Timoteo
y Tito fueron discípulos y colaboradores del apóstol Pablo y, como tales, fueron
los destinatarios de sus consejos espirituales; puesto que son santos, eso
significa que siguieron al pie de la letra estos consejos y eso significa
también que son útiles para nosotros, los cristianos.
¿Qué
consejos les dio San Pablo? En las respectivas “Cartas” a Timoteo y Tito (1Tm 6, 11-12; Tt 2, 1), San Pablo les decía así: “Como hombre de Dios que eres,
corre al alcance de la justicia, de la piedad, de la fe, de la caridad, de la
paciencia en el sufrimiento, de la dulzura”; “Combate el buen combate de la fe,
conquista la vida eterna”; “Enseña lo que es conforme a la sana doctrina”.
“Como
hombre de Dios que eres”: un cristiano es un “hombre de Dios”, no un hombre
mundano; eso quiere decir que lo que guía su vida es Jesucristo y sus mandatos,
sobre todo el mandato de la caridad, que lo lleva a perdonar a su prójimo “setenta
veces siete” y a “amar a los enemigos”, tal como Jesús lo pide. El cristiano,
como “hombre de Dios”, no guía su vida por principios mundanos, sino que “su
alimento es hacer la voluntad de Jesucristo” y en eso se diferencia de los
hombres mundanos, para quienes Jesucristo “es un fantasma”.
“Corre
al alcance de la justicia”: al cristiano le preocupa la injusticia, pero no la
mera injusticia social, sino la injusticia que significa que Dios Uno y Trino
no sea conocido, amado y adorado por los hombres, como Él se lo merece.
“de
la piedad”: un cristiano es piadoso, porque la piedad es una virtud que nace
del amor a Dios que anida en lo más profundo del corazón.
“de
la fe”: el cristiano tiene fe, pero no una fe construida a su medida, ni
tampoco cree en lo que le parece mientras deja de creer en lo que no le parece;
el cristiano tiene la fe de la Santa Iglesia Católica, una fe de dos mil años
de antigüedad, una fe que cree en Jesús no como un simple hombre, sino como el
Hombre-Dios, como el Dios de la Eucaristía y del sagrario, Presente con su
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Eucaristía.
“de
la caridad”: el cristiano no se mueve según los impulsos de un afecto
sentimentalista pasajero, sino por el Amor sobrenatural de Dios, infundido en
el alma por Jesucristo.
“de
la paciencia en el sufrimiento”: el cristiano no se queja en las tribulaciones,
sino que todos sus sufrimientos los ofrece a Jesucristo, que por él sufre en la
cruz.
“de
la dulzura”: el cristiano ni reprime sus afectos, ni tampoco es dominado por
sus pasiones, porque la gracia santificante de Jesucristo purifica y santifica
los afectos y los sentimientos, de manera que lo que ama, lo ama en Dios, por
Dios y para Dios, y nada ama que no sea para Él.
“Combate
el buen combate de la fe y conquista la vida eterna”: el cristiano considera a
esta vida como una lucha, un combate continuo contra las propias pasiones, para
adquirir, conservar y acrecentar la gracia, de modo tal de conseguir la vida
eterna, como un premio dado por Jesucristo, cuando finalice esta vida terrena.
“Enseña
lo que es conforme a la sana doctrina”: el cristiano conserva pura su fe, sin
contaminarla con doctrinas “llamativas y extrañas”; vive de esa fe y enseña,
con su ejemplo de vida, la fe bimilenaria de la Iglesia.
Los
consejos de San Pablo a Timoteo y Tito, hicieron de ellos grandes santos y
también pueden hacer lo mismo con nosotros, cristianos del siglo XXI.
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