San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 2 de febrero de 2018

El Sagrado Corazón busca víctimas de amor


        Muchas veces se piensa que la devoción al Sagrado Corazón es algo que “ha pasado de moda”, o que está reservada para personas mayores, generalmente mujeres, cuyo pasatiempo piadoso es acudir a la Iglesia y formar parte de una cofradía, además de hacer unas cuantas oraciones. Esta forma de pensar corresponde a una mentalidad y a una espiritualidad infantiles, con el perdón de los infantes. No se corresponde, en absoluto, con la realidad. Una de las claves para poder apreciar la inmensidad de la riqueza de la devoción al Sagrado Corazón, está en una de las frases dichas por Jesús a Santa Margarita: “Busco una víctima para Mi Corazón, que quiera sacrificarse como hostia de inmolación en el cumplimiento de Mis Designios”[1]. Jesús busca “víctimas” que quieran “sacrificarse como hostias de inmolación”, para “cumplir sus Designios”.
¿Qué significan estas palabras de Jesús? ¿Qué quiere decir “víctimas”? ¿Qué quiere decir “sacrificarse alguien como víctima de inmolación”? ¿Cuáles son sus designios?
Podremos responder a estas preguntas, si contemplamos a Jesucristo crucificado, ya que Él es la Víctima Inmolada por excelencia, que cumple el designio divino de la salvación de los hombres, por medio del sacrificio de la cruz. Jesús es Víctima Inocente, puesto que siendo Dios Hijo encarnado, no solo no hay en Él ni la más mínima sombra de malicia y ni siquiera de imperfección, sino que en Él resplandece la santidad divina, puesto que Él es la Santidad Increada en sí misma. Jesús es “Víctima de inmolación”, porque siendo Inocente, se ofrece a sí mismo, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, para aplacar la Ira divina, ofreciendo al Padre el don Preciosísimo de su Sangre derramada en el Calvario, como también se inmola para, una vez perdonados los pecados de los hombres a causa de esta Sangre Preciosísima, donarles a ellos la gracia de la filiación divina. Por último, los designios de Jesús son los designios de Dios Padre, y los designios de Dios Padre se resumen en uno solo: que toda la humanidad se salve de la eterna condenación y alcance la feliz bienaventuranza en el Reino de los cielos. Lo que desea Jesús es que los cristianos, en vez de afanarse inútilmente por las riquezas del mundo terreno, que “pasa como un soplo”, se unan a Él en la cruz y se conviertan, por participación, en víctimas en la Víctima, para la salvación de sus hermanos.  
“Busco una víctima para Mi Corazón, que quiera sacrificarse como hostia de inmolación en el cumplimiento de Mis Designios”. Si a alguien le falta el Amor Divino necesario para cumplir el deseo de Jesús, de conseguir víctimas de amor que se unan a Él para la salvación de la humanidad, lo único que debe hacer es, primero, contemplar al Sagrado Corazón, tal como se le apareció a Santa Margarita, con el Corazón en la mano, y luego, con el alma en gracia después de recibir el Sacramento de la Confesión, recibir sacramentalmente a ese mismo Corazón que late, vivo, glorioso, resucitado, envuelto en las llamas del Divino Amor, en la Sagrada Eucaristía. Si algún alma hace esto, estará colmando el deseo más profundo del Sagrado Corazón de Jesús, y así sí, no solo habrá comprendido la esencia de la devoción, sino que se convertirá, más que en un devoto, en una imitación viviente del Sagrado Corazón de Jesús.

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