San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 9 de diciembre de 2014

Por qué Nuestra Señora de Guadalupe eligió a San Juan Diego Cuauhtlatoatzain y no a otro


         San Juan Diego, un indígena mexicano de la etnia chichimecas, es el protagonista de una de las más grandes apariciones marianas de la historia de la Iglesia, la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe. Ante los ojos de los hombres, que juzgan por las apariencias, San Juan Diego no habría desempeñado ningún papel de trascendencia y habría sido relegado, por el contrario, a tareas siempre menores: debido a su condición nativa, a su pobreza, su escasa cultura –apenas sabía leer y escribir- y a su nula posición social y económica, San Juan Diego sería lo que hoy en día se conoce como “un marginal” en la sociedad. Sin embargo, la Santísima Virgen María lo eligió a él y no a otro, más preparado, más culto, más inteligente, con mayor posición social, con mayor influencia entre los poderosos, para que llevara a cabo la importantísima tarea que debía encomendarle y que desembocaría en uno de los más asombrosos milagros marianos, la imagen de la “Virgen de Guadalupe”, impresa en la tilma de Juan Diego.
¿Por qué la Virgen eligió a Juan Diego y no a otro, más inteligente, más culto, más preparado, para la misión de la impresión de su imagen? La respuesta está en el Magnificat, cuando la misma Virgen dice: “(El Señor) despide a los ricos con las manos vacías y enaltece a los humildes”. La Virgen eligió a San Juan Diego por su fe, por su inocencia, por su humildad, por su amor al prójimo, por su docilidad y por su amor a la Santa Misa y a la Eucaristía.
La Virgen lo eligió por su fe, porque luego de ser catequizado, se bautizó y desde que fue bautizado, vivió su religión con gran amor, practicándola con gran fervor hasta el día de su muerte. También su esposa, María Lucía, se bautizó y ambos, enamorados de la castidad, decidieron vivir en perfecta continencia[1].
La Virgen lo eligió por su amor a la Misa y a la Eucaristía, porque para asistir a Misa los sábados y domingos, debía recorrer 20 kilómetros, y debía hacerlo a pie y descalzo, como lo hacían los de su etnia en ese tiempo, a causa de su pobreza.
La Virgen lo eligió por su amor al prójimo y por su misericordia, porque él cuidaba de su tío enfermo, el cual entró en agonía al momento de las apariciones; precisamente, en medio de las apariciones, Juan Diego decide ir por otro camino, para no encontrarse con la Virgen para ir a pedir auxilio espiritual para su tío Juan Bernardino, que se encontraba en trance de muerte.
La Virgen lo eligió por su humildad, porque Juan Diego, luego de ser rechazado por primera vez por el obispo Juan de Zumárraga, le pidió humildemente a la Virgen que eligiera a otra persona con más capacidad que él, que se consideraba un “pobre hombrecito”.
La Virgen lo eligió por la inocencia de su corazón, porque a pesar de ser ya un hombre de adulto, vivía su fe con la pureza de un niño y esa fue la razón por la cual la Virgen pudo aparecérsele, porque la Virgen no se aparece a cualquiera, y mucho menos a los soberbios.
La Virgen lo eligió por su docilidad, porque obedeció a todo cuanto Ella le dijo que hiciera, aun cuando humanamente, para él, le era difícil y hasta imposible hacerlo o creerlo, como por ejemplo, hablar nuevamente con el obispo Zumárraga, cuando ya lo había rechazado por primera vez, o ir a la cumbre del Monte Tepeyac, a recoger rosas, cuando por la época, era imposible que hubiera rosas, o, finalmente, en la decisión tal vez más difícil para Juan Diego, en vez de ir a buscar ayuda espiritual para su tío moribundo, desviarse de su camino para ir a transmitir el mensaje de la Virgen –que pedía que se erigiese en el Monte Tepeyac un iglesia- al obispo Zumárraga.
La Virgen elige a San Juan Diego porque es pobre de espíritu y manso de corazón, dos de las Bienaventuranzas que más asemejan al alma al Sagrado Corazón de su Hijo Jesús: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”; “Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios” (Mt 5, 3-12).
La vida de San Juan Diego nos enseña, entonces, que lo que cuenta a los ojos de Dios –que mira a los hombres a través de los ojos de la Virgen-, no son ni los títulos académicos, ni la ciencia, ni la posición social, ni tampoco la posición de poder, incluso dentro de la Iglesia: lo que cuenta, para Dios, que lee el corazón a través de la mirada maternal de la Virgen, es si en el alma hay fe, humildad, misericordia, bondad, inocencia, docilidad, castidad, pobreza de espíritu, amor a la Santa Misa y a la Eucaristía, como lo había en el corazón de San Juan Diego.





[1] http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=saintfeast&localdate=20141209&id=12317&fd=0

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