San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 17 de septiembre de 2015

Santos Cornelio, Papa y Cipriano, obispo, mártires


Tiempo después de ser elegido Pontífice, San Cornelio fue martirizado en la persecución del emperador Decio en el año 253[1]. Su pontificado se vio conmovido por la aparición de doctrinas heréticas, alejadas de la verdadera fe, provenientes de un sacerdote hereje llamado Novaciano. Según estas doctrinas erróneas, la Iglesia no podía admitir nunca más a los llamados “lapsis”, que eran católicos que habían apostatado de su fe en las persecuciones y que decidían retornar a la fe. Según las tesis de Novaciano, la Iglesia no tenía poder para perdonar estos pecados, por lo que los “lapsis” arrepentidos nunca más podrían reingresar a la Iglesia.
         Además, en un exceso de rigorismo que se contradice con la Misericordia de Dios, dispensada a través de los sacramentos, Novaciano sostenía que ciertos pecados como la fornicación e impureza y el adulterio, no podían ser perdonados jamás[2]. El Papa Cornelio hizo frente a estas posiciones alejadas de la verdadera Iglesia y con su Magisterio pontificio declaró que si un pecador se arrepiente en verdad y quiere empezar una vida nueva de conversión, la Santa Iglesia puede y debe perdonarle sus antiguas faltas y admitirlo otra vez entre los fieles[3].
A San Cornelio lo apoyaron San Cipriano desde África y todos los demás obispos de occidente.
La vida de los santos Cornelio, Papa y San Cipriano, obispo, está marcada entonces por la defensa de la Divina Misericordia en favor del pecador. Es verdad que Dios no es solo Misericordia infinita, sino también Justicia infinita y es verdad que nadie escapa de su Justicia. Pero también es verdad que, en esta vida, su Misericordia prevalece sobre su Justicia, porque Dios “no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y salve” (Ez 18, 21-18) y también “Dios quiere que todos los hombres se salven” (1 Tim 2, 4). Dios nos da toda esta vida como una prueba para que aceptemos a Jesús como nuestro Salvador, como al Redentor de los hombres y es por eso que nos da la oportunidad de arrepentirnos de nuestros pecados y de acudir al Tribunal de la Divina Misericordia, el Sacramento de la Confesión. A diferencia de lo que sostenía Novaciano, de que a los que habían apostatado en la persecución y a los que cometían ciertos pecados, sobre todo los relacionados con la pureza, no se les podía ni admitir en la Iglesia ni perdonarles los pecados, la doctrina de la Iglesia nos enseña que Jesús no niega a nadie el perdón, que se concede a través de los sacramentos de su Iglesia, principalmente el de la penitencia, con tal de que su arrepentimiento sea sincero: “Di a los pecadores empedernidos que no teman acercarse a Mí”. Lo único que necesita Dios para poder perdonarnos es que nuestro corazón se estruja de dolor por haber pecado, por haber ofendido a la Divina Majestad, al Dios Tres veces Santo, con la malicia de nuestro corazón. A su vez, el límite a la Divina Misericordia, lo pone el mismo hombre, puesto que el único pecado que no se confiesa, es aquel pecado que no se perdona. Ahora bien, como dice Jesús a Santa Faustina, “quien no quiera pasar por el Tribunal de la Misericordia, tendrá que pasar por el de la Justicia”. También le dice Jesús que para estos últimos, “tiene toda una eternidad para castigar”, en tanto que el tiempo de la Misericordia es este tiempo terreno.
No seamos rigoristas, entonces, porque la Misericordia triunfa sobre la justicia; pero tampoco seamos indulgentes con el pecado, porque Dios es Misericordia, pero también Justicia infinita. A imitación de los Santos Cornelio y Cipriano, seamos misericordiosos, para poder recibir nosotros misericordia al mismo tiempo y dejemos para Dios la Justicia.



[1] https://www.ewtn.com/spanish/Saints/Cornelio_y_San_Cipriano.htm
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.

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