada más lo que se hace con la mortificación de la obediencia, que con la satisfacción de la propia voluntad, porque al hacer una obra por obediencia, mortificando a la propia voluntad, obtenemos una victoria espiritual, porque doblegamos nuestro orgullo; por el contrario, cuando hacemos una obra satisfaciendo nuestra propia voluntad, en contra de la obediencia, lo único que hacemos es hacer crecer nuestra soberbia. De ahí el gran valor que el Sagrado Corazón le concede a las obras hechas por obediencia.
Por último, la tercera arma espiritual concedida por el Sagrado Corazón, era el amor a su Santa Cruz, el más precioso de todos sus regalos. Un día después que ella recibió la comunión, se hizo presente ante los ojos de ella una gran cruz, cuya extremidad no podía ver; estaba la cruz toda cubierta de flores. Y el Señor le dijo: “He ahí el lecho de mis castas esposas, donde te haré gustar las delicias de mi amor; poco a poco irán cayendo esas flores, y solo te quedarán las espinas, ocultas ahora a causa de tu flaqueza, las cuales te harán sentir tan vivamente sus punzadas, que tendrás necesidad de toda la fuerza de mi amor para soportar el sufrimiento”.
Junto con la cruz, vinieron para Santa Margarita toda clase de humillaciones, enfermedades, desprecios, injurias, tribulaciones todas permitidas y queridas por el Sagrado Corazón de Jesús, para hacerla partícipe de sus propias amarguras, tribulaciones, humillaciones e injurias, sufridas en la Pasión. Fue humillada por sus compañeras y por sus superioras. De su paso por la enfermería, dijo: “Sólo Dios sabe lo que tuve que sufrir allí”. Como Santa Margarita era callada, lenta y juiciosa, su superiora, estando ella delante del obispo, dijo de ella: “Es una tonta”. Es por eso que se equivoca quien piensa que el seguimiento de Jesús crucificado es un camino de diversión; Jesús nos quiere desapegar de todos los afectos terrenos, para que apeguemos nuestros corazones a su Sagrado Corazón, que está en la cruz, que es la Puerta abierta al cielo, y es la única forma en que podremos alcanzar la eternidad. Si no crucificamos nuestros corazones junto con el Sagrado Corazón de Jesús, nunca podremos ingresar en la feliz eternidad; para hacerlo, para que entremos a gozar del Reino de los cielos, no hay otro camino que ser crucificados junto al Sagrado Corazón de Jesús. Eso es lo que hizo Jesús con Santa Margarita, al regalarle la tercera arma espiritual, la Santa Cruz, para despegar su alma y su corazón del apego y del afecto a las cosas de esta tierra y sobre todo a sí misma, y por eso permitió que le sobreviniesen continuas humillaciones y desprecios, como a Él en la Pasión, aunque al mismo tiempo, no dejaba de asistirla con toda clase de gracias. Lo mismo hace con todos nosotros y con todo aquel que quiera tomar su cruz de cada día y seguirlo camino del Calvario, para crucificar su corazón junto al Sagrado Corazón de Jesús.
Una vez le dijo Jesús a Santa Margarita: “Has de querer como si no quisieras, debiendo ser tus delicias agradarme a mí. No debes buscar nada fuera de mí pues de lo contrario injuriarías a mi poder y me ofenderías gravemente, ya que yo quiero ser solo todo para ti”. Querer algo fuera del Sagrado Corazón, es injuriarlo: todo se debe querer por Él, en Él y para Él.
Conciencia delicada, santa obediencia, amor a la Santa Cruz: las tres armas espirituales que nos da a todos el Sagrado Corazón de Jesús para que alcancemos el cielo.



[1] http://www.corazones.org/santos/margarita_maria_alacoque.htm

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