San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 13 de abril de 2023

Beato Mártir Padre José Eugenio Serra Meliá

 


El Beato Mártir Padre Serra.


Vida de santidad.

Don José Eugenio Serra Meliá nació en Llaurí el 20 de Marzo de 1898, el día siguiente de la fiesta de San José, de quien tomó el nombre. Su padre Avelino Serra, era agricultor y su madre, Salomé Meliá, ama de casa. En 1911 ingresó en el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas de San José, en Valencia, para cursar Latín y Humanidades, continuando la Filosofía y la Teología en el Seminario Conciliar de Valencia. Fue ordenado presbítero en 1923. Regentó las parroquias de Millares (1923-1924), Sempere (1924-1926) y Benimodo (1926-1934). Su último nombramiento fue como párroco de Carpesa: allí estuvo desde el 1 de diciembre de 1934 hasta el verano de 1936.

En Carpesa fundó la rama de hombres y jóvenes de Acción Católica, se dedicó con gran empeño a la catequesis de niños, visitaba frecuentemente a los enfermos. También destacó por su gran dedicación a la música, como modo de dignificar la liturgia. Tocaba el armonio, compuso diversas piezas musicales y fundó un coro parroquial. Muchas de las canciones que Don José enseñó todavía siguen cantándose en las celebraciones eucarísticas de su Parroquia. Fue Don José quien inició el rito de la “Descoberta” con motivo de la fiesta de la Virgen de los Desamparados. Él enseñó las poesías que en ese día proclamaron los niños de Carpesa, como aquella que en mayo de 1935 fue recitada ante la imagen de la Virgen de los Desamparados y que concluía diciendo:

“Viva la Virgen María,
 Madre de los pecadores.
Viva Carpesa que te envía
 De tu fiesta y las flores”.

Aún se conservan el Sagrario y las estampas del Vía Crucis que adquirió para el Templo Parroquial. Alguien le indicó que ese nuevo Vía Crucis quizá fuera pronto destruido, a lo que respondió relatando la historia de un Obispo que se vistió sus ornamentos solemnes para esperar a la muerte.


El Padre Serra, antes de su ingreso al seminario.


Así recuerda su figura el sacerdote hijo de Carpesa Don Jesús Martí Ballester: “Su apostolado más intenso lo enfocó en dignificar el culto por medio del canto, para lo que formó un grupo de jóvenes cantoras que, con sus frecuentes ensayos, muy costosos y meritorios porque ninguna sabía solfeo, lograron grandes y admirables progresos, llegando a interpretar piezas a varias voces, incluso las Misas de Haller a dos voces, la del maestro Lorenzo Perossi y el “Exultate justi in Domino” salmo a varias voces de Ludovico Grossi. También Trisagios, Villancicos y un extenso repertorio. Me encargó comprar los dulces para el refrigerio con que agasajó al Coro Parroquial el día final de las Cuarenta Horas, después de haber celebrado con gran solemnidad y éxito los Trisagios de los tres días y la procesión por la calle. Era pues generoso con quienes colaboraban con él. Era muy querido. Su conversación era muy amena, por su gran sentido del humor. Dignificó en gran manera las celebraciones e incluso encargaba a otros sacerdotes que le sustituyeran en el altar para poder él dirigir el coro y acompañarlo al armonio. Lo recuerdo en la sacristía iniciándonos a los seminaristas en la predicación, hallazgo de los textos bíblicos y comentarios, por ejemplo, sobre la antífona: “El justo florecerá como la palmera”, enseñándonos a hacer nuestras propias interpretaciones y reflexiones”.


La estola sacerdotal del Beato Padre Serra.


Iniciada la Guerra Civil, fue acogido durante una temporada en casa de Antonio Estellés y Vicenta Martí, en Carpesa, tiempo que aprovechó para salvar diversos objetos de culto. Las imágenes, los ornamentos y el archivo parroquial fueron casi totalmente destruidos. Los altares fueron derribados, mientras que el Templo Parroquial fue convertido en almacén y garaje. Con todo, pudieron salvarse algunas imágenes, como la de San Pedro o la Virgen del Rosario. También se pusieron a salvo otros objetos de culto, la Cruz Parroquial, el Lignum Crucis, la Custodia Eucarística, el Sagrario, las estampas del Vía Crucis o las coronas de la Virgen de los Desamparados y de la Virgen de Agosto.

En este punto es importante recordar cómo Don José consiguió proteger la reliquia de los Santos de la Piedra que se venera en nuestra comunidad parroquial. Don Vicente Gil Martí, sacerdote hijo de Carpesa, en una carta que se conserva en el Archivo Parroquial, recuerda cómo Don José Serra se sirvió de un hijo de Carpesa y cofrade de los Santos, Germán Cuñat Badía (Germán el ric) que vivía en Valencia junto a su esposa, propietaria del Teatro Ruzafa. En Valencia fueron puestas a salvo, y allí pasaron el enfrentamiento bélico. Y una vez finalizada la contienda, regresaron a la Parroquia. De esta forma, el Padre Serra se convirtió en el mártir que salvó la reliquia de los mártires.


El Cáliz de ordenación sacerdotal del Beato Padre Serra.



En estas difíciles circunstancias, Don José Serra fue protegido por toda la población. Incluso en Carpesa se guardaron algunos de sus objetos personales. En la “Alquería de Chusa” se escondieron los cuatro tomos del breviario de Don José, un copón pequeño y el cáliz de su primera misa, que fueron devueltos después a su familia.

Don José regresó a Llaurí, su pueblo natal y allí fue obligado a trabajar en un campo de secano lleno de plantas espinosas, teniendo que arrancarlas con sus propias manos. Muchas noches era despertado por los milicianos, que le recordaban que su fin estaba cerca. Días antes de su muerte, enseñó a su hermana la fotografía de unos milicianos disparando contra sus víctimas, y le indicó: “¿Ves hermana? Así moriré yo”. A los suyos les dijo: “Me persiguen. La furia antirreligiosa podrá quitarme la vida, pero jamás la fe. El martirio llevará mi alma a Dios”.  Ante la persecución a sacerdotes, respondió: “Así me salvaré: siendo mártir”.

Era consciente de cuál podía ser su final. De hecho, en una carta que remite desde Llaurí a Roque Cortina Bellver sin firma ni dato identificatorio alguno (debía cuidar la seguridad del receptor de la misiva) se hace evidente el peligro que corre. Así, jugando de una forma sutil con las palabras, Don José escribió: “Si la censura lo permite, voy a escribir una noticia alarmante; y es que, por estos parajes, apenas ya si quedan ratas. No porque no haya grano que roer, sino porque abundan muchos gatillos”.

El 10 de Septiembre de 1936 fue llevado esposado a El Saler (Valencia) y, perdonando a sus enemigos, fue asesinado mientras exclamaba: “¡Viva Cristo Rey!”. Tenía 38 años de edad.  Murió junto con otros tres sacerdotes de Llaurí: el beato José Toledo Pellicer, Tomás Peris Rubio y su primo Baldomero Rubio Meliá.

La comunidad parroquial de Carpesa sigue conservando en la memoria las cualidades que le caracterizaban: buen humor, gran piedad dulzura de carácter, bondadoso, amable, humilde, sincero, trabajador incansable, siempre contento. Fue un hombre enamorado de su vocación sacerdotal, que vivió entregado totalmente a sus feligreses.

El 3 de junio de 2004, el Sr. Arzobispo de Valencia inició su proceso de canonización. Ya había escrito Tertuliano a inicios del siglo III, cuando las persecuciones del Imperio de Roma, que la sangre de los mártires es semilla de cristianos: “Sanguis martyrum, semen christianorum”.

Si la Iglesia del primer milenio nació de la sangre de los mártires la misma sangre de los mártires sigue siendo una llamada a la coherencia y a la fidelidad para la Iglesia del tercer milenio.  El martirio de los Santos Abdón y Senén, el martirio del Siervo de Dios Don José Eugenio Serra, son llamadas a vivir el Evangelio con toda su grandeza. Y para ello contamos con la ayuda inigualable de nuestros mártires.

 

ORACIÓN

Oh Dios, gloria y corona de los mártires,
Que escogiste para el sacerdocio ministerial
a tu Siervo JOSÉ EUGENIO SERRA MELIÁ 
y le concediste asemejarse a tu Hijo
en una muerte como la suya, 
te pedimos alcanzar por su intercesión
las gracias que ahora te suplicamos
y verle glorificado para  bien de tu Iglesia.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
María, Reina de los Mártires, acoge nuestra oración.

         Mensaje de santidad.

         Dentro de las grandes virtudes naturales y sobrenaturales del Padre Serra podemos destacar, por un lado, el amor a Jesucristo, Rey de los mártires, puesto que el Beato Padre Serra, que ya había entregado su vida a Cristo, a través del sacerdocio, ahora lo hacía nuevamente, esta vez por el martirio. En la historia de la Iglesia, hay ejemplos de quienes recibieron la gracia del martirio, pero la rechazaron: el Padre Serra es un gran ejemplo de cómo aceptar esa gracia, que implica un don grandísimo, porque a cambio de dar la vida terrena por Cristo, Nuestro Señor nos purifica completamente con su Sangre y así el alma ingresa triunfante en el Reino de Dios.

         Por otro lado, el mensaje de santidad del Padre Serra podemos encontrarlo en algunas de sus frases, las cuales nos dejan maravillosas enseñanzas. Por ejemplo, cuando días antes de morir le muestra a su hermana una foto de milicianos comunistas disparando contra fieles laicos: el Padre, lejos de atemorizarse, le dice a su hermana, con serena alegría: “¿Ves hermana? Así moriré yo”. Podríamos decir que el Padre Serra nos enseña una gran entereza ante la muerte, pero todavía mucho más importante que entereza ante la muerte, lo que nos enseña el Padre Serra es que el martirio es una gracia que el Señor Jesucristo concede a quienes ama con predilección, porque con esa muerte, la muerte por Cristo, el alma ingresa en la vida eterna del Reino de los cielos directamente, sin pasar un segundo por el Purgatorio. La gracia martirial es un don tan grande que, si nos diéramos cuenta de lo que vale, besaríamos las manos de nuestros verdugos -en el caso de recibir esa gracia- porque son el instrumento divino que la Providencia nos envía para entrar en el Cielo bañados en la Sangre del Rey de los mártires, Jesucristo.

Otra de sus frases es la siguiente: “Me persiguen. La furia antirreligiosa podrá quitarme la vida, pero jamás la fe. El martirio llevará mi alma a Dios”. Al ser perseguido, el Padre Serra se configura plenamente con Cristo, quien fue perseguido por el Ángel caído (cfr. Ap 12, 6ss) desde el momento mismo de la Encarnación, en persona y también a través de hombres malvados como Herodes y como los escribas y fariseos, quienes finalmente lo condujeron al patíbulo de la Cruz: al igual que Cristo, el Padre Serra fue perseguido por hombres malvados al servicio de Satanás, los integrantes del Partido Comunista, y finalmente fue ejecutado. Y del mismo modo a como el Rey de los mártires, Cristo, pasó de este mundo al seno del Padre a través del martirio de la Cruz, así el Padre Serra, imitando a Cristo y unido a Él por la gracia y la fe, pasó de este mundo hacia la vida eterna, por medio de la muerte martirial.

Otra frase suya es muy significativa, esta vez acerca de la certeza de la salvación eterna por medio del martirio: “Así me salvaré: siendo mártir”. El Padre Serra sabía que si moría mártir, dando testimonio de fe en el Hombre-Dios Jesucristo, salvaría su alma y es así, porque es doctrina de fe de la Iglesia Católica que el mártir, es decir, el bautizado que da su vida por Jesucristo, es llevado inmediatamente luego de su muerte al Cielo; en otras palabras, no solo no está en mínimo riesgo de condenación, sino que no pasa por el Purgatorio ni un segundo, porque la participación en la muerte martirial de Cristo en la Cruz le borra toda culpa y pena que pudiera tener al momento del martirio y así ingresa directamente al Reino de Dios. El Padre Serra era consciente de esta gracia y por eso la acepta con toda alegría en su corazón.

La última y más significativa frase es la que pronuncia el día de su ajusticiamiento, el 10 de Septiembre de 1936: es llevado esposado a El Saler (Valencia) y perdonando a sus enemigos, es asesinado mientras exclamaba: “¡Viva Cristo Rey!”. De esta manera, el Padre Serra se configura a la perfección con Jesucristo, puesto que, por un lado, muere imitando a Cristo, perdonando a sus verdugos -antes de morir, Jesús perdona a quienes le quitan la vida: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”- y por otro lado, al mismo tiempo, muere aclamando a Cristo, el Hombre-Dios, como Rey –“¡Viva Cristo Rey!”- y esto se corresponde con la realidad de Nuestro Señor Jesucristo, Quien es “Rey de reyes y Señor de señores” (cfr. Ap 19, 16). Y ahora, por la eternidad, lo aclama junto a los ángeles y santos del Cielo.

Al recordar al Padre Serra, le pidamos que interceda para que perseveremos en la Santa Fe Católica y en las obras de misericordia todos los días que nos queden en esta vida terrena; además, le pidamos que interceda para que, en estos tiempos en los que el Dragón -el comunismo-, la Bestia semejante a una Pantera -la masonería intra y extraeclesial- y el cordero que habla como dragón[1] -el Falso Profeta- parecen coordinar sus esfuerzos para “la última persecución a la Iglesia Católica” (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, num. 675). Padre Serra, intercede por nosotros, para que, por la Misericordia Divina, lleguemos un día al Reino de los cielos, para adorar al Cordero de Dios por toda la eternidad.



[1] Cfr. Ap 13, 11.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario