San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

martes, 19 de mayo de 2015

San Expedito y la verdadera causa urgente


         ¿Cuál es el mensaje de santidad que nos da San Expedito? Para saberlo, tenemos que observar su imagen y conocer su historia. Al contemplar su imagen, podemos constatar que San Expedito sostiene en alto la cruz de Jesucristo con su mano derecha, mientras que con su pie, aplasta a un cuervo negro; en la cruz, hay una inscripción en latín que dice: “hodie” y que traducida significa “hoy”; a su vez, el cuervo, aplastado bajo el pie de San Expedito, sostiene en su pico la inscripción latina “cras”, que significa “mañana”. Según narra el martirologio romano, San Expedito, que era un oficial del imperio romano[1], en un momento determinado de su vida, recibió una gracia de parte de Jesucristo, para que abandonara su vida de pagano y comenzara a vivir la vida nueva de los hijos de Dios, la vida de la gracia. Sin embargo, en ese mismo momento, se le apareció el Demonio en forma de cuervo negro, que comenzó a revolotear alrededor suyo, graznando y repitiendo con voz gutural: “cras, cras, cras”. Es decir, mientras Jesucristo lo llamaba a la conversión, a abrazar la cruz y la vida de la gracia, el demonio lo tentaba y lo seducía, diciéndole falsamente que ya tendría tiempo de convertirse, que dejara la conversión para mañana, que continuara con su vida de pagano, alejado de la vida de la gracia. Pero San Expedito, aferrándose a la cruz de Jesucristo, obteniendo la fuerza divina de la cruz de Jesús, dijo con firmeza: “Hodie, hoy! ¡Hoy me convertiré en cristiano! ¡Hoy, ya responderé a la gracia, y no mañana! ¡Hoy seguiré a Jesucristo y no mañana! ¡Hoy cargaré mi cruz para ir detrás de Jesús y no mañana!”. Y diciendo esto, movió su pie con toda velocidad y aplastó con fuerza al Demonio en forma de cuervo, que desprevenidamente había dejado de volar y se le había acercado caminando hasta quedar a pocos centímetros de distancia, convirtiéndose en blanco fácil para San Expedito.
         A todo ser humano se le presenta, a cada momento de la vida, la misma oportunidad de San Expedito: o la vida de pecado, o la vida de la gracia. A cada momento, podemos elegir, entre la cruz de Jesucristo y su gracia, o la vida de pecado y su consecuencia, el ser esclavos de Satanás. A San Expedito se le presentaron dos vidas muy bien diferenciadas, y la que él eligiera, esa le sería dada: o la vida de la gracia, que brotaba del Árbol de la cruz de Jesús, que era la vida eterna del Ser divino, o la vida del pecado, que surgía como un líquido pestilente, de su propio corazón, manchado por el pecado original, y del Ángel caído, y que lo llevaba a vivir dominado por sus pasiones -ira, lujuria, pereza, gula, avaricia, envidia, soberbia- y a cometer toda clase de pecados: borrachera, asesinatos, robos, brujería, etc. San Expedito, sin dudarlo un solo instante, contemplando la belleza del Ser trinitario de Dios, que habitaba en su plenitud en Jesucristo, el Hombre-Dios, dijo: “Hodie!”, “¡Hoy!” y, con la fuerza de la cruz, aplastó velozmente la cabeza del cuervo, comenzando así su vida cristiana, la que lo llevaría poco tiempo después al Reino de los cielos por medio del martirio. Al conmemorar a San Expedito, le pedimos por la verdadera causa urgente: la conversión del corazón, para nosotros y para nuestros seres queridos, puesto que todo lo demás, comparada con esta gracia, carece de importancia.



[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Expedito

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