San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 25 de julio de 2017

Fiesta de Santiago Apóstol


         Vida de santidad.

         Nació en Betsaida; era hijo de Zebedeo y hermano del apóstol Juan. Estuvo presente en los principales milagros obrados por el Señor[1]. Entre otros, fue testigo privilegiado de la Transfiguración del Señor: “Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un alto monte, y se transfiguró en su presencia” (cfr. Mt 17, 1-8), como así también de la sudoración de Sangre del Señor en el Huerto. Fue muerto por el rey Herodes alrededor del año 42: “El rey Herodes se apoderó de algunos fieles de la Iglesia, con el fin de hacerles daño, e hizo morir por la espada a Santiago, hermano de Juan”[2]. Desde el siglo IX, su sepulcro es venerado en Compostela, a donde han acudido hasta nuestros días innumerables peregrinos.

         Mensaje de santidad.

         Además de haber sido testigo privilegiado de los principales milagros del Señor, Santiago, junto con su hermano Juan, es protagonista de uno de los diálogos más emblemáticos de un discípulo de Jesús. La madre de Santiago y Juan se postra ante Jesús y le pide que sus hijos ocupen puestos principales en el Reino. Jesús les hace saber que eso depende del Padre, pero que si ellos quieren seguirlo de verdad, deben estar dispuestos a “beber del cáliz que Él ha de beber”, y a “recibir el Bautismo que Él ha de recibir”. El cáliz al que se refiere Jesús, es el cáliz amargo de la Pasión: la incomprensión de los hombres acerca de su misión mesiánica y su condición de Hombre-Dios, que viene a expiar los pecados de los hombres y a conducirlos al cielo; la traición, de quienes, como Judas Iscariote, amarán más al dinero que a Él; la ceguera, la malicia y la perfidia de quienes lo condenarán a muerte, sabiendo que Él es el Hijo de Dios encarnado. El Bautismo que han de recibir, es el bautismo en su propia sangre, porque así como Él derramará su Sangre en la Pasión y en la Cruz, para la salvación de los hombres, así también ellos deberán derramar su sangre, entregar sus vidas, por el Evangelio. Debido a que debe ser un camino libremente elegido, es que Jesús les pregunta si pueden beber del cáliz y recibir el bautismo, a lo que ellos contestan: “Podemos”, y es por eso que Jesús les concede esa gracia: “Beberéis el cáliz que yo he de beber y que recibiréis el bautismo que yo he de recibir” ().
         Ahora bien, dice la Escritura que nosotros, como católicos, somos “ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios” y, como tales, estamos “edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas” en el edificio espiritual cuya “piedra angular es Cristo Jesús” (cfr. Ef 2, 19-22), lo cual quiere decir que, al igual que los Apóstoles, estamos también llamados, como miembros del Cuerpo Místico de Cristo, a participar de su Pasión en cuerpo y alma. También nosotros, como los apóstoles, como Santiago, debemos aspirar a la gloria del cielo, pero también como los apóstoles y como Santiago, debemos pedir la gracia de participar de la Pasión del Señor, de beber del cáliz de la amargura de su Pasión y de recibir el bautismo de su Sangre, para que su Sangre, cayendo sobre nuestros corazones, nos purifique de toda malicia del pecado y nos plenifique con la luz de su gracia. Al igual que a Santiago, también a nosotros Jesús nos pregunta, desde la Eucaristía, si podemos beber de su cáliz y recibir su bautismo y nosotros, con Santiago y los demás apóstoles, asistidos por el Espíritu Santo y por la Madre de Dios, nuestra Madre del cielo, decimos: “Podemos”.




[1] Cfr. http://www.liturgiadelashoras.com.ar/
[2] Cfr. Liturgia de las Horas, Antífona 3 de las Vísperas de la Fiesta de Santiago Apóstol.

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