San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 1 de febrero de 2021

Santa Águeda, virgen y mártir

 



         Vida de santidad[1].

         Santa Águeda provenía de una familia noble de Catania, Sicilia; además, poseía una gracia y belleza naturales. Sin embargo, nada de esto le importaba a Santa Águeda: para la santa, su tesoro más valioso y el objeto de todo su amor no estaba en la tierra, porque la santa sólo amaba a Jesucristo y deseaba con ansias que se acercara el momento en que podría encontrarse con Él, en la vida eterna. esta oportunidad se presentaría con ocasión de la perversión de un senador romano llamado Quintianus quien, con el pretexto de la persecución del emperador Decio (250-253) contra los cristianos, la tomó prisionera, pretendiendo poseerla para él, con la intención de satisfacer sus bajos instintos. Pero todos los esfuerzos del senador por seducir a Santa Águeda fueron inútiles, puesto que la santa ya había consagrado su amor y su virginidad al Hombre-Dios Jesucristo, al unirse esponsal, mística y sobrenaturalmente a Jesús y su decisión era tan firme, que estaba dispuesta a dar su vida terrena antes que renegar de Jesucristo, algo que efectivamente se cumplió poco tiempo después. Al verse rechazado en su intento de seducir a la santa, el senador Quintianus no se dio por vencido y la entregó en manos de Afrodisia, una mujer malvada, con la idea de que esta la hiciera caer en el pecado carnal y en la apostasía a Jesucristo, por medio de las tentaciones del mundo, aunque esto también fracasó, debido a la firme decisión de permanecer fiel a Jesucristo que demostraba Santa Águeda. Entonces el senador, dejándose llevar por la ira, cambió de estrategia y en vez de intentar seducirla, ordenó que la santa fuera cruelmente torturada, llegando a ordenar que le amputaran los senos. Es famosa respuesta de Santa Águeda: “Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?”. La santa fue consolada con una visión de San Pedro quien, milagrosamente, la curó. Pero las torturas continuaron y al fin la santa murió, al ser arrojada sobre una gran cantidad de carbones encendidos[2].

         Mensaje de santidad.

         Por su amor y su fidelidad a Jesucristo, Santa Águeda obtuvo una doble corona: la corona del martirio y la corona de la virginidad y esto es un gran ejemplo para los jóvenes de nuestros días, quienes son sometidos, por todos los medios de comunicación, tanto al abandono de la fe en Jesucristo –apostasía-, como al desprecio de la virtud de la virginidad y de la castidad, a través de la ideología de género y la Educación Sexual Integral. En efecto, el abandono de la fe católica en el Hombre-Dios Jesucristo se promueve a través de la secta luciferina de la Nueva Era, en donde Jesucristo es presentado como un profeta, o como un hombre santo, o incluso hasta como un extra-terrestre al mando de una flota intergaláctica, pero jamás es presentado como quien Es verdaderamente, el Hijo de Dios encarnado, la Segunda Persona de la Trinidad inhabitando la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth. Por otra parte, el desprecio de las virtudes de la castidad y de la virginidad –virtudes que deben ser vividas en la imitación de Cristo, quien es casto y puro al ser la Pureza Increada en sí misma-, se introduce en las mentes y corazones de jóvenes y no tan jóvenes, por medio de la promoción de la ideología de género y de la Educación Sexual Integral, para las cuales no existe pecado alguno en el uso de la sexualidad fuera del matrimonio, cuando es esto lo que enseña la Fe católica.

         En síntesis, en un mundo en el que la secta Nueva Era y la ideología de género parecen apropiarse de un número cada vez mayor de almas, los santos como Santa Águeda resplandecen como estrellas luminosas en medio de densas tinieblas espirituales.



[1] https://www.corazones.org/santos/agueda.htm ; Fuentes antiguas: su oficio en el Breviario Romano se toma, en parte de las Actas de latinas de su martirio. (Acta SS., I, Feb., 595 sqq.). De la carta del Papa Gelasius (492-496) a un tal Obispo Victor (Thiel. Epist. Roman. Pont., 495) conocemos de una Basílica de Santa Águeda. Gregorio I (590-604) menciona que está en Roma (Epp., IV, 19; P.L., LXXVII, 688) y parece que fue este Papa quien  incluyó su nombre en el Canon de la Misa. Aparece en el Martyrologium Hieronymianum (ed. De Rossi y Duchesne, en el Acta SS., Nov. II, 17) y en el Martyrologium Carthaginiense que data del quinto o sexto siglo (Ruinart, Acta Sincera, Ratisbon, 1859, 634). En el siglo VI, Venantius Fortunatus la menciona en su poema sobre la virginidad como una de las celebradas vírgenes y mártires cristianas (Carm., VIII, 4, De Virginitate: Illic Euphemia pariter quoque plaudit Agathe Et Justina simul consociante Thecla. etc.).

[2] Según la tradición, en una erupción del volcán Etna, ocurrida un año después del martirio de Santa Águeda  (c.250), la lava se detuvo milagrosamente al pedir los pobladores del área la intercesión de la santa mártir. Por eso la ciudad de Catania la tiene como patrona y las regiones aledañas al Etna la invocan como patrona y protectora contra fuego, rayos y volcanes. Además de estos elementos, la iconografía de Santa Águeda suele presentar la palma (victoria del martirio), y algún símbolo o gesto que recuerde las torturas que padeció.

 

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