San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 14 de mayo de 2015

San Matías Apóstol, elegido por el Espíritu para ser testigo de la Resurrección de Jesús


San Matías fue Apóstol, pero un apóstol particular por tres motivos: fue elegido directamente por el Espíritu Santo; fue agregado al grupo de los Doce en sustitución de Judas[1] (y por eso es llamado “apóstol póstumo”) y fue agregado para una tarea específica, particular: ser, con los demás apóstoles, “testigo de la resurrección del Señor” [2], tal como se lee en los Hechos de los apóstoles[3]. San Clemente y San Jerónimo dicen que San Matías fue uno de los 72 discípulos que Jesús mandó una vez a misionar, de dos en dos y una antigua tradición cuenta que murió crucificado, razón por la cual aparece en las imágenes con la palma del martirio y una cruz de madera en su mano[4], aunque en otras, aparece con un hacha a sus pies, sugiriendo una muerte por decapitación.
Comentando la elección de San Matías, San Juan Crisóstomo[5] dice: “Es, pues, preciso que elijamos a uno de ellos para que, junto con nosotros, dé testimonio de la verdad de la resurrección. No dice: “Para que dé testimonio de la verdad de las demás cosas”, sino taxativamente: Para que dé testimonio de la verdad de la resurrección. En efecto, había de ser más digno de crédito uno que pudiera afirmar: “Aquel mismo que comía, bebía y fue crucificado es el que ahora ha resucitado”. Por lo tanto, interesaba un testigo no de lo del tiempo pasado ni de lo del futuro ni de los milagros, sino escuetamente de la resurrección. Porque todas aquellas cosas eran patentes y manifiestas; la resurrección, en cambio, era algo oculto que sólo ellos conocían. Y todos juntos oraron, diciendo: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos. “Tú, no nosotros”. Muy acertadamente invocan al que conoce los corazones, ya que él, y nadie más, era el que tenía que hacer la elección. Y hablan a Dios con esta confianza, porque saben que la elección es algo absolutamente necesario. Y no dicen: “Escoge”, sino: “Muéstranos al elegido” -a quién has elegido, dice el texto-, pues saben que Dios lo tiene todo determinado ya de antemano. Echaron suertes entre ellos. Es que aún no se consideraban dignos de hacer por sí mismos la elección, y por esto deseaban alguna señal que les diera seguridad”[6].
Como vemos, según San Juan Crisóstomo, es el mismo Espíritu Santo quien elige a San Matías, y lo elige para algo muy específico: para ser “testigo de la Resurrección de Jesús”.
Ahora bien, nos podemos preguntar: puesto que San Matías fue elegido, como dice San Juan Crisóstomo, para ser “testigo de la Resurrección”, ¿qué significa ser “testigo de la Resurrección de Jesús”? ¿Sólo San Matías, elegido tan especialmente, puede ser testigo de la Resurrección?
Ser “testigo de la Resurrección” significa ser testigo de que la vida de la gracia, recibida en el bautismo, se expande con toda la fuerza de su plenitud divina, más allá de la muerte, venciendo a la muerte, glorificando el alma y el cuerpo, puesto que de esto se trata, precisamente, la resurrección: el germen de gloria ha sido injertado en nuestras almas en el momento del bautismo sacramental, por la gracia santificante, y lo único que tiene que suceder, para que ese germen de gloria que es la gracia de Jesucristo, se expanda con toda su fuerza divina, es que este cuerpo de arcilla se deshaga por la muerte corporal, para que renazca a la vida del Reino de los cielos.
Pero ser “testigos de la Resurrección” implica no solo esperar la muerte corporal, para comprobar la realidad de la glorificación del alma y del cuerpo por medio de la gracia santificante, recibida en germen por la gracia bautismal; ya en esta vida terrenal, durante toda la existencia terrena del cristiano, desde que se recibió la gracia del bautismo, ya se es “testigo de la Resurrección”, desde el momento en que se posee en el alma ese germen de gloria que es la gracia santificante, que nos hace participar en la vida trinitaria de Dios Uno y Trino.
Con respecto a la otra pregunta, de que si solo San Matías podía ser “testigos de la Resurrección”, es negativa, porque no es un privilegio reservado sólo a grandes santos como San Matías: todo bautizado es un “testigo de la Resurrección”, porque lleva en sí mismo la gracia santificante del bautismo sacramental, y por esa gracia, que al morir glorificará su alma y su cuerpo con la gloria divina, en la resurrección de los cuerpos, el cristiano tiene el deber de amor de dar testimonio de su fe en la Resurrección, no solo rechazando las obras de las tinieblas, las obras del mal, sino ante todo, obrando las obras de Jesucristo, que son las obras de misericordia. De esa manera, más que con palabras, dará testimonio de la futura resurrección en la que espera, pero de la cual es portador, en su alma, por la gracia bautismal sacramental, recibida en el día de su bautismo.
Como San Matías Apóstol, todo cristiano está llamado a ser testigo, incluso con su vida, de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.



[1] https://www.ewtn.com/spanish/Saints/Mat%C3%ADas_5_14.htm
[2] La Biblia narra de la siguiente manera su elección: “Después de la Ascensión de Jesús, Pedro dijo a los demás discípulos: Hermanos, en Judas se cumplió lo que de él se había anunciado en la Sagrada Escritura: con el precio de su maldad se compró un campo. Se ahorcó, cayó de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas. El campo comprado con sus 30 monedas se llamó Haceldama, que significa: “Campo de sangre”. El salmo 69 dice: “Su puesto queda sin quién lo ocupe, y su habitación queda sin quién la habite”, y el salmo 109 ordena: “Que otro reciba su cargo”. “Conviene entonces que elijamos a uno que reemplace a Judas. Y el elegido debe ser de los que estuvieron con nosotros todo el tiempo en que el Señor convivió con nosotros, desde que fue bautizado por Juan Bautista hasta que resucitó y subió a los cielos”. Los discípulos presentaron dos candidatos: José, hijo de Sabas y Matías. Entonces oraron diciendo: “Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos eliges como apóstol, en reemplazo de Judas”. Echaron suertes y la suerte cayó en Matías y fue admitido desde ese día en el número de los doce apóstoles” (Hechos de los Apóstoles 1, 15-26).
[3] http://www.liturgiadelashoras.com.ar/
[4] https://www.ewtn.com/spanish/Saints/Mat%C3%ADas_5_14.htm
[5] De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre los Hechos de los apóstoles; Homilía 3, 1. 2. 3: PG 60, 33-36. 38.
[6] https://www.ewtn.com/spanish/Saints/Mat%C3%ADas_5_14.htm

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