San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 19 de abril de 2023

San Expedito elige a Cristo y vence al Demonio con la cruz

 



         San Expedito era un soldado romano pagano, es decir, adoraba a muchos dioses falsos los cuales, en realidad, son demonios, según las Escrituras: “Los dioses de los paganos son demonios”. En un momento determinado de su vida, Dios le concedió la gracia de conocer a Jesucristo, dándole la oportunidad de reconocer a Jesucristo como a su Dios y Salvador.

         En el mismo momento en el que San Expedito recibía la gracia de conocer a Cristo, se le aparece el Demonio en forma de cuervo negro, el cual comienza a girar alrededor del santo repitiendo con insistencia: “Cras, cras”, que significa: “Mañana, mañana”. Es decir, el Demonio, con mucha sutileza, no le decía que rechazara directamente a Cristo, sino que lo hiciera, pero que pospusiera su conversión para “mañana”; mientras tanto, él podía seguir con su vida de pagano, esclavizado por las pasiones y además adorando a los falsos dioses. Mientras el Demonio repetía esto, dejó de volar alrededor de San Expedito, acercándose a corta distancia del santo.

         Ante la tentación del Demonio, de posponer la conversión para “mañana”, San Expedito, aferrando la Santa Cruz con decisión y firmeza, exclamó fuertemente: “Hodie”, que significa: “Hoy”. Es decir, San Expedito tomó la decisión de no posponer la conversión, sino de aceptar, urgentemente, la gracia que le hacía reconocer a Cristo como Dios y como Salvador.

         Con la luz del Espíritu Santo, San Expedito pudo darse cuenta de la trampa del Demonio: si él decidía hacer caso al Demonio y posponía su conversión, dejándola para el día siguiente, continuaba siendo pagano, adorando a falsos dioses, pero además arriesgaba su vida eterna, poniéndose en peligro de condenación, porque ningún ser humano tiene asegurada la vida terrena y solo Dios Nuestro Señor conoce el día de nuestra muerte. San Expedito se dio cuenta de que lo más importante en esta vida es la unión con Cristo por la fe, la gracia y el amor y que si no estamos unidos a Cristo, corremos el riesgo de la eterna condenación. Por esta razón, no dudó ni un instante en elegir a Cristo, elevando la Santa Cruz y aplastando la cabeza del Demonio, con la fuerza recibida precisamente de la Santa Cruz.

         Al recordarlo en su día, le pidamos a San Expedito que interceda por nosotros, para que no posterguemos nuestra conversión a Cristo, decidiéndonos desde ahora, no caer en la tentación de vivir como hijos de las tinieblas y comenzar en cambio a vivir como hijos de Dios, como herederos del Reino de los cielos, cumpliendo los Mandamientos de Dios y recibiendo los Sacramentos, sobre todo la Confesión sacramental y la Sagrada Eucaristía.

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