San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

sábado, 6 de febrero de 2021

Santa Escolástica

 



         Vida de santidad.

         Nació en el año 480, en Nursia, Italia. Su madre murió de parto. Es hermana gemela de San Benito. Ambos se entregaron a Dios desde muy jóvenes y alcanzaron la santidad en la vida religiosa. Después que su hermano se fuera a Montecasino a establecer el famoso monasterio, ella se estableció a unas cinco millas de distancia, en Plombariola, donde fundó un monasterio y la orden de las monjas benedictinas la cual gobernó siguiendo la regla de su hermano. San Benito y Santa Escolástica regularmente se reunían para orar juntos y compartir sobre la vida espiritual[1]. En una ocasión pasaron el día entero entonando las alabanzas de Dios y entretenidos en santas conversaciones; finalmente se hizo tarde y luego de cenar, San Benito quería regresar a su convento. Entonces, Santa Escolástica le pidió que se quedara hasta el día siguiente, para continuar hablando de las maravillas que les esperaban en la vida eterna: “Te ruego que no me dejes esta noche y que sigamos hablando de las delicias del cielo hasta mañana”. San Gregorio Magno relata lo que sucedió a continuación: al pedido de su hermana, San Benito respondió: “¿Qué es lo que dices, hermana? No me está permitido permanecer fuera del convento”. Pero aquella santa, al oír la negativa de su hermano, cruzando sus manos, las puso sobre la mesa y, apoyando en ellas la cabeza, oró al Dios todopoderoso. Al levantar la cabeza, comenzó a relampaguear, tronar y diluviar de tal modo, que ni Benito ni los hermanos que le acompañaban pudieron salir de aquel lugar. Comenzó entonces el varón de Dios a lamentarse y entristecerse, diciendo: “Que Dios te perdone, hermana. ¿Qué es lo que acabas hacer?”. Respondió ella: “Te lo pedí, y no quisiste escucharme; rogué a mi Dios, escuchó. Ahora sal, si puedes, despídeme y vuelve al monasterio”. Benito, que no había querido quedarse voluntariamente, no tuvo, al fin, más remedio que quedarse allí. Así pudieron pasar toda la noche en vela, en santas conversaciones sobre la vida espiritual, quedando cada uno gozoso de las palabras que escuchaba a su hermano. No es de extrañar que al fin la mujer fuera más poderosa que el varón, ya que, como dice Juan: Dios es amor, y, por esto, pudo más porque amó más. (Luego de este episodio) A los tres días, Benito, mirando al cielo, vio cómo el alma de su hermana salía de su cuerpo en figura de paloma y penetraba en el cielo. Él, congratulándose de su gran gloria, dio gracias al Dios todopoderoso con himnos y cánticos, y envió a unos hermanos a que trajeran su cuerpo al monasterio y lo depositaran en el sepulcro que había preparado para sí. Así ocurrió que estas dos almas, siempre unidas en Dios, no vieron tampoco sus cuerpos separados ni siquiera en la sepultura” [2]. Murió hacia el año 547. San Benito murió poco después.

         Mensaje de santidad.

         Santa Escolástica nos deja varios mensajes de santidad, como por ejemplo, su consagración a Cristo por medio de la vida religiosa, lo cual demuestra un gran amor a Cristo, puesto que le consagra su vida y todo su ser; su amor fraternal, en Cristo, hacia su hermano San Benito, amor que trasciende y supera el mero amor humano entre hermanos: Santa Escolástica nos enseña que, por encima de la fraternidad humana -la que se da por ejemplo entre hermanos de sangre-, hay una fraternidad sobrenatural, concedida por la gracia, que nos hace a todos hermanos en Cristo e hijos de Dios en Cristo Dios, lo que significa que no puede haber nunca una verdadera fraternidad entre los hombres de distinta raza, si no existe de por medio la gracia santificante, que nos convierte en hijos adoptivos de Dios Padre y en hermanos de Cristo; otro mensaje de santidad es su amor por la vida eterna y su deseo de morir a esta vida terrena para conquistar el Cielo y el Reino de Dios, para amar y adorar eternamente a la Trinidad y al Cordero, Cristo Jesús: este amor por vivir en el Cielo y abandonar esta vida terrena lo demuestra en su consagración, como en la última conversación sostenida con su hermano San Benito, conversación que giraba en torno a la felicidad de la vida eterna en el Reino de los cielos. Al recordar a Santa Escolástica en su día, le pidamos que interceda ante Nuestro Señor para que también nosotros deseemos vivir, cuanto antes, en el Reino de Dios, en la alegría sin fin de la vida eterna.



[2] San Gregorio Magno, papa Diálogos, Libro 2,33: PL 66, 194-196.

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