San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 29 de septiembre de 2015

San Miguel Arcángel



San Miguel Arcángel Para ser un devoto bueno y santo de San Miguel Arcángel y para que nuestra devoción al Arcángel no quede en un mero sentimentalismo religioso, tenemos que imitarlo; para imitarlo, tenemos que conocerlo: para conocerlo, tenemos que leer y meditar el Libro del Apocalipsis, porque es ahí en donde se muestra cómo San Miguel ama y defiende la gloria de Dios. En el Apocalipsis se relata la batalla entablada en los cielos, batalla que explica el origen de todos los males del hombre: se revela el inicio de la lucha entre los ángeles apóstatas comandados por Lucifer, contra Dios y sus ángeles de luz, comandados por San Miguel Arcángel, lucha que finalizó con la expulsión de los cielos y posterior caída a la tierra del Demonio y los ángeles de la oscuridad: “Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra Satanás y los suyos, que fueron derrotados, y no hubo lugar para ellos en el cielo, y fue arrojada la Serpiente antigua, el diablo, el seductor del mundo. Ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado a vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo” (12, 7-9). Este hecho constituye el origen de los males de la humanidad, porque la caída del demonio a la tierra significó la pérdida de la amistad del hombre con Dios, su propia caída a causa del pecado original y el inicio de la esclavitud de la humanidad bajo las garras del demonio. Pero en el Apocalipsis también se revela el nombre de San Miguel Arcángel, quien en el momento de la rebelión de Lucifer exclamó: “¿Quién como Dios?”; se revela también su posterior lucha contra el Demonio, a favor de Dios y con la fuerza de Dios; por eso es que, si en el Apocalipsis se revela el origen de los males del hombre, representados en la caída de Satanás, también se revela el origen de los bienes espirituales del hombre, porque San Miguel Arcángel nos enseña cómo amar a Dios y también a luchar por Él. Con su oposición al Demonio y a su reino de mentiras, traición y falsedad, San Miguel Arcángel, aun siendo un ángel, se convierte en ejemplo a seguir para los hombres, creaturas de otra naturaleza, porque representa a los ángeles que aman a Dios Uno y Trino por lo que es y no por lo que da; es decir, San Miguel Arcángel ama a Dios con un amor puro y desinteresado, y no por los beneficios que puede obtener por su amistad y éste es el amor más perfecto que se puede tener a Dios. Ahora bien, este amor, en San Miguel Arcángel, es fruto de una elección: en su poderosa inteligencia angélica el santo Arcángel contempla, por un lado, a Dios en la infinita e inabarcable hermosura de su Ser divino trinitario, en su Omnipotencia, en su Sabiduría celestial, en su Amor eterno y lo elige por eso, por ser Dios Quien Es: un Ser divino perfectísimo, que es Omnipotencia, Amor, Sabiduría y Belleza infinitas y así ama a Dios Trino con un amor perfecto; al mismo tiempo, San Miguel Arcángel comprende la inmensidad del horror y el espanto que significan vivir sin Dios: se da cuenta que sin Dios, su vida angélica se sumergiría en la más profunda de las tinieblas y se vería irremediablemente perdida sin la luz de Dios; San Miguel se da cuenta que su naturaleza angélica, hecha para amar, se vería obligada a actuar en contra de sí misma, porque se vería obligada a odiar, con un odio que sólo habría de crecer por toda la eternidad; se da cuenta que perdería para siempre aquello que alegra su naturaleza angélica, la contemplación de la Trinidad. Pero sobre todo, lo que San Miguel Arcángel veía era que, si elegía quedarse sin Dios, habría de perder para siempre la posibilidad de adorar y amar al Hombre-Dios, Jesucristo. Fue entonces que San Miguel Arcángel eligió amar y adorar a Dios Uno y Trino y al Verbo de Dios Encarnado y pronunció, con una voz potente que resonó en los cielos “¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios”. Es así como San Miguel Arcángel se convirtió en ejemplo de amor perfecto y fiel a Dios, siendo el modelo angélico a seguir para todos los hombres que desean amar a Dios con un amor sincero y puro; así como ama a Dios el santo Arcángel, así debemos amarlo nosotros: con un amor desinteresado, amándolo por lo que Es y no por lo que da y amándolo en Jesucristo, Dios Hijo encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía. Entonces, si queremos ser buenos devotos y devotos verdaderos y santos de San Miguel Arcángel, debemos entonces recurrir al Apocalipsis, para saber de él y así poder imitarlo. Pero, ¿cómo saber si tenemos una devoción verdadera o falsa a San Miguel Arcángel? El verdadero devoto del santo Arcángel se caracterizará por aborrecer la mentira, la soberbia, la maledicencia, que son el sello distintivo del Demonio, “Padre de la mentira” y de todo lo malo; el verdadero devoto de San Miguel Arcángel, además de aborrecer la mentira y la soberbia, vivirá siempre en la gracia de Dios, amando la humildad y la verdad y siendo misericordioso con todos, porque la humildad, la verdad y el amor caracterizan a los que viven en la gracia de Dios. Prestemos mucha atención a lo que pensamos, deseamos, decimos y hacemos, no sea que creamos ser devotos de San Miguel Arcángel y en realidad sólo aparentemos por fuera devoción y religión, mientras por dentro vivimos en la soberbia, en la mentira y en la ausencia de amor a Dios y al prójimo.

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