San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 1 de febrero de 2021

San Blas, obispo y mártir


 

         Vida de santidad[1].

         San Blas, obispo de Sebaste de Armenia y mártir, que, por ser cristiano, padeció en tiempo del emperador Licinio en la ciudad de Sebaste de Armenia (Sivas de la actual Turquía) (c. 320). Era el año 316. Parece que San Blas, siguiendo la advertencia del Cielo, huyó de la persecución y se refugió en una gruta. La Tradición nos presenta al anciano obispo rodeado de animales salvajes que lo visitan y le llevan alimento; pero como los cazadores van detrás de estos animales, el santo fue descubierto y llevado amarrado como un malhechor a la cárcel de la ciudad. A pesar de los prodigios que el santo hacía en la cárcel, lo llevaron a juicio y como no quiso renegar de Cristo y sacrificar a los ídolos, fue condenado al martirio: primero lo torturaron y después le cortaron la cabeza con una espada. A San Blas se le atribuye un milagro y que ha perpetuado la conocida bendición contra el mal de la garganta. En efecto, se conoce que mientras llevaban al santo al martirio, una mujer se abrió paso entre la muchedumbre y colocó a los pies del santo obispo a su hijo que estaba muriendo sofocado por una espina de pescado que se le había atravesado en la garganta. San Blas puso sus manos sobre la cabeza del niño y permaneció en oración. Un instante después el niño estaba completamente sano. Este episodio lo hizo famoso como obrador de milagros en el transcurso de los siglos, y sobre todo para la curación de las enfermedades de la garganta.

         Mensaje de santidad.

         Debido a esta curación milagrosa, es que se origina la Tradición de bendecir las gargantas y es por esto que San Blas es el Patrono de los que padecen alguna afección de la garganta. Le pidamos a San Blas que nos proteja de todo mal de garganta, en el sentido de que, si es la voluntad de Dios, no nos enfermemos, ni de la garganta ni de ningún mal corporal, pero le pidamos al santo una gracia todavía más importante: le pidamos la gracia de que por nuestras gargantas no solo no salga mala palabra alguna, ni maledicencia alguna, ni mentira alguna, sino que solo salgan palabras de bendición y misericordia para nuestro prójimo –incluido el que es nuestro enemigo- y que solo salgan palabras de acción de gracias, de amor y de adoración hacia Dios Uno y Trino. De nada nos valdría tener la garganta sana físicamente, sin ninguna afección corporal, si no bendijéramos a nuestro prójimo y si no alabáramos, ensalzáramos y adoráramos a nuestro Dios. Es esta gracia la que vamos a pedir a San Blas.

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